Caritas Cebu
Cebú (Agencia Fides) – La movilización continúa sin descanso y la red de ayuda de Cáritas se ha mostrado cada vez más eficaz para asistir a los desplazados y a las personas aisladas tras el terremoto que hace 15 días sacudió el norte de la isla de Cebú.
«Aunque las estructuras físicas se hayan derrumbado, el espíritu de solidaridad y fe entre los cebuanos permanece firme. Gracias a la estrecha coordinación entre la Arquidiócesis, el gobierno local y los socios cívicos, la población del norte de Cebú se está recuperando lentamente de esta tragedia», declara a la Agencia Fides Albert Uy, arzobispo de Cebú.
«El camino hacia la plena recuperación aún es largo, pero con fe, compasión y acción colectiva, creemos que Dios nos guiará desde las ruinas hacia la renovación. La Arquidiócesis de Cebú se mantiene firme en su misión de llevar esperanza, reconstruir vidas y devolver la dignidad a todos los sobrevivientes del terremoto, demostrando una vez más que la Iglesia no es solo un edificio, sino una familia de fe que resiste incluso en medio de los escombros», añade.
El terremoto, que causó más de 70 víctimas y el desplazamiento de más de 20.000 personas, dañó gravemente iglesias históricas, residencias de ancianos, escuelas e instalaciones públicas. Ante esta situación, la Iglesia local, a través de Cáritas, las redes parroquiales y las comunidades religiosas, ha puesto en marcha de inmediato una respuesta de emergencia bajo el lema “Hatag Paglaum” (Dar esperanza).
«Empezamos realizando visitas sobre el terreno, que fueron en primer lugar pastorales, para ofrecer consuelo, y luego organizativas, para coordinar la ayuda humanitaria en los municipios afectados», explica el arzobispo. «Nos reunimos con funcionarios locales, sacerdotes y residentes para evaluar la situación y escuchar las historias de quienes sufren y ahora se preparan para reconstruir sus vidas, empezando por sus hogares».
Monseñor Uy, que se desplazó personalmente a la zona, observó graves daños en algunas áreas residenciales, especialmente en los centros urbanos. «Muchas familias siguen viviendo en espacios abiertos o refugios temporales, por temor a nuevos derrumbes a causa de las réplicas», relata.
Tras la intervención de las fuerzas del orden y los equipos de rescate, «las principales carreteras que conducen a las ciudades afectadas son, en general, transitables, lo que facilita la distribución de la ayuda y la movilización de los equipos de emergencia», añade. A pesar del miedo y la incertidumbre, las actividades cotidianas comienzan a reanudarse gradualmente: «Los mercados públicos, los bancos y los proveedores de servicios financieros han reabierto. Los pequeños comerciantes trabajan en puestos improvisados o al aire libre. Es una buena señal de recuperación».
«Muy pronto, muchas parroquias de la archidiócesis organizaron colectas de ayuda, reuniendo alimentos, agua, arroz, artículos de aseo y ropa, que fueron distribuidos en las zonas más afectadas», indica el arzobispo. También destaca la campaña “Adopta una parroquia”, que ha unido a las parroquias menos afectadas de Cebú con las más devastadas del norte, «para garantizar apoyo constante, acompañamiento y un auténtico espíritu de comunión eclesial». Sacerdotes, seminaristas y voluntarios laicos han participado activamente en la preparación y el transporte de artículos de primera necesidad, con el apoyo de la Comisión Diocesana para la Acción Social, así como de centros juveniles y estudiantes.
Además de la ayuda material, los sacerdotes de las parroquias afectadas continúan celebrando la Eucaristía, confesando y rezando con la gente, ofreciendo consuelo, fuerza y unidad. «Escuchan a los supervivientes, bendicen a las comunidades y les aseguran la presencia y la compasión duraderas de la Iglesia», explica el prelado. «A pesar de las dificultades, la fe y la esperanza del pueblo en un Dios amoroso siguen siendo fuertes, verdadero reflejo de la resiliencia cebuana arraigada en la fe».
El impacto sobre las estructuras eclesiásticas ha sido considerable. «Cinco antiguas iglesias históricas, valiosos símbolos de fe y cultura, han sufrido graves daños estructurales, junto con varias parroquias más pequeñas. Las grietas, los derrumbes y los campanarios destruidos han dejado muchos templos inseguros para el culto», informa el arzobispo.
Sin embargo, «ante estas pérdidas, la fe del pueblo permanece firme. Las comunidades parroquiales han instalado capillas y tiendas improvisadas donde se celebran misas y reuniones al aire libre. La imagen de los fieles rezando bajo el sol o la lluvia, rodeados de las ruinas de sus iglesias, es a la vez desgarradora y profundamente inspiradora: un testimonio vivo de que, aunque los templos de piedra puedan derrumbarse, la Iglesia de la fe viva permanece en pie».
Monseñor Albert Uy, que cumplirá 59 años el 18 de octubre, ha anunciado que irá a las zonas afectadas por el terremoto para celebrar su cumpleaños con los desplazados. Y ha exhortado a los fieles a seguir rezando y donando ayuda a las víctimas.
(PA) (Agencia Fides 16/10/2025)