ASIA/MYANMAR - El servicio pastoral de tres nuevos sacerdotes en Taunggyi, territorio donde la vida peligra debido a la guerra civil

viernes, 27 octubre 2023 sacerdotes   desplazados   guerra civil  

Taunggyi (Agencia Fides) - Para los tres nuevos sacerdotes jesuitas birmanos de la archidiócesis de Taunggyi, ciudad del centro de Myanmar, que forma parte del territorio del Estado de Shan, la tarea de servir a la comunidad y atender a los fieles no será fácil. Por el contrario, será muy arriesgada, porque los combates de la guerra civil continúan y las comunidades católicas -dispersas en la sociedad, entre la población- sufren la violencia como todos los demás ciudadanos birmanos, de diferentes etnias y religiones. Conscientes de los peligros que afrontarán en su servicio, poniéndose en manos de Dios, actuando siempre con la prudencia necesaria, los nuevos sacerdotes han comenzado con entusiasmo la tarea que les ha sido encomendada.
El lema escogido por los tres jesuitas para caracterizar el día de su ordenación sacerdotal, que se ha celebrado el 13 de octubre en Taunggyi, archidiócesis en la que viven 7.000 católicos de una población de 1,8 millones, ha sido “Llamados a servir con amor”. El Arzobispo de Taunggyi, Mons. Basil Athai, ha recordado que se trata de la primera ordenación sacerdotal de religiosos jesuitas en la archidiócesis (que históricamente fue la primera en acoger a miembros de la Compañía de Jesús en Myanmar, a su regreso tras su expulsión en los años sesenta).
Los tres nuevos sacerdotes, el padre Joseph Thang Ha SJ, el padre Jerome Aye Min SJ y el padre Gerald Lukwe SJ, han rezado encomendando su vocación sacerdotal a Dios y a la Virgen María, conscientes del contexto difícil del país, con el empeoramiento de las condiciones políticas y económicas tras el golpe militar de 2021. A lo largo de los dos últimos años, los tres han experimentado de primera mano el servicio a las personas desplazadas y sin hogar debido a la guerra civil en curso en el país y, según cuentan, se han percatado de que justamente en estos momentos de dificultad y sufrimiento “es donde están llamados a llevar la esperanza”.
“Como sacerdote, quiero trabajar por los marginados, los pobres, los enfermos y los ancianos, empezando por darles consuelo y la gracia de Dios a través de los sacramentos”, ha afirmado el padre Gerald Lukwe. El padre Jerome Aye Min ha añadido: “Puesto que estoy llamado a actuar según la justicia, la paz y el amor, espero y cuento con estar siempre cerca de las personas necesitadas”. Mientras que el padre Joseph Thang Ha, por si parte ha señalado: “Intentaré ser fiel a mi vocación sacerdotal y a mi servicio pastoral, acompañando a los jóvenes y a las personas que sufren en Myanmar. Espero darlo todo por mi prójimo, especialmente por los más vulnerables”. En la zona de Taunggyi, como en muchas otras diócesis del país, se siente con fuerza el problema de los desplazados internos, personas que han perdido sus hogares y medios de vida y que a menudo buscan refugio en iglesias u otras instalaciones. Servirles y acompañarles “requiere mucha dedicación y amor, a través de los cuales esperamos dar gloria a Dios”, repiten los tres jesuitas. En el enfrentamiento entre el ejército regular de Myanmar y las 'Fuerzas Populares de Defensa' -la milicia formada tras el golpe y compuesta en su mayoría por hombres jóvenes-, a menudo este servicio puramente humanitario puede considerarse hostil o entenderse como un “apoyo a la rebelión”.
Por ejemplo, ya el año pasado, el ejército de Myanmar detuvo a dos sacerdotes católicos que se disponían a ayudar a los desplazados internos en el estado de Shan, al este de Myanmar; uno de ellos era el padre John Bosco, sacerdote de la archidiócesis de Taunggyi. Ambos, junto con algunos voluntarios, pretendían llevar ayuda humanitaria a los desplazados internos de los pueblos de los alrededores, pero los militares birmanos les dieron el alto y les detuvieron, impidiendo esta labor. Según fuentes de la Agencia Fides, suele ocurrir que los sacerdotes católicos birmanos sean objeto de actos de intimidación y violencia. En algunos casos, los militares han confiscado ayuda y dinero destinados a las necesidades pastorales y a ayudar a los refugiados. En varias diócesis han sido detenidos (y posteriormente puestos en libertad) bajo sospecha de apoyar a las fuerzas rebeldes.
Estos incidentes se producen mientras continúan los combates entre el ejército y las Fuerzas Populares de Defensa en el estado de Shan, por lo que el número de desplazados va en aumento. La archidiócesis de Taunggyi ya ha acogido a miles de fieles católicos de la diócesis vecina de Pekhon (también en el estado de Shan).
En esta situación, se avecina una crisis humanitaria que las fuerzas armadas birmanas persiguen con la intención de aplastar toda resistencia popular y que perjudica principalmente a la población civil. El ejército birmano, en su estrategia, corta el acceso a los alimentos, las comunicaciones, el transporte y las finanzas, con el fin de reducir a la población al borde del abismo, con una flagrante violación de los derechos humanos. Ante la violencia militar, los aldeanos huyen a la selva o buscan refugio en instituciones e instalaciones religiosas, como centros católicos o monasterios budistas. Los refugiados confían y sobreviven sólo gracias a la ayuda incansable de sacerdotes, catequistas y voluntarios que se dedican a este servicio. Como harán también los tres nuevos sacerdotes de Taunggyi.
(PA) (Agencia Fides 27/10/2023)


Compartir: