VATICANO - El Santo Padre da en el Seminario Romano Mayor la lectio divina sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas: “la libertad se realiza paradójicamente en el servir; nos hacemos libres, si nos hacemos siervos los unos de los otros”

lunes, 23 febrero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El viernes 20 de febrero, vigilia de la Fiesta de la Virgen de la Confianza, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió en visita al Seminario Romano Mayor, donde dio una lectio divina para los seminaristas sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas, deteniéndose en la expresión: “Habéis sido llamados a la libertad”.
“La libertad en todos los tiempos ha sido el gran sueño de la humanidad, desde los inicios, pero sobre todo en la época moderna”, recordó el Papa, poniendo en evidencia que “San Pablo nos ayuda a comprender esta realidad complicada que es la libertad insertando este concepto en un contexto de visiones antropológicas y teológicas fundamentales”. San Pablo afirma: “Esta libertad no sea un pretexto para vivir según la carne, sino mediante la caridad estad al servicio los unos de los otros”, y el Papa explicó: “El yo absoluto, que no depende de nada ni de nadie, parece poseer realmente, en definitiva, la libertad. Soy libre si no dependo de nada ni de nadie, si puedo hacer todo lo que quiero. Pero justamente esta absolutización del yo es… degradación del hombre, no es conquista de la libertad: el libertinaje no es libertad, es más bien el fracaso de la libertad”.
Pablo propone entonces una fuerte paradoja: “la libertad se realiza paradójicamente en el servicio; nos hacemos libres, si nos hacemos siervos los unos de los otros. Y así Pablo pone todo el problema de la libertad a la luz de la verdad del hombre – prosiguió el Papa –… Nuestra verdad es que, ante todo, somos creaturas, creaturas de Dios y vivimos en la relación con el Creador. Somos seres relacionales. Y sólo aceptando esta relacionalidad entramos en la verdad, de otro modo caemos en la mentira y en ella, al final, nos destruimos”. Desde el momento en que este Dios Creador no es un tirano como son los tiranos humanos, sino que “nos ama y nuestra dependencia es ser en el espacio de su amor, en dicho caso justamente la dependencia es libertad. De este modo, en efecto, estamos en la caridad del Creador, estamos unidos a Él, a toda su realidad, a todo su poder. Por lo tanto este es el primer punto: ser creatura quiere decir ser amados por el Creador, ser en esta relación de amor que Él nos dona, con la que nos previene. De esto deriva ante todo nuestra verdad, que es, al mismo tiempo, llamada a la caridad”.
Luego Benedicto XVI puso el acento en un segundo tipo de relación: “estamos en relación con Dios, pero juntos, como familia humana, estamos también en relación uno con el otro. En otras palabras, libertad humana es, por un lado, ser en la alegría y en el espacio amplio del amor de Dios, pero implica también ser una cosa sola con el otro y para el otro. No hay libertad contra el otro. Si yo me absolutizo, me hago enemigo del otro, no podemos ya convivir y toda la vida se hace crueldad, y fracasa. Sólo una libertad compartida es una libertad humana; en el estar juntos podemos entrar en la sinfonía de la libertad. Y por lo tanto esto es otro punto de gran importancia: sólo aceptando al otro, aceptando también la aparente limitación para mi libertad que es el respeto de la libertad del otro, sólo insertándome en la red de dependencias que nos hace, finalmente, una única familia, yo estoy en camino hacia la liberación común”.
“El hombre tiene necesidad de orden, de derecho, para que pueda así realizarse su libertad, que es una libertad vivida en común – prosiguió el Sumo Pontífice –. ¿Y cómo podemos encontrar este justo orden, en el que nadie sea oprimido, sino que cada uno pueda dar su aporte para formar esta suerte de concierto de las libertades? Si no hay una verdad común del hombre como aparece en la visión de Dios, queda sólo el positivismo y se tiene la impresión de algo impuesto en modo incluso violento. De aquí la rebelión contra el orden y el derecho como si se tratase de una esclavitud”.
Continuando con su lectio divina, el Papa citó a San Pablo: “La ley encuentra su plenitud en un solo precepto: ‘Amarás al prójimo como a ti mismo’”, y explicó: “Detrás de esta afirmación aparece el misterio del Dios encarnado, aparece el misterio de Cristo que en su vida, en su muerte, en su resurrección se hace ley viviente. Inmediatamente, las primeras palabras de nuestra Lectura – “Habéis sido llamados a la libertad” – hacen referencia a este misterio. Hemos sido llamados por el Evangelio, hemos sido llamados realmente en el Bautismo, en la participación a la muerte y a la resurrección de Cristo, y de ese modo hemos pasado de la ‘carne’, del egoísmo a la comunión con Cristo. Y así estamos en plenitud de la ley… En la participación a los sacramentos, en la escucha de la Palabra de Dios, realmente la voluntad divina, la ley divina entra en nuestra voluntad, nuestra voluntad se identifica con la suya, se hacen una sola voluntad y así somos realmente libres, podemos realmente hacer lo que queramos, porque queremos con Cristo, queremos en la verdad y con la verdad. Pidamos entonces al Señor que nos ayude en este camino iniciado con el Bautismo, un camino de identificación con Cristo que se realiza siempre nuevamente en la Eucaristía”.
Finalmente, el Santo Padre retomó el tema de la difícil situación de la comunidad de los gálatas, a la que se refiere San Pablo, destacando “las polémicas que nacen donde la fe degenera en individualismo y la humildad es sustituida con la arrogancia de creerse mejor que el otro”. Y explicó que “también hoy existe un fenómeno semejante, en el que en lugar de insertarse en la comunión con Cristo, en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, cada uno quiere ser superior al otro y con arrogancia intelectual quiere hacer creer a los demás que es superior. Y así nacen las polémicas que son destructivas, nace una caricatura de la Iglesia, que debería ser un alma sola y un solo corazón. En esta advertencia de San Pablo, también hoy debemos tomar conciencia: no pensar que somos superiores al otro, sino mirarnos a nosotros mismos con la humildad de Cristo, identificarnos con la humildad de la Virgen, entrar en la obediencia de la fe. De esta manera se abre realmente también a nosotros el gran espacio de la verdad y de la libertad en el amor”. (S.L.) (Agencia Fides 23/2/2009; palabras 66, líneas 1088)


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