VATICANO - Benedicto XVI en la Basílica Lateranense: " El Obispo de Roma se sienta en su Cátedra para dar testimonio de Cristo. Así la Cátedra es el símbolo de la potestad de enseñanza que constituye una parte esencial del mandato de atar y desatar conferido por el Señor a Pedro "

lunes, 9 mayo 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El sábado 7 de mayo por la tarde, el Santo Padre Benedicto XVI presidió la Celebración Eucarística en la Basílica de San Juan de Letrán para su toma de posesión de la Cátedra de Obispo de Roma. Con el Santo Padre concelebraron los Cardenales, el Consejo Episcopal de la Diócesis, los Canónigos de la Basílica Lateranense y el Consejo de los Párrocos Prefetti. Después de la Celebración, el Papa se dirigió a la Basílica Liberiana de Santa Maria La Mayor para venerar el icono de Maria "Salus Populi Romani". Proponemos a continuación algunos pasajes de la homilía del Santo Padre en San Juan de Letrán.
"Al centro de este día, encontramos a Cristo. Y sólo gracias a Él, gracias al misterio de su ascensión, logramos comprender el significado de la Cátedra, que a su vez es el símbolo de la potestad y de la responsabilidad del obispo". La Fiesta de la Ascensión del Señor no "quiere decir que el Señor se ha ido a algún lugar alejado de los hombres y del mundo", sino que "significa que ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra vida. Significa que pertenece completamente a Dios. Él, el Hijo Eterno, ha llevado nuestro ser humano a la presencia de Dios… Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre".
"El Espíritu Santo es la fuerza por medio de la cual Cristo nos hace experimentar su cercanía", pero "Cristo resucitado tiene necesidad de testigos que lo hayan encontrado.... Gracias a estos testigos se construyó la Iglesia, comenzando por Pedro y Pablo, por los Doce, hasta todos los hombres y mujeres que, llenos de Cristo, en el transcurso de los siglos, han vuelto a encender y encenderán de nuevo, de manera siempre nueva, la llama de la fe. Todo cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado".
"A los sucesores de los Apóstoles, es decir, a los Obispos, corresponde la pública responsabilidad de hacer que la red de estos testimonios permanezca en el tiempo … En esta red de testigos, al Sucesor de Pedro compite una misión especial: ser la guía en la profesión de fe en Cristo, el Hijo del Dios vivo. La cátedra de Roma es, ante todo, cátedra de este credo… El titular del ministerio petrino tiene que tener la conciencia de ser un hombre frágil y débil, como son frágiles y débiles sus propias fuerzas, necesitado constantemente de purificación y conversión. Pero puede también tener la conciencia de que del Señor le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerles unidos en la confesión de Cristo, crucificado y resucitado".
"El Obispo de Roma se sienta en su Cátedra para dar testimonio de Cristo. Así la Cátedra es el símbolo de la potestas docendi, esa potestad de enseñanza que constituye una parte esencial del mandato de atar y desatar conferido por el Señor a Pedro y, después de él, a los Doce… Esta potestad de enseñanza asusta a tantos hombres dentro y fuera de la Iglesia. Se preguntan si no constituye una amenaza a la libertad de conciencia, si no sea una presunción que se opone a la libertad de pensamiento. No es así. El poder otorgado por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato a servir. La potestad de enseñar comporta un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. Él no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente y vincular a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, ante los intentos de adaptarse y aguarse, así como ante todo oportunismo. Lo hizo el Papa Juan Pablo II, cuando ante todos los intentos, aparentemente benévolos, ante las erradas interpretaciones de la libertad, subrayó de manera inequívoca la inviolabilidad del ser humano, la inviolabilidad de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. La libertad de matar no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce el ser humano a la esclavitud. El Papa es consciente de estar ligado a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes desarrolladas a través del camino de peregrinación de la Iglesia. De este modo, su poder no está por encima, sino que está al servicio de la Palabra de Dios, y sobre él pesa la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga haciéndose presente en su grandeza y resonando en su pureza, de manera que no se haga añicos con los continuos cambios de las modas"
"La Cátedra es - digámoslo una vez más - símbolo de la potestad de enseñanza, que es una potestad de obediencia y servicio, para que la Palabra de Dios - ¡su verdad! - pueda resplandecer entre nosotros, indicándonos el camino”.
"¡La Iglesia no es otra que esa red - ¡la comunidad eucarística! - en la que todos nosotros, recibiendo al mismo Señor, nos convertimos en sólo uno cuerpo y abrazamos a todo el mundo. Presidir en la doctrina y presidir en el amor, al final, tienen que ser una sola cosa: toda la doctrina de la Iglesia, al final, lleva al amor. Y la Eucaristía, como amor presente de Jesucristo, es el criterio de toda doctrina”.
"De modo quiero tratar de ser, con todo el corazón, vuestro obispo, el obispo de Roma. Y todos nosotros queremos tratar de ser cada vez más católicos, más hermanos y hermanas en la gran familia de Dios, esa familia en la que no existen extranjeros". (S.L) (Agencia Fides 9/5/2005; Líneas: 66 Palabras: 1.039)


Compartir: