VATICANO - La homilía del Papa en las Vísperas en la Catedral de Aosta: “Que nuestra vida hable de Dios, que nuestra vida sea realmente liturgia, anuncio de Dios, puerta en la que el Dios lejano se vuelve cercano, y un verdadero don de nosotros mismos a Dios”

lunes, 27 julio 2009

Aosta (Agencia Fides) – en la tarde del viernes 24 de julio, el Santo Padre Benedicto XVI presidió la Celebración de las Vísperas en la Catedral de Aosta. En la homilía el Papa se detuvo a comentar la oración conclusiva de las Vísperas, que “se compone de dos partes: un encabezado –un destinatario, por decir así– y luego la oración compuesta de dos peticiones”, explicó el Pontífice, quien destacó cómo en el encabezado en italiano se lee sólo “Padre misericordioso”, mientras que el texto original en latín es más amplio: “Dios omnipotente e misericordioso” y agregó: “Ciertamente la relación con Dios es algo profundamente personal y la persona es un ser en relación, y si la relación fundamental –la relación con Dios– no es viva, no es vivida, tampoco las demás relaciones humanas encontrarán su debida forma. Lo mismo vale para la sociedad, para la humanidad en cuanto tal. También en ella, si falta Dios, si se prescinde de Dios, si está ausente, entonces falta la brújula que nos muestre el conjunto de todas las relaciones para encontrar el camino, la orientación para poder andar”.
Seguidamente Benedicto XVI exhorto: “Debemos traer nuevamente a este nuestro mundo la realidad de Dios, darlo a conocer y hacerlo presente”, y citó la experiencia del encuentro con los Obispos que van al Vaticano para las visitas Ad limina, y hablan de lugares en los que todavía están las religiones tradicionales. “Todos saben que existe Dios, un solo Dios, que Dios es una palabra en singular, que los dioses no son Dios, que existe Dios, el Dios –afirmó el Pontífice–. Pero al mismo tiempo este Dios parece ausente, muy lejano, no parece participar en nuestra vida cotidiana, se esconde, no conocemos su rostro… Y la acción evangelizadora consiste precisamente en el hecho de que el Dios lejano se acerca, que el Dios ya no es lejano, sino que está cerca, que este ‘conocido-desconocido’ ahora se da a conocer realmente, muestra su rostro, se revela… para que Él es el poder verdadero, el Omnipotente”.
Luego el Papa destacó que “nos sentimos casi amenazadas por la omnipotencia: parece limitar nuestra libertad, parece un peso demasiado grande”, sin embargo “debemos aprender que la omnipotencia de Dios no es un poder arbitrario, porque Dios es el Bien, es la Verdad, y por ello Dios lo puede todo, pero no puede actuar contra el bien, no puede actuar contra la verdad, no puede actuar contra el amor y contra la libertad… Él, Dios, es el guardián de nuestra libertad, del amor y de la verdad. Estos ojos que nos ven no son ojos malvados que nos vigilan, sino que son la presencia de un amor que no nos abandona jamás y nos da la certeza de que el bien es ser, el bien es vivir: son los ojos del amor que nos dan el aliento para vivir… El culmen del poder de Dios es la misericordia, el perdón… el verdadero poder es el poder de la gracia y de la misericordia. En la misericordia, Dios nos manifiesta su verdadero poder”.
Comentando la segunda parte del encabezado de la oración, el Papa puso en evidencia que “Dios sufrió y sufre con nosotros en su Hijo. Y es ésta la máxima manifestación de su poder que es capaz de sufrir con nosotros. Así demuestra su verdadero poder divino: ha querido sufrir con nosotros y por nosotros. En nuestros sufrimientos nunca somos abandonados. Dios, en su Hijo, sufrió primero y está cerca de nosotros en nuestros sufrimientos”. Pero, ¿porqué era necesario sufrir para salvar el mundo? “Era necesario porque en el mundo existe un océano de maldad, de injusticia, de odio, de violencia, y las muchas víctimas de tanto odio e injusticia tienen derecho a que se haga justicia. Dios no puede ignorar este grito de los que sufren y son oprimidos por la injusticia. Perdonar no es ignorar, sino transformar, es decir Dios tiene que entrar en este mundo y oponer al océano de la maldad, un océano más grande de bien y de amor. Y en ello consiste el acontecimiento de la Cruz: desde ese momento, contra el océano de la maldad, existe un río infinito y siempre más grande que todo el mal que podría jamás existir… Este Dios nos invita a ponernos de su parte, a salir del océano de la maldad, del odio, de la violencia, del egoísmo y a entrar en su río de amor, y a identificarnos con él”.
La segunda parte de la oración, explicó el Papa, hace referencia a dos textos de la Carta a los Romanos: “en el primero San Pablo afirma que debemos convertirnos en sacrificio vivo (cf. 12,16). Nosotros mismos, con todo nuestro ser, debemos ser adoración, sacrificio, restituir nuestro mundo a Dios y de esta manera transformarlo. En el segundo, en el que Pablo describe el apostolado como sacerdocio (cf. 15,16), la función del sacerdocio es consagrar el mundo para que sea hostia viva, para que el mundo se vuelva liturgia: que la liturgia no sea una cosa que está junto a la realidad del mundo, sino que el mundo mismo se vuelva hostia viva, liturgia. Es la gran visión que tuvo Teilhard de Chardin: al final tendremos una verdadera liturgia cósmica, en la que le cosmos se volverá hostia viva. Y pidamos al Señor para que nos ayude a ser sacerdotes en ese sentido, para ayudar en la transformación del mundo, en adoración a Dios, comenzando por nosotros mismos. Que nuestra vida hable de Dios, que nuestra vida sea realmente liturgia, anuncio de Dios, puerta en la que el Dios lejano se vuelve cercano, y un verdadero don de nosotros mismos a Dios”.
La segunda súplica en la que pedimos “Haz que tu pueblo experimente siempre la plenitud de tu amor”, y en el texto latino “Sácianos con tu amor”, ofreció a Benedicto XVI la ocasión para subrayar “cuánta hambre existe sobre la tierra, hambre de pan en tantas partes del mundo”, y con esta oración nosotros pedimos a Dios: “Abre tu mano y sacia el hambre de todo viviente. Sana nuestra hambre de verdad y de amor”. (S.L.) (Agencia Fides 27/7/2009; líneas, palabras)


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