VATICANO - Benedicto XVI en la audiencia general invita a prepararse a la Navidad “con humildad y simplicidad, disponiéndonos a recibir como don la luz, la alegría y la paz, que se irradian de este misterio. Acojamos la Natividad de Cristo como un evento capaz de renovar hoy nuestra existencia”

jueves, 18 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La catequesis tenida por el Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 17 de diciembre fue dedicada completamente al misterio de la Navidad que ya se acerca. “Estamos en la Novena de Navidad – dijo el Papa – que en tantas comunidades cristianas es celebrada con liturgias ricas de textos bíblicos, todos orientados a alimentar la espera por el nacimiento del Salvador. La Iglesia toda concentra su mirada de fe sobre esta fiesta ya cercana”.
Luego el Santo Padre puso en evidencia el valor “universal” de la fiesta de Navidad también para quien no se profesa creyente, en cuanto puede percibir en ella “algo de extraordinario y de trascendente, algo de íntimo que habla al corazón”. “Es la fiesta que canta el regalo de la vida – prosiguió el Papa –. La Navidad es el encuentro con un neonato que gime en una pobre gruta. Contemplando el pesebre, ¿cómo no pensar en tantos niños que todavía hoy vienen a la luz en gran pobreza, en muchas regiones del mundo? ¿Cómo no pensar en los neonatos no acogidos y rechazados, a aquellos que no logran sobrevivir por la falta de cuidados y de atenciones? ¿Cómo no pensar también en las familias que quisieran la alegría de un hijo y no ven colmada esta esperanza? Bajo la fuerza de un consumismo hedonista, lamentablemente, la Navidad corre el riesgo de perder su significado espiritual para reducirse a mera ocasión comercial de compras e intercambio de dones. En verdad, sin embargo, las dificultades, las incertezas y la misma crisis económica que en estos meses están viviendo tantas familias, y que toca a la humanidad toda, pueden ser un estímulo para descubrir el calor de la simplicidad, de la amistad y de la solidaridad, valores típicos de Navidad. Despojado de incrustaciones consumistas y materialistas, la Navidad puede ser una ocasión para acoger, como regalo personal, el mensaje de esperanza que brota del misterio del nacimiento de Cristo”.
Todas estas motivaciones no son sin embargo suficientes para captar en su plenitud el calor de la Navidad, que celebra el acontecimiento central de la historia: la Encarnación del Verbo divino para la redención de la humanidad, sobre la que reflexionaron San León Magno en sus numerosas homilías natalicias, San Pablo en sus cartas, y sobre todo San Juan, en el Prólogo del cuarto Evangelio, que forma parte de la liturgia de Navidad desde los tiempos más antiguos.
“En Navidad – explicó Benedicto XVI – no nos limitamos a conmemorar el nacimiento de un gran personaje; no celebramos simplemente y en abstracto el misterio del nacimiento del hombre o en general el misterio de la vida; mucho menos festejamos sólo el inicio de la nueva estación. En Navidad recordamos algo muy concreto e importante para los hombres, algo esencial para la fe cristiana… Se trata de un evento histórico que el Evangelista Lucas se preocupa de situar en un contexto bien determinado: en los días en los que fue emanado el decreto para el primer censo de César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria. Es por lo tanto en una noche históricamente fechada que se verificó el evento de Salvación que Israel esperaba desde hace siglos”.
Para abrir el corazón a la verdad de “un Dios bueno… que se ha hecho nuestro prójimo y que está muy cerca de nosotros, que tiene tiempo para cada uno y que ha venido para quedarse con nosotros… es necesario plegar la mente y reconocer la limitación de nuestra inteligencia. En la gruta da Belén – explicó Benedicto XVI – Dios se muestra a nosotros humilde ‘infante’ para vencer nuestra soberbia. Quizás nos hubiésemos rendido más fácilmente ante la potencia, ante la sabiduría; pero Él no quiso nuestra rendición; llama más bien a nuestro corazón y a nuestra libre decisión de aceptar su amor. Se hizo pequeño para liberarnos de esa humana pretensión de grandeza que surge de la soberbia; se encarnó libremente para hacernos verdaderamente libres, libres de amarlo”.
El Santo Padre terminó su catequesis recordando que “la Navidad es una oportunidad privilegiada para meditar sobre el sentido y sobre el valor de nuestra existencia” e invitando a prepararse con esta fiesta “con humildad y simplicidad, disponiéndonos a recibir como don la luz, la alegría y la paz, que se irradian de este misterio. Acojamos la Natividad de Cristo como un evento capaz de renovar hoy nuestra existencia. El encuentro con el Niño Jesús nos haga personas que no piensan sólo en sí mismas, sino que se abren a las esperanzas y a las necesidades de los hermanos. De este modo seremos también nosotros testigos de la luz que la Navidad irradia sobre la humanidad de este tercer milenio”.
Al final de los saludos a los peregrinos en varios idiomas, el Pontífice ha subrayado la importancia del pesebre con estas palabras: “Dentro de no muchos días será Navidad e imagino que en vuestras casas se está ultimando la preparación del pesebre, que constituye una representación muy sugestiva del Misterio de la Navidad de Cristo. Espero que un elemento tan importante, no sólo de nuestra fe, sino también de la cultura y del arte cristiano, siga haciendo parte de esta gran Solemnidad: en el fondo es un simple y elocuente modo para recordar a Jesús que, haciéndose hombre, vino “a habitar entre nosotros”, y con el pesebre realmente vive con nosotros”. (S.L.) (Agencia Fides 18/12/2008; líneas 59 palabras 892)


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