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Port au Prince (Agencia Fides) - Hambre, violencia, cólera, inestabilidad política total, este es el clima en el que se encuentra la isla caribeña. Haití se presenta como un país desgarrado, sin instituciones, con una población hambrienta y bandas armadas que siguen asediando todos los sectores. La crisis política y económica se ha agravado tras el asesinato del Presidente Jovenel Moïse en 2021 y a raíz de las protestas civiles contra la carestía de la vida y la inseguridad social. Es poco probable que se celebren nuevas elecciones hasta que disminuya la violencia desenfrenada de las bandas. En 2022, el país ha vivido un estancamiento político, el aumento de los precios del gas y el agua, y una oleada de violencia de bandas con secuestros y muertes. Entre los más recientes, el secuestro, el 7 de febrero, del padre Antoine Macaire Christian Noah, misionero claretiano, del que aún no se tienen noticias (véase Agencia Fides 10/2/2023).
La violencia armada también se ha desatado contra las escuelas y otros centros educativos, que han colapsado desde que las bandas criminales empezaron a atacar las escuelas. A principios de febrero, unas 30 escuelas cerraron debido a la violencia en zonas urbanas del país. Desde octubre de 2022 se han cerrado más de una cuarta parte de los centros educativos. Esto solo aumenta la posibilidad de que los niños sean reclutados por grupos armados.
Mientras tanto, la magnitud de las necesidades humanitarias es alarmante. Haití cuenta hoy con una población de unos 12 millones de habitantes. Según estimaciones oficiales del Fondo de la ONU, unos 19.000 haitianos están al borde de la inanición. Casi la mitad de la población necesita ayuda. El cólera ha provocado la muerte de más de 457 personas, con otros 22.500 casos sospechosos. Más de 155.000 personas se han visto desplazadas, principalmente debido a la violencia de las bandas.
(AP) (Agencia Fides 24/2/2023)
