EUROPA/ITALIA - Deus caritas est y el laico: una contribución de don Nicola Bux sobre la encíclica del Papa Benedicto XVI

jueves, 16 febrero 2006

Roma (Agencia Fides) - Publicamos una contribución de don Nicola Bux, docente de la Facultad Teológica pullesa, Vicedirector del instituto Ecuménico de Bari y Consultor de diversos Dicasterios Vaticanos, sobre la encíclica del Papa Benedicto XVI "Deus caritas est".
"Hace unos cuarenta años Hans Urs von Balthasar daba a la prensa Cordula oder der Ernstfall, en el que describía en antelación el nacimiento de un sistema que, de oriente a occidente, habría constituido un apoyo de la autocrítica de la razón a la propia perfección y el carácter absoluto de la libertad: "En la edad media los dos enunciados habrían sido de modo absoluto una contradicción, porque o el ser, que puede medir la propia razón como finita, participa de algún modo de la razón y de la verdad infinita, y por tanto puede tener en la propia libertad un principio de infinidad o bien el ser, que declara seriamente que la razón también es finita, debería también admitir (la razón y la voluntad siendo dos aspectos correlativos del mismo espíritu) la perfección de la libertad"(p 61-62). El gran teólogo, exponía luego, las cuatro tesis sobre las que apoyaba el sistema: la esencia que se convierte en la función de la existencia que se proyecta libremente; la libertad que existe sólo como inter subjetiva; el cosmos que especulativamente puede ser sólo imaginado como la autocomunicación de la libertad; por último, ya que todo el ser está encerrado en el círculo entre idea y realidad, un Dios fuera de este círculo es superfluo. De todo ello se extraía la consecuencia de que el sistema "puede ser ahora manipulado experimentalmente sin peligro" (p 65).
Esas tesis han hecho desenvolver el sistema en la forma de la "dictadura del relativismo”, como denunciaba Joseph Ratzinger precisamente en la apertura del cónclave. Por la verdad en 1998 Juan Pablo II publicaba la encíclica Fides et ratio en la que indicaba como " La filosofía moderna, dejando de orientar su investigación sobre el ser, ha concentrado la propia búsqueda sobre el conocimiento humano. En lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad, ha preferido destacar sus límites y condicionamientos. Ello ha derivado en varias formas de agnosticismo y de relativismo, que han llevado la investigación filosófica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general. Recientemente han adquirido cierto relieve diversas doctrinas que tienden a infravalorar incluso las verdades que el hombre estaba seguro de haber alcanzado. La legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. Este es uno de los síntomas más difundidos de la desconfianza en la verdad que es posible encontrar en el contexto actual" (FR 5). Se reaccionó desde diversas partes de modo resentido y a veces escandalizado, un poco ocurrió con las últimas intervenciones del cardenal Ratzinger; se ha hablado de ofensiva clerical hacia los laicos, los cuales estarían a la defensiva. El hecho es que en la "ofensiva" han participado también creyentes y no creyentes en Italia y fuera de Italia. Por tanto, es comprensible que el profesor Giulio Giorello publicase un panfleto De ninguna igleisa. La libertad del laico. Raffaello Cortina Editor, Milán 2005, en el que invita a los laicos a pasar al contraataque. ¿Qué laicos? Algún comentador ha avanzado la idea de que el laico debería tratar de redefinir su identidad.
¿Cosa ardua? Si abordamos el término en sentido amplio, el reciente Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, en la respuesta a la pregunta: ¿Qué es lo que prohíbe Dios cuando manda: "No adorarás a otros dioses? (art. 465) permite entrever algunos tipos: laico es el politeísta o el idólatra, que diviniza una criatura, el poder, el dinero, hasta el demonio. Es el supersticiosos, que practica la adivinación, la magia, la brujería y el espiritismo. Es el irreligioso, que tienta a Dios o profana lo sagrado o incluso vende y adquiere las realidades espirituales. Es el ateísta que rechaza la existencia de Dios, a menudo basándose en una falsa concepción de la autonomía humana. ¿será este el laicista? - o es por fin el agnóstico, par quien no se puede saber nada de Dios, y que comprende el indiferentismo y el ateísmo práctico. He aquí algunos tipos de laicos a caballo, digamos, entre lo sagrado y lo profano, entre religión y filosofía. Ya, porque la figura del laico se vea desde donde se vea, está mezclada un poco por todo el mundo como en la Iglesia. Se puede decir que el hombre nace laico. Con razón alguien ha preguntado a Giorello: ¿basta la filosofía? (Filippo La Porta, Caro Giorello, la filosofía non basta, Corriere della Sera 26 de julio de 2005, p 35). Ya porque 'el amor a la sofia' debería llevar antes o después a buscarla: pero, ¿qué sucede cuándo se encuentra allí a Dios? ¿No es en ese entonces cuando el laico 'habita en lo sagrado?' Juan Pablo II demostró en Fides et ratio la casi ineluctabilidad del encuentro entre fe y razón, porque sea la una como la otra mueve y llega a la única verdad; cuando se niega esto nace una figura anómala: el laico relativista. O también cuando se afirma que las verdades son muchas. ¿Pero como sería? Por el principio de no contradicción ¿no terminarían por aniquilarse la una a la otra? Si luego se reconoce que el hombre es falible, haciendo precisamente de este asunto un presupuesto científico, entonces debería dudar humildemente de que el relativismo no sea una equivalencia de valores sino una competencia, también sin querer imponerlo. Pero nadie venga a decir que la competencia no implica un sentimiento de superioridad: de otro modo como concurriría. Toda visión de la vida implica ser considerada 'absoluta' y capaz de salvar. La absolutidad del cristianismo - pero a su modo también de otras religiones - es precisamente en la idea y en la persona del salvador. ¿Por qué pues alarmarse? Admitir la falibilidad del hombre significa remontarse al Génesis; el pluralismo no es modernidad, si acaso de la contemporaneidad; quizá la tolerancia es moderna, pero a su tiempo han sido un poco tolerantes todas las religiones, de otro modo no habrían sobrevivido.
Por tanto, en lugar de hacer un catecismo laico y definirse en negativo, sería mejor admitir que el hombre es un ser que por su naturaleza tiende al cambio: de ideas, de religión, de opciones. No se puede negar esta evidencia. ¿No es la vida un drama? La equivalencia de los valores lleva a ser nihilista, conduce a la indiferencia y a la inmoralidad, al homicidio y al suicidio. Puede evitar todo esto precisamente el mandamiento "no tendrás otro Dios."
No queda sino entender quien es el laico: una tentativa, a la luz de la encíclica Deus caritas est, de 'atravesar' las opiniones en circulación con el deseo de señalarles modestamente a aquellos clérigos impacientes de entremeterse en las cosas del mundo, algunos aporie: quizás podrían mejor discernir si están ayudando - como debería ser - al laicado que obra por "eclesializar" el mundo, en el sentido más etimológico y patrístico dado por Balthasar, o bien si están ayudando, a lo mejor sin saberlo, al laicismo que tolera a laicos y clérigos interesados sólo del espíritu, por tanto funcionales a la "disolución neumática de la Iglesia", como ha dicho Juliano Ferrara (R.Casadei Papa de la razón, Tiempi, 29 de abril de 2005, p 11). (Don Nicola Bux) (Agencia Fides 16/2/2006, Líneas: 82 Palabras: 1263)


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