EUROPA/ITALIA - ¡Es Navidad! Sólo después de haber adorado al Emmanuel en la gruta de Belén, puede uno volver a su propio ambiente, para llevar la esperanza a los perdidos y comunicarles la alegría de la Navidad - Una reflexión de la Abadesa de las Clarisas de Otranto

jueves, 21 diciembre 2006

Otranto (Agencia Fides) - La cita anual de la Navidad nos invita una vez más a meditar sobre el acontecimiento extraordinario de la encarnación del Hijo de Dios. Mientras, en este tiempo, nuestra atención podría distraerse con tantas cosas, nosotros cristianos estamos llamados a detenernos ante del pesebre para adorar al Señor.
También hoy Jesús Niño nace en medio de los acontecimientos humanos: entre los individuos hay quien lo conoce, quién lo ignora, quién en nombre del respeto a los otros, trata de eliminarlo de la historia.
Parece que el nacimiento del Niño pueda molestar a hombres y mujeres de nuestro tiempo, precisamente ahora mismo que el miedo y el extravío buscan prevalecer en la tierra. En muchos lugares arrecia la guerra, se pisa la vida y los derechos fundamentales de la persona, se desfigura la creación y se explota de modo irracional, la humanidad parece haber perdido la capacidad de reconocer la presencia de Dios en el mundo.
Las personas, cerradas en un continuo aturdimiento, no consiguen ya cultivar espacios de profunda interioridad, custodiar espacios de silencio que llevan al umbral del Misterio. Sin embargo Dios, a pesar de la indiferencia de la humanidad, continua haciéndose el encontradizo en un Niño envuelto en pañales que yace en un pesebre. Se revela a los pastores, a los no potentes, a los humildes de la tierra, a los que velan por la noche y se ven envueltos en la gloria del Dios (cfr.Lc 2,8-9).
Él, que continua respondiendo a quién continuamente lo busca, se deja encontrar en un Niño, indefenso, tierno, quien continua sin haber puesto hoy. Nacido en pobreza, anuncia a los hombres y mujeres del 2.000 el amor infinito del Padre por la humanidad.
Parémonos ante el pesebre: es tiempo de contemplar y adorar el Emmanuel en silencio. "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14).
En la gruta también Maria y José, que viven la existencia en Dios, proponen un nuevo modo de vivirlo en la esencialidad, en la sobriedad y en la sencillez, fundado en el amor y la certeza de que cada uno es acogido y amado por el Señor.
En la gruta no hay individuos que busquen el protagonismo y la espectacularidad. Hay solamente testigos del amor que se entregan en la gratuidad, personas que sin cálculos o expectativas realizan la llamada del Señor.
La gruta está abierta, no hay barreras o defensas. En la casa elegida por Dios para su Hijo hay puesto para todos. También hoy los hombres y mujeres de buena voluntad pueden hacer fiesta por la Natividad del Señor, por la presencia de Dios en la tierra, por la acción visible del Espíritu en cada historia.
Sólo después de haber adorado al Emmanuel en la gruta de Belén, puede uno volver a su propio ambiente, para llevar la esperanza a los perdidos y comunicarles la alegría de la Navidad. El Niño indefenso quiere donar al mundo la paz. Diana Papa, Hermana Pobre en S. Clara, Abadesa (Otranto). (Agencia Fides 21/12/2006 - Líneas: 41 Palabras: 539)


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