VATICANO - Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI a la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias: "El verdadero misionero es el santo y el mundo espera misioneros santos"

lunes, 18 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI ha enviado al Card. Iván Dias, Prefecto de la Congregación pra la Evangelización de los Pueblos, un Mensaje que ha sido leído al inicio de la Asamblea general de las Obras Misionales Pontificias (ver Fides 12/5/2009) celebrada en Roma del 10 al 16 de mayo. Reproducimos a continuación el texto íntegro del Mensaje.

Al Venerado Hermano
el Sr. Cardenal IVÁN DIAS
Prefecto de la Congregación para la evangelización de los Pueblos

Me congratulo, Sr. Cardenal, de hacer llegar mi cordial saludo a Usted y a los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, reunidos en Roma con ocasión de la anual Asamblea General del Consejo Superior, que en su amplia representatividad quiere manifestar concretamente "el aspecto universal y comunitario de la misión" (cfr Estatuto PP.00.MM, art. 36).
Deseo expresar ante todo mi vivo agradecimiento por el valioso trabajo realizado en apoyo de las Iglesias particulares en su compromiso de anunciar a Cristo a todas las naciones, para que caminen a su luz. Toda la Iglesia, en efecto, es consciente que para poder desarrollar con eficacia dicho servicio misionero, es necesario que los Pastores y los responsables del rebaño de Cristo, junto con todos los que son llamados directamente a la actividad misionera, no dejen nunca de beber en la fuente del agua viva que es Cristo.
El secreto de una verdadera y eficaz evangelización está en el anhelo de santidad. La Iglesia y el mundo tienen una necesidad imperiosa de testigos que resulten creíbles cuanto al amor a Dios y a la santidad vivida. Es la contemplación del rostro de Cristo lo que hace que aparezca la pasión incontenible de proclamarlo y darlo a los otros y hace capaces de reconocerlo presente en el rostro de los pobres y los marginados. Sólo si uno es conducido por el Espíritu es posible experimentar la profundidad del amor de Cristo, del que mana la fecundidad de la misión y el testimonio, que debe llenar la Iglesia y el mundo del buen perfume de Cristo (cfr 2 Cor 2,14-15). Oración, contemplación, imitación de Cristo constituyen el alma de toda actividad apostólica, las únicas que permiten al apóstol - como escribí en el encíclica Deus caritas est - beber “siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios” (n. 7). Está aquí la metodología perenne de la actividad misionera. Se pide a todos los cristianos que sean testigos creíbles de este amor de Dios para hacer que surja el atractivo del Evangelio, hacer conocer y amar a la Iglesia y contribuir a la dilatación del Reino de Dios. El verdadero misionero es el santo y el mundo espera misioneros santos.
El deber de anunciar Cristo a todos los pueblos representa ciertamente una tarea inmensa, que supera todas las posibilidades humanas. Pero nosotros sabemos que para evangelizar está Cristo y su Espíritu. Nosotros somos sólo sus colaboradores, sabiendo que tan solo podremos ser anunciadores eficaces si sabemos doblar las rodillas oración y tender las manos alzadas hacia el cielo: en una palabra, si sabemos dejarnos invadir por el amor de Dios "recibido en nuestros corazones a través del Espíritu Santo que se nos ha sido dado" ( Rm 5,5).
Gracias a Dios, en todas las Iglesias del mundo está presente y viva esta exigencia de santidad. Por ello, sobre todo las jóvenes Iglesias piden ser ayudadas en la formación de los presbiterios, religiosos, religiosas y seminaristas, con personal cualificado e indispensables contribuciones económicas. Es particularmente valioso, a este respeto, el papel que realizan las Obras Misionales Pontificias, que sustentan pecuniariamente los Colegios Pontificios en la Urbe y trabajan igualmente en la formación de los candidatos al presbiterado y a la vida consagrada en las Iglesias de misión, en la construcción y manutención de las estructuras formativas y en el sostén al personal empleado en la formación.
Deseo que el especial Año Sacerdotal, que yo mismo abriré el próximo 19 junio, contribuya a hacer percibir cada vez más la importancia del papel y la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea. Estoy seguro, además, de que las Obras Misionales Pontificias continuarán dando su preciosa contribución, para que los presbiterios y las personas de vida consagrada sean cada vez más pastores y misioneros según el corazón de Dios.
Con tales sentimientos y deseos, mientras invoco la celeste intercesión de la Beata Virgen Maria, Estrella de la evangelización, le imparto de corazón, Venerado a Hermano, una especial Bendición Apostólica, que con afecto, extiendo a los Directores Nacionales y a todos los que colaboran en el precioso trabajo de animación, formación y cooperación misionera.
Del Vaticano, el 6 de mayo de 2009
BENEDICTUS PP. XVI
(Agencia Fides 18/5/2009)


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