ASIA/LAOS - “Aunque soy obispo, aún me queda mucho por aprender”. La misión “en movimiento” del Vicario Apostólico de Paksè

sábado, 28 octubre 2023 evangelización   misión   fe  

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Por Paolo Affatato

Paksè (Agencia Fides) – “La práctica misionera de ir por los pueblos y visitar a las familias católicas, o hablar de Jesús a quienes no lo conocen, con alegría en el corazón y espíritu misionero -y con mucho esfuerzo porque se viaja en moto a través de bosques o montañas-, es una característica peculiar de ser cristiano en Laos, en este pequeño país del sudeste asiático. Si pienso en mi vida como bautizado, luego como sacerdote y ahora como obispo, siempre ha sido misionera, siempre dinámica, nunca inmóvil. Siempre en movimiento para llevar el Evangelio a toda criatura. En Laos, no sabemos hacer otra cosa. Nuestra vida es misionera cada día y en cada circunstancia. Sencilla, con pocos medios, pero con gran alegría de serlo. En esto puedo decir que estamos en profunda sintonía y ponemos en práctica, en nuestro ser Iglesia, las palabras que el Papa Francisco nos ha regalado en Evangelii Gaudium”.
El testimonio aportado a la Agencia Fides por el Vicario Apostólico de Paksé, mons. Andrew Souksavath Nouane Asa, de 50 años - y que publicamos al concluir el mes de Octubre Misionero - ofrece algunos de los aspectos esenciales y rasgos peculiares de la vida de fe que vive el "pequeño rebaño" de los fieles laosianos, una de las periferias más lejanas y misteriosas de la Iglesia católica en el mundo, dado su perdurable aislamiento, apenas rozado por las nuevas políticas de apertura al exterior, y dadas las dificultades de comunicación que todavía existen en la nación gobernada por un partido comunista. Esta experiencia, vivida en un país que, de una población de 7,3 millones de habitantes, cuenta con 51.000 bautizados, divididos en 4 Vicariatos Apostólicos (Vientiane, Paksè, Luang Prabang, Savannakhet), adquiere, en su sencillez e inmediatez, un valor universal y paradigmático para todas las comunidades católicas.
El Vicario Apostólico cuenta la historia de su vocación: “Nací en 1972 en la ciudad de Paksè, cerca de la casa episcopal, en el seno de una familia católica. Mi madre y mi padre habían conocido a los misioneros y recibido el bautismo. Mi abuelo atendía a los padres franceses de las Misiones Extranjeras de París (MEP), les preparaba la comida, les ayudaba en el servicio pastoral. Mis padres eran muy devotos. Asistíamos a misa todos los domingos y luego hablábamos de la Palabra de Dios. Mamá me preguntaba: ¿qué dijo el cura en la homilía? ¿Qué palabra del Evangelio se te ha tocado el corazón? En casa rezábamos. La semilla de la fe crecía en mí. Empecé a servir en el altar durante la liturgia. Y acompañaba al párroco que iba por los pueblos a celebrar los sacramentos, a hablar, a visitar a las familias del Vicariato. Aquella labor misionera me inspiró mucho. Mi vocación sacerdotal creció impregnada del espíritu misionero de salir, encontrar, consolar, hacer el bien a la gente más pobre y lejana”.
El Vicario prosigue: “El párroco se preguntaba a veces: ¿quién continuará esta obra? Yo mismo me lo preguntaba. La llamada de Dios al sacerdocio asomaba ya en mi corazón, pero sin gran claridad. Ciertamente, aquel movimiento misionero de entrega al prójimo me atraía. Un buen día me preguntó: ¿qué quieres ser? ¿Cómo quieres ayudar a la Iglesia? ¿Quieres ser catequista, profesor, sacerdote? Respondí: 'Heme aquí', y opté por iniciar una experiencia de estudios en el seminario menor. Empecé viviendo en casa del obispo cuando tenía unos 16 años. Estudié, seguí al párroco, experimenté su vida, y esto me dio alegría y paz. Eran signos de la obra de Dios en mi corazón. Al cabo de dos años, cuando terminé el instituto, conseguí una beca del gobierno para continuar mis estudios universitarios en Laos, para enseñar inglés. Mi formación continuaba”.
“Mientras tanto -continúa-, veía el trabajo de los sacerdotes y las religiosas, que eran pocos para un territorio tan extenso. Cuando terminé el ciclo de enseñanza superior, el obispo y misionero francés Pierre-Antonio-Jean Bach, MEP, antiguo vicario apostólico de Savannakhet, que venía a menudo a visitarnos a Paksè, me propuso ayudarme a ir a Canadá a estudiar, para completar mis estudios hacia el sacerdocio. Tras obtener el permiso del gobierno, estudié filosofía y teología en Vancouver y luego en el seminario de San José, en Edmonton. Gracias al apoyo financiero de la comunidad de Edmonton, completé mis estudios. Les estaré eternamente agradecido. Mientras estudiaba, conocí a buenos sacerdotes que inspiraron mi camino”.
Tras sus estudios, el regreso a la patria: “Con alegría volví a mi país. Quería contribuir en la medida de mis posibilidades. En 2006 me ordenaron sacerdote en Kamphaeng, el pueblo donde nació mi familia, en la parroquia de San José, cerca de Paksè, donde viven 300 familias católicas. En la celebración había misioneros, religiosas, fieles: fue una gran fiesta, un gran regalo de Dios”.
“Y así -continúa- empecé mi vida como párroco. En 2006 sólo había tres sacerdotes en el Vicariato, y uno era muy mayor. Se nos encomendó el cuidado de los católicos diseminados por la zona, que entonces eran unos 17.000. Me asignaron unos diez puestos misioneros. Iba y venía de los pueblos, donde se reunían los católicos, incluso en algunos lugares de difícil acceso, en las montañas o en los bosques. En algunos lugares había 20 familias católicas, en otros 50. ¡Siempre estaba en movimiento! Hoy el trabajo no ha cambiado: hay 64 puestos de misión en el vicariato de Paksè, a veces con pequeñas capillas de madera para el culto. Las familias indígenas se reúnen allí para rezar y compartir la Palabra de Dios, a menudo dirigidas por un catequista. El trabajo que hago, entonces como ahora, es celebrar bautizos, confirmaciones, misas, y llevar a cabo la catequesis en colaboración con los catequistas, que son uno o dos por estación de misión. Los catequistas siguen siendo muy importantes hoy porque siguen regularmente la vida de fe de la gente en los pueblos. Son el punto de referencia constante”, explica.
El Vicario Apostólico de Paksé añade: “Mi misión, antes y ahora, consiste en detenerme, escuchar y estar con la gente. Desde entonces vivo la alegría de servir. He experimentado el afecto, el calor humano, la acogida, me he sentido como en casa en cada pueblo. Me pregunto a menudo quién soy yo para que me traten con tanta amabilidad y cariño. Son nativos, campesinos, gente sin estudios, pero con luz en los ojos. Gente que resiste ante las dificultades y confía en Dios. Gente que vive su fe como un tesoro que atesorar en su corazón, y así lo han hecho, incluso en las dificultades o persecuciones del pasado”. “La vida de párroco era siempre en movimiento: la adoración, las oraciones, los sacramentos” y, año tras año, también ha crecido la libertad de acción, otorgada por el Gobierno: “Hoy podemos circular libremente y sólo pedimos permiso para grandes concentraciones de gente, no hay dificultades ni obstáculos en el servicio diario”, relata.
Aun “habiéndome ordenado obispo, me queda mucho por aprender”, afirma. La ordenación episcopal tuvo lugar en la solemnidad de la Asunción, el 15 de agosto de 2022, en la misma iglesia de San José y en el mismo pueblo de Kamphaeng, a unos 30 kilómetros al norte de la ciudad de Paksé. “Es la parroquia donde crecí. Vinieron los obispos de Laos y Camboya, y también estuvo el delegado apostólico de la Santa Sede, el arzobispo Paul Tschang In-Nam. Estoy bajo la protección de María. Me sentí acompañado y apoyado por la comunidad”.
“La parroquia se ha ampliado”, señala, y abarca todo el Vicariato, que se extiende por cuatro provincias civiles del sur de Laos. “La parroquia se ha ampliado”, señala, y abarca todo el Vicariato, que se extiende por cuatro provincias civiles del sur de Laos. “Ahora tenemos 22.000 fieles y contamos con 10 sacerdotes, todos locales. De vez en cuando vienen misioneros a visitarnos, del extranjero o de Vientiane. Nos ayudan y congregaciones religiosas femeninas como las Hermanas de la Caridad de San Vicente y las Hermanas Amantísimas de la Santa Cruz están presentes en el Vicariato. Tenemos más de 100 catequistas: ¡qué gran fuerza y qué gran don! Muchos son jóvenes. Son nuestra esperanza, y viven en diferentes lugares de la región. Hay cuatro parroquias instituidas, una en la ciudad, tres en la región. Y luego, como ya he dicho, las más de 64 “estaciones misioneras”.
Monseñor Andew ha llamado a los sacerdotes del Vicariato a vivir con él en Paksè: “Vivimos juntos para ser una fraternidad sacerdotal y también porque, en los lugares más alejados, los sacerdotes tienen dificultades en su sustento diario y no cuentan con el apoyo adecuado. Vemos que, como sacerdotes, todos nos beneficiamos de compartir y vivir en comunidad”, señala.
En cuanto a las vocaciones sacerdotales, el futuro parece prometedor en el territorio de Paksè: “Ya hay dos diáconos que se preparan para el sacerdocio, y 12 jóvenes seminaristas en Savannakhet. Hay esperanza, el Señor calienta los corazones. También los jóvenes piden venir a quedarse con nosotros. Intentamos acogerlos y acompañarlos en su camino de fe. La nuestra es una Iglesia pequeña que vive, en su cotidianidad, una experiencia sinodal. Escuchamos a todos, reforzando así la comunión y el sentido de comunidad. El Espíritu Santo se manifiesta y el Señor siempre nos asombra. Es bueno reunirse y encomendarse a Él”.
(Agencia Fides 28/10/2023)


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