AMERICA/COLOMBIA - Mons. Marchetto en el Primer encuentro continental de Pastoral de la Carretera: “La Iglesia, debe dar respuestas a los problemas de la movilidad humana para ser signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente la justicia, la libertad, la verdad y la solidaridad, la paz y la armonía”

martes, 21 octubre 2008

Bogotá (Agencia Fides) – “La movilidad humana es hoy uno de los grandes signos de los tiempos y se presenta a nosotros en muchas formas y condiciones”, a los que la Iglesia está llamada a responder, desde las diversas áreas que forman la pastoral de la carretera o de la calle. Así lo afirmó el Arzobispo Mons. Agostino Marchetto, Secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en su discurso de bienvenida en el Primer Encuentro Continental de Pastoral de la Carretera, que se celebra desde el día 19 de este mes hasta el 24 en Bogotá (Colombia), y que reúne a los responsables de este área de toda América Latina y el Caribe (ver Fides 16/10/2008).
En su discurso Mons. Marchetto analiza las cuatro categorías distintas de pastoral de la carretera que caracterizarán las reflexiones del Encuentro. En primer lugar los usuarios de la carretera. Según afirma el Prelado los accidentes de tráfico en carretera anualmente matan 1,2 millones de personas alrededor del mundo, “un numero de victimas que excede las fatalidades debido a la malaria y enfermedades asociadas a la tuberculosis”. Además estas cifras tenderán a crecer, con todas las consecuencias que ello implica pues son una gran causa de pobreza en la región. Efectivamente “los accidentes en las carreteras matan a numerosos asalariados, por lo que, como consecuencia, numerosas familias quedan privadas del sustento necesario” y quedan pues hundidas en la pobreza. Además hay una gran consecuencia para el futuro de la nación pues muchos de estos accidentes afectan principalmente a jóvenes menores de 18 años y por otro lado, está “el costo comunitario-nacional de las muertes en carretera que representa alrededor del 2% del producto bruto interno, una cifra inaceptable para cualquier país pobre o desarrollado”. Por ello es urgente “un entendimiento y conocimiento de la situación y la voluntad para efectivamente hacer algo al respecto”.
Una segunda categoría son las mujeres de la calle, cada una de las cuales es “un ser humano, que en muchos casos pide ayuda porque vender su cuerpo por la calle no es lo que hubiera querido hacer voluntariamente. Son personas destrozadas, psicológicamente y espiritualmente muertas”. Una realidad que está muy ampliamente difundida en Amerita Latina y el Caribe y que debido a la globalización, la migración y los cambios en las comunicaciones es hoy un fenómeno “menos localizado y más móvil”. Según ha explicado el Secretario del Consejo Pontificio, el problema se ve además agravado por el crecimiento del “turismo sexual”, que “puede cobijar ciertamente adultos que voluntariamente consienten satisfacerlo, pero muy frecuentemente se caracteriza por personas que son obligadas y forzadas a hacerlo”. Y, por otro lado, también ha recordado el “crecimiento de la pedofilia, la cual afecta tanto a niños que a muchachas en esta área particular” así como “el desarrollo de la prostitución masculina, la cual necesita, también, su propio y especifico cuidado pastoral”.
Para hacer frente a este problema según explica el Arzobispo es importante además de los recursos, que haya una “colaboración entre los organismos públicos y privados, una cooperación con los mass-media para garantizar una comunicación correcta acerca de esta problemática, propuestas y aplicación de leyes que protejan a las mujeres, especialmente si son menores, y medidas eficaces, contrarias a la representación degradante de las mujeres en la publicidad y la cooperación de la comunidad cristiana con las autoridades nacionales y locales” .
En tercer lugar están los niños de la calle, un problema que afecta especialmente a América Latina, donde se estiman en casi 50 millones. “Durante muchos años el sistema judicial, la policía, el comercio y la sociedad han proyectado ampliamente la imagen de que muchos de éstos niños representan una amenaza para la sociedad civilizada”, ha explicado el Prelado. A continuación ha dirigido palabras de aliento a las personas que trabajan con los niños de la calle pues es un trabajo que “puede resultar muy costoso, en cuanto tiempo y energías, no menos que financieramente, dado que dichos niños necesitan largos tiempos de rehabilitación”. Efectivamente será necesario tiempo “para ganar su confianza, especialmente si han sufrido penas y abusos de parte de los adultos”.
Por último están las personas sin hogar, sin techo que “representan uno de los muchos rostros de la pobreza en el mundo”. Además la falta de un techo no es solo la carencia de una casa sino que es “perder la posibilidad de llevar una vida auténticamente humana”. Por ello la labor pastoral con estas personas no se debe reducir a ofrecerle simplemente un amparo, “sino un lugar donde las personas puedan ser ellas mismas en toda su plenitud y dignidad, un lugar donde se pueda construir su propia morada relacional y desarrollar cada dimensión de la existencia, incluida la espiritual”
La Iglesia, concluyó Mons. Marchetto, está llamada a “dar respuesta” a todos estas necesidades para ser “ser auténticamente si misma”, y poder llevar a cabo “la tarea de forjar una nueva creación en Cristo Jesús, recapitulando en Él todo el tesoro de una rica diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflicto” y siendo de este modo “signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente la justicia, la libertad, la verdad y la solidaridad, es decir la paz y la armonía”. (RG) (Agencia Fides 21/10/2008)


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