ASIA/PALESTINA - El Padre Gabriel y la misión en Gaza: Custodiar la Eucaristía para ser custodiados en la fe

viernes, 25 febrero 2022 oriente medio   misión   evangelización   Áreas de crisis   cáritas   islam  

El padre Gabriel Romanelli y el seminarista Abdallah Nasser Jelda saludando al Papa Francisco

Gaza (Agencia Fides) - En Gaza la vida no es fácil para nadie. Las consecuencias del conflicto árabe-israelí hacen que la Franja parezca la prisión al aire libre más grande del mundo desde hace 70 años, sacudida por conatos de guerra que hacen estragos entre la población civil y siembran la semilla del odio en el futuro de las generaciones más jóvenes. En tal lugar, para quien ha recibido el don de la fe en Cristo, lo más importante es “custodiar la presencia física del mismo Cristo en la Eucaristía”, y pedir que sea Él quién vele por el bien de todos. En esto confía el padre Gabriel Romanelli, que es párroco de la iglesia católica dedicada a la Sagrada Familia, y pasa sus jornadas consolado por los pequeños y grandes milagros de fe, esperanza y caridad que ve acontecer entre sus feligreses y sus compañeros de destino en Gaza.

Entre las sorpresas de los últimos tiempos, revela el padre Gabriel en una conversación con Fides, está Abdallah, el palestino de 24 años que inició el camino para convertirse en sacerdote, siendo así el primer sacerdote o vocación religiosa de la Franja de Gaza en al menos cincuenta años.

El padre Gabriel llegó a Gaza siguiendo su vocación misionera. Ya en sus sueños de niño se imaginaba proclamando el Evangelio al mundo, y se preguntaba por qué en su Buenos Aires, donde casi todos se bautizaban, los cristianos no vivían felices. “Yo también había leído un librito sobre San Juan Bosco”, bromea hoy, “y me llamó la atención la frase de que quien ayuda a salvar un alma, también salva la suya. Inmediatamente me pareció un buen trato”. Tras superar las reticencias de sus padres, a los 18 años entró en el noviciado del Instituto del Verbo Encarnado (IVI). Como seminarista, soñaba que su vocación lo llevaría a China o a Rusia. En cambio, sus superiores le pidieron que fuera a Oriente Medio. “Yo estaba feliz y asombrado. Oriente Medio es la tierra del Señor y pensé que era un destino para proponer a sacerdotes experimentados, y yo todavía era seminarista”, cuenta el padre Romanelli. Después de su ordenación sacerdotal y de pasar dos años en Egipto aprendiendo árabe, su primer destino fue Jordania. El entonces arzobispo, Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén, le pidió que fuera como formador al seminario patriarcal de Beit Jala, donde enseñó filosofía en árabe y francés durante 14 años.

A Gaza, como nuevo párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, llega en 2019. “Para mí es una misión verdaderamente hermosa. Cada vez me asombro al pensar que, según la tradición, el niño Jesús pasó por Gaza al ir y volver de Egipto, cuando la Sagrada Familia, a la que da nombre nuestra parroquia, tuvo que huir para preservarlo de la maldad de Herodes. Y luego siempre pienso en los teólogos y santos, como Hilarión, que hicieron florecer el monacato también en la Franja de Gaza desde los primeros siglos cristianos”, explica el sacerdote. Hoy, el contexto histórico de Gaza, con todas sus heridas, empuja también a la obra apostólica a asumir rasgos esenciales. No hay necesidad de planes pastorales llenos de ideas eficaces ni de confiar la evangelización a nuevas “estrategias de comunicación”. Basta con seguir en este lugar atento a las cosas que la vida real te pone delante.

Entre las prioridades que impulsan al padre Romanelli, -empezando por custodiar la presencia física de Cristo en la Eucaristía-, están también las pequeñas cosas cotidianas, los gestos más habituales y sencillos de la espiritualidad católica como la oración, la celebración de la Misa y los sacramentos, el Rosario o el catecismo. Prefiere no perder el tiempo deteniéndose en la escasez numérica de bautizados en Gaza. Con este espíritu nació o floreció en los últimos años el grupo Scout, la escuela de monaguillos que lleva el nombre del joven Carlo Acutis, los cursos de estudio doctrinal (este año centrado en los Sacramentos, después de los dedicados a la Sagrada Escritura ya la Virgen María) y de Adoración Eucarística, “que este año hemos propuesto también a los más pequeños. Quizá les dure solo unos minutos, pero así ellos también pueden empezar a tener delante de sus ojos y de su corazón que Jesús, nuestro Salvador, está presente en esa Hostia consagrada”, dice el sacerdote.

El trabajo apostólico de la parroquia de Gaza poco o nada tiene que ver con el compromiso activista. Y quizás por eso mismo es impresionante el verdadero florecimiento de obras de caridad que crece espontáneamente en torno a la iglesia, incluso en términos cuantitativos. Las emergencias del pueblo de Gaza son muchas. “La iglesia, -subraya el padre Gabriel, - es como un oasis, un lugar de descanso para la comunidad cristiana y para todos los demás”. En la Franja de Gaza, donde viven al menos un millón 800 mil palestinos, los cristianos son actualmente 1077. Entre ellos, los católicos son 133. Las escuelas del Patriarcado Latino y las Hermanas del Rosario acogen a 2300 alumnos, casi todos musulmanes. Las Hermanas de Madre Teresa atienden a 75 personas discapacitadas, de las cuales 50 son niños. También se ocupan de 66 bebés mariposa, niños que padecen una enfermedad genética degenerativa, -la epidermólisis ampollosa-, que hace que la piel sea tan frágil que se infecte y se llene de llagas al menor roce. Solo puede aliviarse con la aplicación continua de vendajes cremosos. La pandemia de Covid-19 ha afectado a unas 60.000 personas en la Franja de Gaza, y de ellas, unas 40.000 han sido atendidas por equipos médicos y clínicas ambulatorias organizadas por Cáritas.

Incluso los líderes de Hamás, el partido islamista que controla políticamente la Franja de Gaza, toman nota de las cosas que hacen por el bien del pueblo las obras de caridad de la parroquia de la Sagrada Familia. Antes de la última Navidad, cuando algunos predicadores querían que sus fieles fueran advertidos en las mezquitas de no enviar buenos deseos a sus hermanos cristianos y amigos, el gobierno palestino en Ramallah también se opuso duramente a tal intimidación. Algunos representantes de Hamas acudieron a la parroquia, y como muestra clara de su buena voluntad, se publicó en los medios locales su foto con el Padre Gabriel, todos posando bajo el árbol de Navidad.

La vocación de Abdallah Nasser Jelda también floreció en esta red de vida. 24 años, hijo mayor de una familia cristiana con cuatro hijos (dos niños y dos niñas), sintió su “inquietud vocacional” a través de las actividades de la parroquia. Ahora Abdallah ha comenzado recientemente el seminario del Instituto del Verbo Encarnado, en Italia, después de haber hecho su noviciado en Gaza. Las búsquedas en los registros confirman que no ha habido vocaciones sacerdotales o religiosas en Gaza en los últimos 50 años. Y para encontrar otro sacerdote, o un fraile, o una religiosa nacida y criada en Gaza, uno tiene que retroceder aún más. El padre Gabriel no quiere ningún mérito. “Las vocaciones no son obra nuestra. Son obra de Dios”, concluye el sacerdote.
(GV) (Agencia Fides 25/2/2022)


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