VATICANO - Entrevista a Su Eminencia el Cardenal Crescenzio Sepe, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, con ocasión de la JORNADA MISIONERA MUNDIAL

sábado, 22 octubre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Con ocasión de la Jornada Misionera Mundial, que se celebra el domingo 23 de octubre, la Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas al Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Eminencia este año la Jornada Misionera Mundial coincide con la clausura del Año de la Eucaristía y el Sínodo de los Obispos y además es la primera Jornada Misionera Mundial en el Pontificado de Benedicto XVI, con un Mensaje propio dado por el difunto Pontífice Juan Pablo II ¿Cuáles son sus reflexiones al respeto?

Me gusta mucho esta pregunta porque el Evangelio nos enseña que debemos estar muy atentos a los signos de los tiempos, a cuánto se va desarrollando en la historia de la Iglesia hoy. Este período histórico, sobre todo estos últimos años, podemos contemplarlo como lo que realmente es: un bordado maravilloso de la Divina Providencia que, después del siglo de las grandes guerras y las desoladoras consecuencias de las ideologías homicidas del nazismo y del comunismo militante, parece introducirnos en una nueva época eminentemente misionera. Digo esto porque, como escribió Tertuliano, "la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos"; y ¡cuánta sangre ha sido esparcida durante el pasado siglo de innumerables cristianos muertos por su fe en Cristo!
Partiendo de la unión de los dos Pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, entramos en la intensidad espiritual de esta Jornada Misionera Mundial 2005. De la Jornada la Juventud en Colonia se ha dicho justamente que ha sido la Jornada de dos Papas; de la misma manera, esta Jornada Misionera, junta idealmente el celo apostólico de Juan Pablo II con el de Benedicto XVI.
El Siervo de Dios Juan Pablo II, al alba del Nuevo Milenio, ha donado a toda la Iglesia las programáticas palabras "Duc in altum", para exhortar a todos, sobre todo a los Pastores, a remar mar adentro, a no tener miedo a hablar de Cristo, sea en situaciones oportunas que inoportunas. Hoy, el gran peligro es que se hable poco de Cristo aun en aquellos contextos donde se debería - y subrayo el se debería - hablar de Cristo. Si dejamos de anunciarlo cuando es oportuno hacerlo, cuánto más dejaremos de hacerlo cuando las circunstancias sean inoportunas. ¿Dónde está, la valentía del anuncio?
"¡Duc in altum", remad mar adentro , "levantaos, vamos"… son llamadas fuertes de Dios a la Iglesia de nuestro tiempo! Toda la excepcional acción apostólica de Cristo culminada con la oblación de si por la salvación del mundo, nos exhorta a no dormirnos en nuestras seguridades, sino a cargar sobre nosotros esa santa inquietud de llevar el Evangelio a los pueblos que no conocen a Dios Trinidad. De esta santa inquietud, nos ha hablado Benedicto XVI desde el inicio de su Pontificado. Quisiera citar aquí un bello pasaje "misionero" extraídos de la homilía del Papa en el día de la inauguración de Su Pontificado, el pasado 24 abril:
"La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al poder de la explotación y la destrucción. La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud."
Juan Pablo II ha pasado el testigo a su fiel colaborador y amigo durante mucho tiempo, Joseph Ratzinger, quien desde esa su primera homilía como Sumo Pontífice, ha marcado, como su Predecesor, la dimensión misionera de la Iglesia. Creo que este pasaje de su Homilía nos revela una de las profundas intuiciones e intenciones del nuevo Papa: el dinamismo misionero de la Iglesia.
En este sentido, pienso precisamente que el "Duc en altum" se convertirá cada vez más en una característica principal de este Pontificado apenas iniciado, tan inmerso en la luz misionera del precedente. Cómo no alegrarse, pues, por la providencial coincidencia de una Jornada Misionera Mundial que coincide con el final de un Año Eucarístico convocado para despertar el estupor eucarístico que hace nacer en cada uno, si es autentico, el deseo de despertar esta misma maravilla en los otros, que no conocen el Pan de Vida, Cristo Jesús. Son cinco billones de personas que no reciben este "Pan cotidiano", este pan transubstanciado en el Cuerpo de Cristo, por las manos del sacerdote; estos hombres y mujeres ignorantes del Don de los dones, están allí en el "desierto" esperándonos a nosotros que nos nutrimos de este Pan.

Entonces, Eminencia, ¿nos encontramos ante un fuerte empuje del aspecto misionero de la Iglesia?
No quiero hacer ciertamente de profeta, pero tengo la convicción interior de que el Pontificado de Benedicto XVI tendrá un dinamismo misionero característico, que nos dejará sorprendidos. Tener un dinamismo misionero no significa realizar cosas extraordinarias; tener un dinamismo misionero significa, yo pienso, poseer la santa inquietud de que llegue a todos la Verdad, el Conocimiento y el Amor de Cristo. Una santa inquietud que viene generada por la confianza total de que Cristo es el único Salvador del mundo y de que la Iglesia ha recibido de Él el mandato de conducir a todos los hombres, de todos los continentes y de todos los tiempos, a la plenitud de la Verdad que es Jesús. Benedicto XVI está lleno de esta santa inquietud.
No es por casualidad que el Santo Padre, antes incluso de que tomar posesión de Su Basílica Lateranense, quiso realizar una peregrinación a las "raíces de la misión”, acercándose a la Basílica de San Pablo extramuros, diciendo: “Que el Señor alimente también en mí un amor semejante, para que no descanse ante la urgencia del anuncio evangélico en el mundo de hoy. La Iglesia, por su misma naturaleza, es misionera; su tarea principal es la evangelización". ¡El Señor, ciertamente alimentará esta santa inquietud en el corazón de Su Vicario, que la transmitirá, ante todo, a los Pastores de la Iglesia y se verán los frutos!
El dinamismo misionero nace del corazón de la fe en el Resucitado; en este sentido las raíces de la misión están allí donde esta fe se vive con totalidad, como la vivió Pedro, como la vivieron Pablo y los Apóstoles, fuertes en las palabras "id por todo el mundo… ".
Cuando esta fe cierta en el mandato de Jesús Resucitado se hace fe incierta, entonces se debilita inexorablemente el dinamismo misionero. Pero si se tiene en el corazón la seguridad de que no hay otro Camino a la Verdad y a la Vida, que el trazado por Cristo, el Hijo de Dios encarnado, entonces se pone al servicio de esta santa inquietud todos los hombres, todos los medios, todas las estructuras de que se disponen para conquistar el mundo para Cristo. Las elecciones realizadas son en función de esto, los programas surgen del deseo urgente de gritar a Cristo al mundo. Pero si no se ha conquistado, ¿como se podrá conquistar alguna vez?

Por tanto, Eminencia ¿la "santa inquietud" sería una de las claves de interpretación de este Pontificado?

Precisamente así es. Creo que la "santa inquietud" de dar a conocer a Jesús a los demás es una peculiaridad de Benedicto XVI, en absoluta sintonía con el "Papa misionero" Juan Pablo II.
De la santa inquietud de “transmitir la Palabra de Dios" por el mundo, pueden surgir proyectos originales. ¡Los jesuitas que iban como misioneros a las tierras de América Latina, para conquistar las almas para el Evangelio, estaban impulsados por esta santa inquietud, que se podría llamar ¡la santa inquietud de los conquistados por Cristo! Ponía al servicio de esta "conquista para Cristo" todos los recursos, incluso la música, por medio de los cuales atraían a los indios y los fueron llevando, poco a poco, a Cristo Verdad.
Nosotros nos encontramos ante un enorme desafío misionero, más fuerte que nunca incluso en nuestras tierras secularizadas del primer mundo y creo que Benedicto XVI ha sido preparado "ad hoc para este tiempo eminentemente misionero. No por casualidad, en efecto, ha declarado la guerra - si se me permite la expresión - a otra solapada ideología: el relativismo.

El relativismo es el enemigo número uno del dinamismo misionero. Quien no quiere hacer misión es el que ha sido infectado por este relativismo. Al final por medio de este pernicioso proceso todo se relativiza, ¡incluso Dios y su existencia!

El Año Eucarístico concluye con el Sínodo de los Obispos, que ha tenido por tema "la Eucaristía fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia" y la celebración de la Jornada Misionera Mundial. Se concluye un Año dedicado a la Eucaristía pero no se puede concluir nunca el esfuerzo misionero que es necesario realizar para llevar al Dios Eucarístico a los "desiertos espirituales" de nuestro tiempo. La Eucaristía es precisamente lo absoluto del amor de Jesucristo: Cristo es todo presente, como decía el gran Santo Tomás de Aquino, presente completamente en la hostia y en sus fragmentos. La fe en Cristo presente en la Santa Eucaristía no puede ser de modo alguno relativizada. O se cree que realmente está, personalmente, vivo en el Pan eucarístico, o de otro modo no se cree. En la Eucaristía, como en toda gran Verdad de nuestra Fe, no existen medidas tintas.

Así es también para la misión. No existen Iglesias locales misioneras e Iglesias locales que lo sean un poco menos. Todos los cristianos son en potencia, misioneros y realmente lo serán si, como Cristo, parten el pan de la palabra con los otros y reciben la misma Eucaristía. El sentido de la Jornada Mundial Misionera no puede ser por tanto reducido a una mera celebración. La Jornada Mundial, efectivamente, nos ayuda a recordar eso que es siempre verdad: no hay cristianismo auténtico sin el impulso misionero, no hay una Iglesia viva sin el constante esfuerzo por abrir los brazos al mundo para llevar a Cristo, Camino, Verdad y Vida.
El Papa Benedicto XVI, como Juan Pablo II, se ha presentado a la Iglesia y al mundo con los brazos abiertos y así debe ser con cada uno de nosotros.

Eminencia, mirando ahora a los Países de misión, ¿podría decirnos cuáles son y dónde están?

A la Congregación para la Evangelización de los Pueblos le han sido confiadas 1.069 circunscripciones eclesiásticas, cerca del 30% de todas las circunscripciones del mundo, que comprenden Archidiócesis, Diócesis, Abadías territoriales, Vicariatos apostólicos, Prefecturas apostólicas, Administraciones apostólicas, Misiones sui juris y Ordinariatos militares. El número mayor de territorios confiados al Dicasterio Misionero se encuentra en África, con 477 circunscripciones eclesiásticas, le sigue Asia con 453 circunscripciones, América con 80, Oceanía con 45 y por último, Europa con 14.
La “Guía de las Misiones católicas 2005", publicada por nuestra Congregación, ha puesto al día los datos relativos al mundo misionero con fecha 31 de diciembre del 2004. De estos datos resulta que los territorios confiados a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que está al servicio del Santo Padre como "centro de promoción, dirección y coordinación" sea de la obra evangelizadora de los pueblos como de la cooperación misionera en todo el mundo, tienen una población total de 2.850.329.546 habitantes, de los que los católicos son 200.284.770, equivalente al 7,02%, así distribuidos por continente: 20,23% en África, 56,88% en América, 1,8% en Asia, 10,8% en Europa y 25,9% en Oceanía. Al servicio de la Misión Ad Gentes trabajan unos 85.000 sacerdotes, 28.000 Religiosos no sacerdotes, 45.000 Religiosas y 1.650.000 Catequistas.


¿Cuál es entonces el empeño de la Congregación en la formación de los futuros sacerdotes de las tierras de misión?

Antes de responder con datos técnicos, quisiera repetir un pasaje, dedicado precisamente a los sacerdotes, de Benedicto XVI. Sin ellos, en efecto, no habría más Eucaristías Celebradas y sin la santidad personal de cada uno de ellos la eficacia del Sacramento Eucarístico no sería la misma. Cito las palabras del Papa a este respeto: "Sabemos bien que la validez del Sacramento no depende de la santidad del celebrante pero su eficacia, para sí mismo y para los demás, será mucho mayor cuanto más él lo viva con fe profunda, amor ardiente, ferviente espíritu de oración”.
Por lo que respecta al aspecto estadístico hay que decir que la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, por medio de la Obra Pontificia de San Pedro apóstol, sigue el camino de formación espiritual y académica que se realiza en 307 Seminarios Mayores interdiocesanos, 516 Seminarios Menores y 101 Seminarios propedéuticos, asegurándoles un apoyo económico. En el año 2004 se ha asegurado una ayuda a 80.297 seminaristas, en su mayoría de África y Asia.

Además, en los dos Colegios Romanos dependientes de la Congregación, "San Pedro apóstol" y "San Pablo apóstol", en el pasado Año académico fueron acogidos 331 sacerdotes procedentes de 54 países, que vinieron a Roma para completar sus estudios en la Pontificia Universidad Urbaniana o, bien en otras Universidades Pontificias. También el "Foyer Pablo VI" ha hospedado a 79 religiosas de 21 países, venidas también a Roma por motivos de formación y estudio en la Pontificia Universidad Urbaniana. Además acabamos apenas de inaugurar, el 4 de octubre pasado, el Colegio San Francisco que acoge a unos cuarenta Catequistas que estudian en Roma.
La expresión más alta de la labor de Propaganda Fide en la formación cultural y científica de los trabajadores pastorales en tierras de misión lo constituye, sin duda, la Pontificia Universidad Urbaniana, frecuentado por cerca de un millar de estudiantes, con unos 130 profesores. Desde sus principios la Urbaniana ha sido una institución de carácter misionero que ha servido a la Iglesia en el cumplimiento de su mandato misionero-apostólico en la formación de misioneros o expertos en el sector de la Misionología u otras disciplinas, necesarias para la actividad evangelizadora de la Iglesia. Desde 1966 la Urbaniana ha aceptado filiaciones y agregaciones de Seminarios e Institutos de Filosofía, Teología, Misionología a y Derecho Canónico en África, Asia, América, Oceanía y también en Europa.

La misión también comprende la instrucción de las jóvenes generaciones y la asistencia sanitaria…

En efecto, una amplia página del compromiso del Dicasterio Misionero en tierras de misión concierne al compromiso de la Iglesia en el campo educativo y formativo, con la gestión de unas 42.000 escuelas, a las que se suman la actividad médica y sanitaria, que comprende 1.600 hospitales, más de 6.000 dispensarios, 780 leproserías. Tanto las escuelas como las estructuras sanitarias son administradas por la Iglesia católica pero están abiertas a todos, sin distinción de religión, clase social, casta… Son innumerables los ejemplos que se podrían traer al respeto.

¿Qué papel tienen las Obras Misionales Pontificias?

Las Obras Misionales Pontificias, cuya dirección está asegurada por un Comité supremo presidido por el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, tienen el objetivo de evidenciar la naturaleza misionera de la Iglesia y el deber de todos los cristianos de participar en su Misión. La Jornada Misionera Mundial, que es el momento culminante de la actividad anual de animación misionera y ciertamente el más conocido, fue instituida tras solicitud de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. Las Obras Misionales Pontificias en efecto son cuatro, fundadas en épocas diferentes; sin embargo constituyen una institución única y tienen un objetivo fundamental que las aúna: promover el espíritu misionero universal en todo el Pueblo de Dios.
La Obra Pontificia de Propagación de la Fe promueve la oración y el sacrificio por la Misión y la recogida de contribuciones financieras para sustentar el trabajo de evangelización. La Obra Pontificia de la Infancia Misionera quiere despertar y desarrollar en los niños y jóvenes una conciencia misionera, para llevarlos hacia la comunión espiritual y la ayuda material con sus coetáneos de otras Iglesias. La Obra Pontificia de San Pedro Apóstol tiene como objetivo fundamental la fundación y ayuda espiritual y económica a los Seminarios e Instituciones de formación religiosa en tierras de misión. La Pontificia Unión Misionera por último, el alma de las otras tres Obras, promueven la conciencia misionera entre los seminaristas, sacerdotes y religiosos/as suscitando entre ellos vocaciones misioneras. (Agencia Fides 22/10/2005)


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