AMERICA/BRASIL - Testimonio a Fides de uno de aquellos misioneros enviados por Don Giussani a Brasil y ahora Obispo en esa nación.

sábado, 26 febrero 2005

Roma (Agencia Fides) - "Un día - cuenta don Filippo Santoro, simple sacerdote de la Pulia en los años ochenta - don Giussani había ido a la Pulia para una serie de encuentros y yo fui a recogerlo al aeropuerto. En el coche me preguntó, a quemarropa: "Irías de misiones a Brasil"?. Y yo: Ciertamente, si me lo pides. Basta que te ocupes de la comunidad del movimiento en la Pulia". Don Giussani me repitió la pregunta, diciéndome que había sido el Obispo de Rio de Janeiro quien le había pedido que enviase un sacerdote y que, según él, era importante responder positivamente a la invitación de un Obispo. Y así partí. Para don Giussani era importante la misión. Recuerdo que a menudo repetía que quería vaciar las comunidades de CL en Italia para enviar a todos a misiones.
Y así en 1984 llegué a Brasil. Junto a mí y a tanta otra gente, nacieron nuevas comunidades del movimiento por todo el sur de América. Durante un cierto período de tiempo enseñé a la universidad católica de Rio de Janeiro y luego me nombraron Obispo Auxiliar en Rio de Janeiro y en Petropolis.
Una amistad antigua ligaba la vida de don Luigi Giussani y la de don Filippo Santoro, hoy Obispo de Tuscamia (Brasil). Una amistad que comenzó cuando Santoro estudiaba en la Pontificia Universidad Gregoriana. "Fue 1971 - cuenta a la Agencia Fides Santoro - yo estaba completando los estudios de teología. Me alojaba en el Colegio Capranica y un día invitaron a don Giussani a predicar unos ejercicios espirituales. Después de cada meditación me acercaba a el, para hablarle y para decirle que estaba asombrado sobre todo del hecho de que en las palabras de don Giussani se percibía que las grandes verdades del cristianismo podían ser vividas y experimentadas en la vida diaria. En la Gregoriana escuchaba diariamente las lecciones de los grandes maestros de la teología y en el encuentro con don Giussani veía que las cosas que los profesores me decían podían convertirse en carne, en realidad y que siempre era posible vivir la belleza del cristianismo. Cuando llegué a ser sacerdote, don Giussani me pidió que fuera el responsable del movimiento de CL en la Pulia y que participase en los encuentros de responsables de todo el movimiento, “así podremos profundizar nuestra amistad" fueron sus palabras. No me había llamado pues para realizar un papel organizativo, sino más bien, para vivir la comunión con él, una amistad para ayudarse a estar delante de Cristo."
No he tenido nunca división entre mi ser sacerdote y mi pertenencia al movimiento de Comunión y Liberación. Don Giussani, en efecto, me enseñó que la vocación a la que todo hombre es llamado es la virginidad, que significa tener la misma capacidad afectiva que tuvo y que tiene Jesús. Por lo tanto, mi vocación es vivir la virginidad, hacer mio una nueva posesión de la realidad, la posesión propia de Cristo.
Hoy soy Obispo y mi pertenencia al movimiento de Comunión y Liberación me permite valorizar todas las experiencias diferentes de la Iglesia brasileña, con un único plan pastoral: santidad, comunión y misión. (P.L.R) (Agencia Fides 26/02/2005 - Líneas: 38 Palabras: 544)


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