ÁFRICA - El celular instrumento de desarrollo para África, ¿pero también medio para un mayor control social por parte de los gobiernos?

jueves, 19 octubre 2006

Roma (Agencia Fides) - Un instrumento que se ha convertido de uso cotidiano para millones de africanos y ciertamente en capacidad, si es utilizado correctamente, de contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes del continente. Es el teléfono celular que desde hace más de 10 años ha tenido una difusión creciente también en los ángulos más perdidos de África. Construir una red de celulares es en efecto más rápido y económico que colocar miles de kilómetros de cables de cobre (o también de fibra óptica) en regiones muchas veces difíciles y donde falta la infraestructura. Con pocas células (repetidores de señal) se pueden en cambio cubrir en condiciones excelentes cientos de kilómetros, con costos relativamente limitados.
Surge sin embargo la duda si la difusión de este instrumento no comporte también un mayor control social por parte de gobiernos que no son siempre ejemplo claro de democracia. Más allá de las interceptaciones telefónicas, el análisis del tráfico telefónico y el control de los movimientos de las personas (gracias al hecho de que todo teléfono debe “colgarse” a un repetidor del sistema localizado en el territorio para poder funcionar) constituyen instrumentos indispensables para las agencias de espionaje y para las fuerzas de policía de todo el mundo. Si es verdad que hay investigaciones legítimas que requieren el uso de estos procedimientos, es asimismo verdad que los recientes escándalos que se han verificado en países occidentales, de consolidada democracia, hacen emerger la duda sobre la confiabilidad de las garantías de la privacidad también en los estados africanos.
Alguno podría objetar que frente a los problemas del continente (hambre, enfermedades, guerras, carestías) estas son cuestiones secundarias. Las garantías democráticas son tan fundamentales para Europa, Asia, América, Oceanía, cuanto para África, incluso porque este continente no vive fuera del tiempo, separado del resto del mundo. Los problemas planteados por la tecnología son los mismos, en Norteamérica y en África, aunque puede haber diferencias debido a la historia y a la geografía. Es por lo tanto innegable que la difusión de los celulares plantea un problema de garantía de la privacidad y en última instancia, de correcto funcionamiento de la sociedad. Esto es válido en el mundo occidental, en África o en Asia. Con más razón en el continente africano donde la mayor parte de los países está tratando de hacer avanzar la democracia, entre otras cosas para resolver los graves problemas arriba mencionados.
La concesión de las licencias para poder operar en un determinado país es uno de los posibles modos para obtener la colaboración de las sociedades telefónicas en operaciones de control por parte de los gobiernos. No se olvide asimismo que algunas de las modernas sociedades de mercenarios, púdicamente definidas “de consultoría para la seguridad” ofrecen también asistencia en el campo del espionaje y del control interno. No hay que excluir por lo tanto la difusión de sistemas hardware y software, que con costos relativamente limitados, están en capacidad de tener bajo control un gran número de usuarios o de crear esquemas de comportamiento y sociales, analizando los flujos de tráfico (“quien llama a quien”, por cuanto tempo y desde donde). Deben ser elaborados por lo tanto sistemas de garantía para hacer que en África exista un derecho de tutela de la privacidad de las personas. También porque son justamente los sacerdotes, los misioneros, los operadores humanitarios y los miembros de la sociedad civil más comprometidos con la defensa de los derechos humanos, quienes han recurrido a los teléfonos celulares, al menos para cubrir las notables distancias que caracterizan muchas veces la geografía africana. (L.M.) (Agencia Fides 19/10/2006)


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