VATICANO - Benedicto XVI invita en el ángelus a contemplar a Maria Inmaculada: "Su celeste blancura nos atrae hacia Dios, ayudándonos a superar la tentación de una vida mediocre, hecha de compromisos con el mal, para orientarnos decididamente hacia el auténtico bien, que es fuente de alegría"

viernes, 9 diciembre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Un día de intenso gozo espiritual, en el que contemplamos a la Virgen Maria.... En Ella refulge la eterna bondad del Creador que, en su diseño de salvación, la escogió para ser madre de su unigénito Hijo, y, en previsión de su muerte, la preservó de toda mancha de pecado": con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI ha recordado la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Maria en el día de la fiesta, antes de recitar el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El Pontífice recordó después que todos los hombres están llamados a ser santos e inmaculados ante la presencia de Dios en el amor", (cfr Ef 1,4). Por tanto, mirando a la Virgen, se despierta en nosotros la aspiración a la belleza, a la bondad, a la pureza del corazón. "Su celeste blancura nos atrae hacia Dios, ayudándonos a superar la tentación de una vida mediocre, hecha de compromisos con el mal, para orientarnos decididamente hacia el auténtico bien, que es fuente de alegría"
Luego el Santo Padre ha recordado la solemne conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II, "el acontecimiento eclesial más grande del siglo XX", ocurrido hace 40 años. En aquella circunstancia, el Papa Pablo VI "confió la realización de los documentos conciliares a la Virgen Maria, invocándola con el dulce título de Madre de la Iglesia". Benedicto XVI ha dado gracias a Maria Santísima "por haber acompañado estos cuarenta años de vida eclesial ricos en tantos acontecimientos" y por haber velado "con maternal solicitud sobre el pontificado de mis venerados Predecesores, cada uno de los cuales, con gran sabiduría pastoral, ha dirigido la barca de Pedro por la ruta de la auténtica renovación conciliar, trabajando continuamente por la fiel interpretación y realización del Concilio Vaticano II".
Por último, el Papa invitó a los fieles a unirse espiritualmente a su peregrinación a la Plaza de España, a los pies de la estatua de la Inmaculada, "que quiere ser un acto de filial devoción a Maria, para confiarle la querida ciudad de Roma, la Iglesia y toda la humanidad". Después de la oración, el Santo Padre bendijo la antorcha olímpica, que transitaba por Roma en su itinerario hacia Turín, sede de los próximos Juegos Olímpicos Invernales: "Que esta llama recuerde a todos los valores de paz y fraternidad que están en la base de las Olimpiadas". (S.L) (Agencia Fides 9/12/2005; Líneas: 31 Palabras: 446)


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