VATICANO - El encuentro del Papa con el clero de la Diócesis de Roma (4) - La relación entre la Palabra de Dios y la piedad mariana, indulgencias y devociones

viernes, 6 marzo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Como es costumbre al inicio de la Cuaresma, el jueves 26 de febrero el Santo Padre Benedicto XVI encontró en el Aula de las Bendiciones en Vaticano a los párrocos y al clero de la Diócesis de Roma. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo entre el Santo Padre y los participantes, introducido por el saludo del Cardenal Vicario, Agostino Vallini. Presentamos algunos extractos de las respuestas del Papa sobre las temáticas tocadas.

La relación entre la Palabra de Dios y la piedad mariana
“Realmente María es la mujer de la escucha: lo vemos en el encuentro con el Ángel y lo vemos de nuevo en todas las escenas de su vida, desde las bodas de Caná hasta la cruz y hasta el día de Pentecostés, cuando está en medio a los apóstoles justamente para acoger el Espíritu. Es el símbolo de la apertura, de la Iglesia que espera la venida del Espíritu Santo.
En el momento del anuncio podemos captar ya la actitud de escucha – una escucha verdadera, una escucha que hay que interiorizar, que no dice simplemente sí, sino que asimila la Palabra, toma la Palabra – y luego se sigue la verdadera obediencia, como si fuese una Palabra interiorizada, es decir hecha Palabra en mí y para mí, casi forma de mi vida. Esto me parece muy hermoso: ver esta escucha activa, es decir una escucha que atrae la Palabra en modo que entre y se haga en mí Palabra, reflexionándola y aceptándola hasta lo íntimo del corazón. Así la Palabra se hace encarnación.
Lo mismo vemos en el Magnificat. Sabemos que es un tejido hecho con palabras del Antiguo Testamento. Vemos que María realmente es una mujer de escucha, que conocía en el corazón la Escritura. No conocía sólo algunos textos, sino que estaba tan identificada con la Palabra que las palabras del Antiguo Testamento se hacen, sintetizadas, un canto en su corazón y en sus labios. Vemos que realmente su vida estaba penetrada por la Palabra; había entrado en la Palabra, la había asimilado y se había hecho vida en ella, transformándose luego de nuevo en Palabra de alabanza y de anuncio de la grandeza de Dios.
Me parece que San Lucas refiriéndose a María, dice al menos tres veces, quizás cuatro, que ha asimilado y conservado en su corazón las Palabras. Era, para los Padres, el modelo de la Iglesia, el modelo del creyente que conserva la Palabra, lleva en sí la Palabra; no sólo la lee, la interpreta con el intelecto para saber que ha sido en ese tiempo, cuales son los problemas filológicos. Todo esto es interesante, importante, pero es más importante sentir la Palabra que debe ser conservada y que se hace Palabra en mí, vida en mí y presencia del Señor. Por lo tanto me parece importante el nexo entre mariología y teología de la Palabra, del que han hablado también los Padres sinodales y del que hablaremos en el documento postsinodal”.

Indulgencias y devociones
“Son realidades de las que el Concilio no ha hablado, pero que supone como realidades en la Iglesia. Ellas viven en la Iglesia y se desarrollan. Ahora no es el momento para entrar en el gran tema de las indulgencias. Pablo VI ha ordenado de nuevo este tema y nos indica el hilo para entenderlo. Diría que se trata simplemente de un intercambio de dones, es decir de cuanto en la Iglesia existe de bien, existe para todos. Con esta clave de la indulgencia podemos entrar en esta comunión de bienes de la Iglesia. Los protestantes se oponen afirmando que el único tesoro es Cristo. Pero para mí la cosa maravillosa es que Cristo – quien realmente es más que suficiente en su amor infinito, en su divinidad y humanidad – quería añadir, a cuanto ha hecho Él, también nuestra pobreza. No nos considera sólo como objetos de su misericordia, sino que nos hace sujetos de la misericordia y del amor junto con Él, casi como si – aunque no cuantitativamente, al menos en sentido misterioso – nos quisiese añadir al gran tesoro del cuerpo de Cristo. Quería ser la Cabeza con el cuerpo. Y quería que con el cuerpo se completase el misterio de su redención. Jesús quería tener a la Iglesia como su cuerpo, en el que se realiza toda la riqueza de cuanto ha hecho. De este misterio resulta justamente que existe un tesaurus ecclesiae, que el cuerpo, como la cabeza, dona tanto y nosotros podemos tener el uno del otro y podemos donar el uno al otro.
Y así vale también para las demás cosas. Por ejemplo, los viernes del Sagrado Corazón: es una cosa muy hermosa en la Iglesia. No son cosas necesarias, sino crecidas en la riqueza de la meditación del misterio. Así el Señor nos ofrece en la Iglesia estas posibilidades. No me parece ahora el momento de entrar en todos los detalles. Cada uno puede más o menos entender qué cosa es menos importante que otra; pero nadie debería despreciar esta riqueza, crecida en los siglos como oferta y como multiplicación de las luces en la Iglesia. Única es la luz de Cristo. Aparece en todos sus colores y como multiplicación de la riqueza de su don, la interacción entre la cabeza y el cuerpo, la interacción entre los miembros, en modo que podemos de verdad ser juntos un organismo viviente, en el que cada uno dona a todos y todos donan el Señor, el que se ha donado todo Él mismo. (4 – fine) (S.L.) (Agencia Fides 6/3/2009; líneas 60, palabras 919)


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