VATICANO - La relación fundamental de Benedicto XVI sobre la Familia en el Congreso Eclesial de la Diócesis de Roma (Primera parte) "Las varias formas actuales de disolución del matrimonio como las uniones libres y el ‘matrimonio de prueba', hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica, que se hace pasar injustamente por verdadera liberación del hombre."

martes, 7 junio 2005

Roma (Agencia Fides) - La tarde de lunes 6 de junio, el Santo Padre Benedicto XVI se acercó a la Basílica de San Juan de Letrán para presidir la apertura del Congreso Eclesial de la Diócesis de Roma sobre "Familia y Comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe". El Santo Padre, después del canto del "Veni Creator", tuvo la relación fundamental. Por la importancia y la actualidad de los temas tratados, Fides publica integralmente el discurso del Papa, a partir de hoy y en los próximos días, para facilitar la reflexión y el estudio.

El fundamento antropológico de la familia
Matrimonio y familia no son en realidad una construcción sociológica casual, fruto de particulares situaciones históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ésta puede encontrar su respuesta. No puede separarse de la pregunta siempre antigua y siempre nueva del hombre sobre sí mismo: ¿quién soy? Y esta pregunta, a su vez, no puede separarse del interrogante sobre Dios: ¿existe Dios? Y, ¿quién es Dios? ¿Cómo es verdaderamente su rostro? La respuesta de la Biblia a estas dos preguntas es unitaria y consecuencial: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en alguien que ama.
De esta fundamental conexión entre Dios y el hombre se sigue otra: la conexión indisoluble entre espíritu y cuerpo: el hombre es en efecto alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo que es vivificado por un espíritu inmortal. También el cuerpo del hombre y la mujer tiene pues, por así decir, un carácter teológico, no es simplemente cuerpo, y lo que es biológico en el hombre no es solamente biológico, sino que es expresión y cumplimiento de nuestra humanidad. Igualmente, la sexualidad humana no está al lado de nuestro ser persona, sino que le pertenece. Sólo cuando la sexualidad se integra en la persona logra darse un sentido a sí misma.
Así, de las dos conexiones, del hombre con Dios y en el hombre del cuerpo con el espíritu, mana una tercera: la que se da entre persona e institución. La totalidad del hombre incluye en efecto la dimensión del tiempo y el "sí" del hombre es un ir más allá del momento presente: en su entereza, el "sí" significa, "siempre" constituye el espacio de la fidelidad. Sólo dentro de ello puede crecer esa fe que da un futuro y permite que los hijos, fruto del amor, crean en el hombre y en su futuro en tiempos difíciles. La libertad del "sí" se revela pues libertad capaz de asumir lo que es definitivo: la expresión más elevada de la libertad no es entonces la búsqueda del placer, sin llegar nunca a una auténtica decisión. Aparentemente esta apertura permanente parece ser la realización de la libertad, pero no es verdad: la verdadera expresión de la libertad es por el contrario la capacidad de decidirse por un don definitivo, en el que la libertad, entregándose, vuelve a encontrarse plenamente a sí misma.
En concreto, el "sí" personal y recíproco del hombre y de la mujer abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, y al mismo tiempo está destinado al don de una nueva vida. Por tanto, este "sí" personal debe ser también un "sí" públicamente responsable, con el que los cónyuges asumen la responsabilidad pública de la fidelidad, que garantiza el futuro de la comunidad. Nadie de nosotros en efecto se pertenece exclusivamente a mismo; por tanto, cada uno está llamado a asumir en lo más íntimo de si la propia responsabilidad pública. El matrimonio como institución no es por tanto una indebida injerencia de la sociedad o de la autoridad, la imposición de una forma desde fuera en la realidad más privada de la vida; es por el contrario, una exigencia intrínseca del pacto del amor conyugal y de la profundidad de la persona humana.
Las varias formas actuales de disolución del matrimonio como son las uniones libres y el "matrimonio de prueba", hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son en cambio expresiones de una libertad anárquica, que se hace pasar injustamente por verdadera liberación del hombre. Una tal pseudo-libertad se basa en un banalización del cuerpo, que incluye inevitablemente la banalización del hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de si lo que quiere: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable desde el punto de vista humano, que puede ser utilizado como se quiera. El libertinaje, que se presenta como descubrimiento del cuerpo y de su valor, es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, dejándolo por así decir fuera del auténtico ser y dignidad de la persona. (sigue) (S.L) (Agencia Fides 7/6/2005, Líneas: 61 Palabras: 897)
(Traducción del original realizada por la Agencia Fides)


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