VATICANO - El Papa a los docentes y estudiantes de la Universidad de Parma: “Verdaderamente libre, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia, es aquella persona, aquella comunidad o aquella institución que responde plenamente a su propia naturaleza y a su propio fin, y la vocación de la Universidad es la formación científica y cultural de las personas para el desarrollo de toda la comunidad”

martes, 2 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Se centró sobre el legado espiritual del gran reformador San Pedro Damián el discurso que el Santo Padre Benedicto XVI dirigió a Docentes y Estudiantes de la Universidad de los Estudios de Parma, recibidos en audiencia el 1º de diciembre, “para conmemorar las antiguas raíces del Ateneo de Parma” inspirándose a San Pedro Damián, de quien se ha celebrado recientemente el milenario de su nacimiento, y quien en las escuelas de Parma fuese estudiante y luego maestro.
Citando la carta enviada a la Orden de los monjes Camaldulenses del año pasado, el Papa recordó haber ilustrado como “es particularmente válida para nuestro tiempo la característica central de su personalidad, es decir la feliz síntesis entre la vida eremítica y la actividad eclesial, la armónica tensión entre los dos polos fundamentales de la existencia humana: la soledad y la comunión”. En nuestra época, dominada por las nuevas tecnologías informáticas, las nuevas generaciones corren el riesgo de “ver que se reducen cada vez más las capacidades de concentración y de aplicación mental a nivel personal” y por otro lado, “el de aislarse individualmente en una realidad cada vez más virtual. Así la dimensión social se disperse en mil fragmentos, mientras la personal se repliega sobre sí misma y tiende a cerrarse a constructivas relaciones con el otro y con el que es diverso de sí. La Universidad, en cambio, por su naturaleza vive justamente del virtuoso equilibrio entre el momento individual y el momento comunitario, entre la investigación y la reflexión de cada uno y el compartir y el diálogo abiertos hacia los demás, en un horizonte tendencialmente universal”.
Luego Benedicto XVI subrayó la “carencia de principios unificadores” presente también en nuestra época, confiando a los estudios académicos la tarea de “contribuir a cualificar el nivel formativo de la sociedad, no sólo a nivel de la investigación científica estrictamente entendida, sino también, más en general, ofreciendo a los jóvenes la posibilidad de madurar intelectualmente, moralmente y civilmente, confrontándose con las grandes preguntas que interpelan a la consciencia del hombre contemporáneo”.
San Pedro Damián está considerado entre los grandes “reformadores” de la Iglesia después del año Mil, e interrogándose sobre el “genuino concepto de reforma”, el Pontífice subrayó: “toda auténtica reforma debe ser ante todo espiritual y moral, es decir debe partir de las conciencias. Hoy frecuentemente, también en Italia, se habla de reforma universitaria. Pienso que, consideradas las debidas proporciones, permanezca siempre válida esta enseñanza: las modificaciones estructurales y técnicas son eficaces efectivamente si van acompañadas de un serio examen de consciencia por parte de los responsables a todos los niveles, pero más en general de cada docente, de cada estudiante, de cada empleado técnico y administrativo”. Si se quiere que un ambiente humano mejore, continuó Benedicto XVI, “es necesario ante todo que cada uno comience con reformarse a sí mismo, corrigiendo aquello que puede hacer daño al bien común u obstaculizarlo en algún modo”.
Al concepto de reforma Benedicto XVI vinculó el de libertad. San Pedro Damián quería que la Iglesia fuese más libre, a nivel espiritual y a nivel histórico. “Análogamente, la validez de una reforma de la Universidad no puede tener como verificación sino su libertad: libertad de enseñanza, libertad de investigación, libertad de la institución académica con respecto a los poderes económicos y políticos. Esto no significa aislamiento de la Universidad de la sociedad, ni autoreferencialidad, ni tanto menos perseguir intereses privados aprovechando los recursos públicos. ¡Ciertamente no es esta la libertad cristiana! Verdaderamente libre, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia, es aquella persona, aquella comunidad o aquella institución que responde plenamente a su propia naturaleza y a su propio fin, y la vocación de la Universidad es la formación científica y cultural de las personas para el desarrollo de toda la comunidad social y civil”. (S.L.) (Agencia Fides 1/12/2008; líneas 46 palabras 637)


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