VATICANO - El Papa Benedicto XVI en la solemnidad de la Inmaculada: "El hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, una persona aburrida, no pierde su libertad. Sólo el hombre que se confía totalmente a Dios encuentra la verdadera libertad, la gran amplitud y creatividad de la libertad del bien"

viernes, 9 diciembre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El 8 de diciembre de 1965, el Papa Pablo VI concluyó solemnemente en San Pedro el Concilio Vaticano II declarando a Maria Santísima "Madre de la Iglesia”. A 40 años de distancia, el Santo Padre Benedicto XVI ha querido recordar este gran acontecimiento eclesial presidiendo en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Maria una solemne Concelebración Eucarística en la Basílica Vaticana. "Un marco mariano circunda el Concilio. En realidad, es mucho más que un marco: es una orientación de todo su camino - ha recordado el Santo Padre en la homilía -. Maria no sólo tiene una relación particular con Cristo, el Hijo de Dios que, como hombre, quiso hacerse hijo suyo. Estando completamente unida a Cristo, Ella también nos pertenece totalmente a nosotros. Sí, podemos decir que Maria está a nuestro lado como ningún otro ser humano… El Concilio quiso decirnos esto: Maria está tan entrelazada en el gran misterio de la Iglesia que Ella y la Iglesia son inseparables como son inseparables Ella y Cristo. Maria refleja a la Iglesia, la anticipa en su persona y, en todas las turbulencias que afligen a la Iglesia sufriente y fatigosa, continua siendo siempre la estrella de la salvación… En Maria, la Inmaculada, encontramos la esencia de la Iglesia en un modo no deformado. De Ella debemos aprender a convertirnos nosotros mismos en "almas eclesiales". Así se expresaron los Padres, para poder también nosotros, según la palabra de San Pablo, presentarnos "inmaculados ante el Señor, tal como Él nos ha querido desde el principio".
El Santo Padre ha explicado después el sentido de "Maria, la Inmaculada", recordando dos imágenes propuestas por la liturgia. La primera, la narración del anuncio a Maria, "nos hace ver que Maria, la humilde mujer de provincia que proviene de un estirpe sacerdotal y porta consigo el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es "el resto santo" de Israel a quien los profetas, durante los períodos difíciles y de tinieblas hacían referencia. En Ella está presente el verdadero Sión, la pura, la morada viviente de Dios. En Ella mora el Señor, en Ella encuentra el lugar de Su descanso… Maria es el Israel santo; Ella dice "sí" al Señor, se pone totalmente a su disposición y se convierte así en el templo viviente de Dios". La segunda imagen, sacada del libro del Génesis, es más difícil: “Se predice que durante toda la historia continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir entre el hombre y las potencias del mal y la muerte. Pero viene también preanunciado que "la estirpe" de la mujer un día vencerá a la muerte y aplastará la cabeza de la serpiente; se preanuncia que la estirpe de la mujer - y en Ella la mujer y la madre misma - vencerá y que así, a través del hombre, Dios vencerá."
El cuadro presentado dice que "el hombre no confía en Dios. Él cultiva la sospecha de que Dios, en realidad, le quita algo importante de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad y que nosotros solamente seremos plenamente seres humanos cuando lo hayamos arrinconado" ha continuado el Santo Padre. "La voluntad de Dios no es para el hombre una ley impuesta del exterior que le obliga, sino la medida intrínseca de su naturaleza, una medida que le es inscrita en él y lo devuelve imagen de Dios y así criatura libre. Si nosotros vivimos contra el amor y contra la verdad - contra Dios -, entonces nos destruimos recíprocamente y destruimos el mundo… Todo esto viene narrado con imágenes inmortales en la historia de la caída original y la expulsión del hombre del Paraíso terrenal."
Esta narración describe la historia de todos los tiempos, ha continuado Benedicto XVI, "todo nosotros llevamos dentro una gota del veneno, de ese modo de pensar ilustrado en las imágenes del Libro del Génesis. Esta gota de veneno la llamamos pecado original. Precisamente en la fiesta de la Inmaculada Concepción surge en nosotros la sospecha de que una persona que no peca es en realidad una persona aburrida; qué le falta algo en su vida: la dimensión dramática del ser autónomo; que forma parte del verdadero ser humano la libertad de decir no… En una palabra, nosotros pensamos que en el fondo el mal es algo bueno, que tenemos necesidad del mismo, al menos un poco, para experimentar la plenitud del ser… Pero mirando el mundo de nuestro alrededor, podemos ver que no es así, que el mal envenena siempre, no levanta al hombre, sino que por el contrario, lo abaja baja y lo humilla, no lo hace más grande, más puro y más rico, sino que le perjudica y hace que se empequeñezca. Esto es lo que debemos aprender en el día de la Inmaculada: el hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se confía totalmente a Dios encuentra la verdadera libertad, la gran amplitud y creatividad de la libertad del bien".
"Cuanto más cerca está el hombre de Dios, más cerca está también de los hombres. Lo vemos en Maria. El hecho de que esté junto a Dios es la razón por la cual está tan cerca de los seres humanos", dijo el Santo Padre, invitando a considerar a Maria como "Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que podamos atrevernos a dirigirnos en cualquier necesidad en la propia debilidad y en el propio pecado", una luz que surge en nuestro camino "que nos ayuda a convertirnos también nosotros en luz y a llevar esta luz en las noches de la historia". (S.L) (Agencia Fides 9/12/2005, Líneas: 64 Palabras: 1017)


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