VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Identidad y comunión a la raíz de todo apostolado

jueves, 11 septiembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Retomar las “actividades pastorales”, después de la pausa veraniega, pone normalmente ante nosotros opciones comprometedoras tanto respecto a la orientación general de las energías, cuanto en orden a los específicos elementos por privilegiar en los programas de cada Sacerdote y comunidad. ¿Qué criterios adoptar para realizar opciones fecundas y respetuosas del auténtico bien eclesial?
Ante todo, más allá de las circunstancias contingentes, es necesario reafirmar que el Sacerdote no deja nunca de ser Sacerdote, también en el tiempo de vacaciones, así como la Comunidad permanece la misma: quizás menos numerosa, o notablemente ampliada en los lugares de veraneo, pero siempre lugar del encuentro y de la memoria del Señor Resucitado y Presente.
En tal sentido, el primer error que se debe evitar es el de considerar que la programación y la organización de las “actividades pastorales” coincida con la misión apostólica de la Iglesia y del Sacerdote. Ciertamente pueden ser un elemento, pero si la vida y el recorrido de una comunidad coincidiese con un elenco, quizás densísimo, de actividades, se podría correr el riesgo del activismo, incluso eclesial, que ciertamente no coincide con el espíritu misionero, más equilibrado y eficaz.
El primer criterio en el pensar, y mejor, en el vivir el “nuevo inicio”, es el de favorecer lo más posible todas aquellas ocasiones (actividades) que refuerzan la identidad cristiana de los fieles. Si es verdad que “nadie genera si no es generado”, es claro que la formación cristiana, fiel a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio, en particular utilizando los preciosos instrumentos del Catecismo de la Iglesia Católica y del correspondiente Compendio, representa una prioridad necesaria e ineludible para toda comunidad. Cojearía gravemente una “programación” que no tuviese en el primer lugar la formación, condición indispensable para actuar, luego, en el mundo en modo eficaz y motivado.
Otro criterio esencial es el de la comunión. Ante todo el de la comunión de fe sincera y efectiva. Si el Cristianismo se presenta al mundo como una “compañía vocacional”, es evidente que el elemento de comunión reviste una prioridad absoluta, declinándose luego como comunión con la Iglesia y con el Papa, con los Obispos en comunión con Él, y con todos los legítimos Pastores. Cada Sacerdote podrá tener la experiencia simple e inmediata de que mientras mayor será su referencia al Santo Padre, incluso en la predicación y en las indicaciones al pueblo, más grande será la eficacia y la fecundidad del ministerio, porque brillará aquella comunión visible que es indispensable a todo testimonio.
Identidad, alimentada por la formación, y comunión nutrida de oración, son los criterios que se debe privilegiar, porque la así llamada “pastoral” se convierta en verdadero apostolado, es decir, sea cada vez más semejante a la obra de los Apóstoles, que anunciaban con parresía a Jesucristo Único Salvador del Mundo y de la Historia, invitaban a la conversión y daban vida a comunidades capaces de evangelizar, obedeciendo más a la realidad que a programas preestablecidos.
Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: “‘Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1Tm 2,4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la Iglesia debe ser misionera” (CEC n. 851). (Agencia Fides 11/9/2008; líneas 42 palabras 596)


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