EUROPA/ITALIA - “Europa nació cristiana y solo en la medida en que mantenga esta identidad podrá realizar lo que fue en el pasado y lo que le permitirá sobrevivir en el futuro sin disolverse”

miércoles, 22 abril 2009

Roma (Agencia Fides) - “No me fue fácil darle un título a este ensayo. Al final la idea ganadora se condensó en dos palabras: identidad y disuelta”: son estas las primeras palabras del nuevo volumen de S.E. Mons. Rino fisichella, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense y Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, con el título “Identidad disuelta. El Cristianismo lengua materna de Europa” (Mondadori Editore), presentado en el contexto de los eventos de Elea, con la participación de la Congregación de los hijos de la Inmaculada Concepción y del IDI.
El subtítulo del libro explica cómo la del Rector no es una visión pesimista de la realidad y de la historia: simplemente toma prestada una frase de Goethe para describir la condición de una Europa cuya identidad, objeto frecuente de debate público, es particularmente frágil. Escribe Mons. Fisichella: “Europa nació cristiana y solo en la medida en que mantenga esta identidad podrá realizar lo que fue en el pasado y lo que le permitirá sobrevivir en el futuro sin disolverse. Efectivamente un pueblo privado de religión tiende a perder cohesión, y se debilita cada vez más, hasta perder completamente la propia identidad”.
Para reconocer la propia identidad no es necesario tener nostalgia del pasado o estar anclado en las utopías del futuro, sino usar el sano realismo evangélico, el cual, como ha afirmado mons. Fisichella, “nos lleva a plantear o a provocar la pregunta por el sentido de la vida, porque esta es la pregunta de fondo, es aquí donde se recoge la identidad y donde se recogen los desafíos, donde se recoge la capacidad de estar presente en la historia de forma significativa”.
Todo esto no es posible sin identidad, que se realiza plenamente en el momento en que se da respuesta a la pregunta por el sentido de la vida, es decir la capacidad de orientar la vida hacia una meta bien precisa y de dar sentido a la presencia de todo ser humano en el mundo. Y prosigue: “¿Por qué no mirar a la vida con los ojos de la belleza? Tenemos hoy tantos instrumentos que nos llevan aún más a considerar lo bello, el pulchrum, la belleza como tal. Tendremos que ser capaces de recuperar esta dimensión, la belleza; porque el camino de la belleza es lo que nos permite mirarnos a nosotros mismos y mirar a nuestro alrededor con ojos distintos”.
Al final de su intervención mons. Fisichella se detuvo en la unicidad de la persona y de la vida humana. “¿Por qué no debemos mirar la belleza de la vida en todos sus momentos, también en aquellos que, equivocándonos, consideramos dignos de no ser vividos?” Ninguna máquina podrá explicar el misterio de la vida humana, pero frente a la técnica vale la cita de Francis Collins, estudioso del genoma humano: “hemos llegado al fin del comienzo”. (P.C.) (Agencia Fides 22/4/2009; líneas 33, palabras 507)


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