VATICANO - El Papa en la Audiencia General habla de nuestra “predestinación” como hijos de Dios, que “implica la fraternidad con Cristo, el Hijo por excelencia, y la intimidad para con el Padre Celeste, que puede ser invocado como Abbá, ‘padre querido’”

miércoles, 6 julio 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El cántico (Cf. Ef 1, 3-10) “Dios salvador”, de las vísperas del lunes de la Tercera Semana (Lectura: Ef 1,3. 7-8) ha sido el argumento de la catequesis del Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia de esta mañana en la Plaza de San Pedro. Sacado de la Carta de los Efesios, el himno es una oración de bendición dirigida a Dios Padre en el que se describen las diferentes etapas del plan de salvación que se cumple a través de la obra de Cristo. “Al centro de la bendición resuena el vocablo griego mysterion -ha explicado el Papa- un término asociado normalmente a los verbos de revelación. Es éste, de hecho, el gran proyecto secreto que el Padre había custodiado en sí mismo hasta la eternidad y que ha decidido actuar y revelar en la plenitud de los tiempos en Jesucristo, su Hijo”. El Padre nos elige “para que caminemos santos e inmaculados en el amor”, nos predestina para ser sus hijos, nos redime y nos perdona los pecados, nos revela plenamente el misterio de la salvación en Cristo y, por último, nos deja la herencia eterna, ofreciéndonos como anticipo el don del Espíritu Santo, en vistas de la resurrección final.
Los múltiples acontecimientos salvíficos que se suceden en el himno implican las 3 Personas de la Santísima Trinidad: “se empieza por el Padre, que es el iniciador y el artífice supremo del plan de salvación; se detiene la mirada en el Hijo, que realiza su designio en la historia; se llega al Espíritu Santo, que imprime su sello en toda la obra de la salvación”. El Santo Padre ha hablado, en particular, de la santidad y de la filiación.
“El primer gesto divino, revelado y actuado en Cristo, es la elección de los creyentes, fruto de una iniciativa libre y gratuita de Dios...Esta llamada tiene por contenido la santidad, que es participación en la pureza trascendental del Ser divino y en su misma esencia de caridad: ‘Dios es amor’ (1 Jn 4,8.16)”. La otra etapa es nuestra predestinación a ser hijos de Dios. “Esta sublime condición de hijos que implica la fraternidad con Cristo, el Hijo por excelencia, primogénito entre muchos hermanos, y la intimidad para con el Padre Celeste que puede ser llamado Abbá, ‘padre querido’, en una relación de espontaneidad y de amor. Estamos, pues, en presencia de un don inmenso que se ha hecho posible con el beneplácito de la voluntad divina y de la gracia, luminosa expresión del amor que salva”.
Al término de la Audiencia, en los saludos dirigidos a los peregrinos en los diferentes idiomas, el Papa ha dirigido un saludo particular a la delegación que traía la Antorcha Benedictina de la paz, manifestación que ha llegado a su XXX edición. “Esta antorcha ha salido este año desde Moscú, tras haber sido acogida por una Representación del Patriarca Alessio II, y ha hecho una etapa en Alemania, en el Monasterio de Ottobeuren, y en Marktl am Inn. Como signo simbólico de paz, ésta preside hoy las tumbas de los Apóstoles y proseguirá su camino hacia Norcia. Queridísimos, pueda esta sugestiva iniciativa suscitar un cada vez más generoso empeño a la hora de testimoniar en Europa los valores cristianos.”
(S.L.) (Agencia Fides 6/07/05)


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