Mandalay (Agencia Fides) – Tres meses después del devastador terremoto del 28 de marzo de 2025, la región de Mandalay, en el centro-norte de Myanmar, afronta ahora una nueva amenaza: las intensas lluvias que desde hace más de tres semanas azotan la zona. Las precipitaciones persistentes y las réplicas del sismo han provocado nuevos derrumbes de edificios ya debilitados, aumentando aún más la vulnerabilidad de las comunidades afectadas.
Así lo advierte el Equipo de Rescate de Emergencia para la asistencia humanitaria de la Arquidiócesis de Mandalay, en un informe enviado a la Agencia Fides. «Muchas personas siguen pasando la noche al aire libre o en refugios improvisados. Numerosas casas resultaron dañadas o destruidas por el terremoto, obligando a las familias a dormir a la intemperie. En Mandalay y sus alrededores, la población recurre a lonas, tiendas de campaña o estructuras de bambú para protegerse del mal tiempo. El acceso al agua potable, los servicios higiénicos y los bienes de primera necesidad sigue siendo muy limitado, y la ayuda local no consigue cubrir todas las necesidades urgentes» señala el documento.
Con la llegada del monzón, el panorama se complica aún más. «Los refugios improvisados, construidos con materiales precarios, difícilmente resistirán las fuertes lluvias y los vientos. Tememos que las inundaciones y las malas condiciones higiénicas aumenten el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, especialmente entre niños y ancianos. Si no se brinda apoyo urgente para proporcionar refugios más seguros y mejorar las condiciones de higiene, la seguridad y el bienestar de muchas personas quedarán gravemente amenazados durante la temporada de lluvias», alerta el informe.
Ante esta situación, la diócesis ha puesto a disposición sus estructuras eclesiásticas que no han sido dañadas para acoger a los desplazados. «Las víctimas del terremoto han instalado tiendas de campaña dentro del complejo de la iglesia de San Miguel en Mandalay. Entre ellas no hay solo católicos, sino también budistas, cuyas viviendas han quedado inhabilitadas y aún no han sido reparadas», continúa el informe.
Los voluntarios diocesanos se han organizado para distribuir ayuda humanitaria, reparar edificios eclesiásticos dañados y coordinar las labores de rescate. Los sacerdotes y religiosos también comparten las mismas condiciones que los desplazados, durmiendo en zonas abiertas del complejo arquidiocesano.
«Nuestras habitaciones han quedado dañadas por el terremoto y no son seguras por ahora», explica el padre Peter Kyi Maung, secretario de la archidiócesis. «Hemos habilitado espacios para dormir al aire libre, con sábanas y mosquiteros. Hasta que podamos realizar las reparaciones necesarias, no nos queda otra opción. Pero todos los voluntarios y fieles se esfuerzan cada día por mejorar, aunque sea poco a poco, esta situación. El Señor nos da la fuerza para seguir adelante».
(PA) (Agencia Fides 19/6/2025)