ASIA/FILIPINAS - Del “síndrome de Sísifo” a la auténtica paz: el futuro de Mindanao Entrevista al P. Eliseo Mercado, misionero de los Oblatos de María Inmaculada

martes, 6 mayo 2008

Manila (Agencia Fides) - Territorio con inmensas potencialidades que con dificultad despegan; nudo de conflictos inextricables, refugio de rebeldes y terroristas; dominio sin contestación de la comunidad islámica filipina; hueco negro de los derechos humanos; cuestión difícil, poco conocida y comprendida. Son diversos los estereotipos circulantes a propósito de la isla de Mindanao, amplia isla en el Sur de Filipinas, desde hace décadas al centro de una cuestión que toca la unidad nacional de Filipinas. En Mindanao, donde se encuentra la consistente minoría de los musulmanes filipinos (más de 6 millones de personas) trabajan grupos de guerrilleros como el “Moro National Liberation Front” (MNLF) y el “Moro Islamic Liberation Front” (MILF) que en los últimos años han entrado en contraste con el gobierno de Manila y que hoy, en un extenuante ajusta y afloja, están negociando con el gobierno, con el fin de obtener una mayor autonomía.
Actualmente las tropas del ejército de Malasia - comprometidas con monitorear el cese al fuego en Filipina del Sur - se están retirando de la isla. Algunos observadores ven en este retiro el peligro de recrudescencia de los choques, incluso porque el proceso de paz se ha detenido desde hace demasiados meses.
La Agencia Fides pidió al P. Eliseo Mercado, misionero filipino, durante años responsable de la Oficina de Justicia y paz de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, que explique y profundice esta compleja cuestión de Mindanao. El P. Mercado, personalidad estimada por cristianos y musulmanes, fue Rector de la Universidad Notre Dame de Cotabao (Mindanao), y fue llamado por el gobierno filipino a formar parte del equipo de negociadores para los difíciles coloquios de paz con los representantes del MILF.

El “proceso de paz” en Filipinas del Sur parece seguir adelante con sacudidas, pasos adelante y luego atrás… ¿por qué?
Viendo la adaptación del proceso de paz entre gobierno y grupos rebeldes de Filipinas del Sur, me he convencido que éste sufre de una enfermedad: el “Síndrome de Sísifo”, personaje mitológico que llevaba con cansancio una piedra hasta la cima de una colina para luego tirarla, llevarla de nuevo hacia arriba… y así en adelante. Recordamos los Acuerdos de Trípoli (1976); los del 1986 entre Corazón Aquino y Nur Misuari del MNLF; la reapertura del “dossier” con la presidencia de Fidel Ramos en el ‘92 y el consecuente “Acuerdo Final de Paz” de 1996. Entre tanto, no obstante la euforia general, la situación no mejoró, es más, se dieron nuevas rebeliones. Con la Presidencia de Gloria Arroyo, en el 2001, se firmó otro acuerdo con el MILF, definido como el “roadmap” para la paz. Hoy las tratativas están todavía abiertas y van adelante con paso de tortuga: y pensar que la cuestión del “dominio ancestral” de las tierras parecía haber sido afrontada y resuelta, pero luego todo se esfumó. A treinta años de los primeros acuerdos, estamos todavía aquí esperando y necesitamos construir cada vez con mayor energía. Debe decirse que se han producido estereotipos negativos, que hacen daño a toda la cuestión. Es necesario desarraigar prejuicios y desconfianzas que paralizan la cuestión a nivel social y político.

Como usted ha subrayado, la cuestión de Mindanao se viene arrastrando desde hace décadas: ¿cuáles son las causas más profundas?
Mindanao está y estará, en los años que vienen, en el ojo del ciclón. La paz política y social, los acuerdos, los cese al fuego, quedarán en el papel hasta que no se afronten las principales cuestiones de base que crean la tempestad: pobreza, exclusión política, injusticia (real percibida). La cuestión de la pobreza, grave obstáculo para la paz, es evidente en Mindanao y afecta a los campos y los centros urbanos, a la entera población, tanto musulmanes como cristianos e indígenas. A nivel de estadísticas económicas los habitantes de Mindanao, con respecto a los de otras zonas de Filipinas (como Luzon y Visayas), tienen la renta per capita netamente más baja. En la isla se advierte la carencia de infraestructuras esenciales, de servicios sociales y sanitarios. Según datos oficiales, de las 20 provincias más pobres de Filipinas, 14 se encuentran en Mindanao y las cuatro provincias de la Región Autónoma Musulmana se encuentran al final de la clasificatoria. Estas son las provincias donde el conflicto es más fuerte.

¿Nos puede hablar del “sentido de exclusión” que se vive en Mindanao?
Estamos en un área periférica, alejada de la “Metro Manila”, centro del poder nacional. No hay una adecuada participación y representación de la gente de Mindanao en el gobierno nacional, y eso genera un sentido de exclusión. Filipinas no son un estado mono-cultural o mono-religioso. La unidad y la cohesión social se basan en el reconocimiento y en el respeto de las diferencias. Salta a la vista la poca presencia de ciudadanos de Mindanao en las esferas políticas, en las oficinas públicas, a todo nivel. La exclusión mina la cohesión social en términos de etnia, religión y cultura. Las minorías étnicas y religiosas no podrán nunca identificarse en la así llamada “unidad e identidad nacional” si esa está basada sólo en la cultura y los valores de la mayoría. Las comunidades de minoría frecuentemente interpretan leyes y disposiciones que vienen de lo alto como una “tiranía de la mayoría” que aumenta su exclusión. Tenemos necesidad de mayor equidad y participación.

Finalmente usted ha citado el problema de la desigualdad
La desigualdad, real o percibida, es siempre la mayor causa de inestabilidad de una nación o comunidad. En Mindanao la percepción corriente es que los vastos y preciosos recursos de la tierra no se transforman en beneficio de la población local: este hecho alimenta la reivindicación de “secesión”, mientras la riqueza de Mindanao podría servir para garantizar a la población local desarrollo y bienestar. En Mindanao vive una tercera parte del pueblo filipino, pero la distribución de los fondos del balance nacional no llegan al 20%: y se registran graves carencias en el sistema de instrucción y en el acceso a los bienes esenciales.
Cuando luego hablamos de “sistema de la Justicia” y de “estado de derecho”, Mindanao es un ejemplo de colapso. El sistema mismo de la Justicia es muy débil en las provincias más remotas. Ilegalidades, secuestros, tráfico de droga, inseguridad, son males difundidos. Más allá de la colusión, sospechada o percibida, entre los delincuentes y quienes garantizan el orden constituido es el último hueco en la red de un sistema que hace de Mindanao un auténtico “caso límite”. Con esta realidad de pobreza, exclusión y desigualdad, ¿se puede uno sorprender de que Mindanao sea terreno fértil para rebeliones y secesiones?

En Filipinas existen distintos tipos de organismos dispuestos a ocuparse de dichos problemas. ¿Usted quiere decir que les cuesta comenzar a funcionar?
En Mindanao estamos enredados en una verdadera “maraña”. Existe un verdadero laberinto de organizaciones, de consejos, de comisiones y de siglas en las que es difícil no perderse. Esta abundancia de entes a nivel gobernativo y local ha hecho que se hunda la cuestión de Mindanao, sobre todo por falta de habilitad y soporte administrativo, técnico y financiero. Los líderes administrativos se encuentran en medios de una extenuante burocracia, entre la insuficiencia de los fondos y la inestabilidad del gobierno central de Manila. En esta situación reina el caos, impidiendo cualquier mejoría. Una segunda “maraña” está constituida por una multitud de siglas que, con ayuda externa, deberían ocuparse del desarrollo económico y social en Mindanao: instituciones internacionales, entes financieros, donantes y ONG pero, ¿dónde termina todo ese dinero? Es evidente que muy poco llega realmente a la población a la que está legítimamente destinado, por causa de la corrupción y por la poca transparencia. Es urgente un nuevo paradigma de reconstrucción para Mindanao, a partir de la simplificación y de la funcionalidad de los entes destinados a promover el desarrollo de Mindanao.

¿Cuáles serían los caminos a recorrer en un futuro próximo?
Es necesario apoyar a nivel político, cultural y de medios de comunicación nuestro esfuerzo de paz, de diálogo y reconciliación. Con la crisis que está atravesando la clase dirigente nacional tenemos miedo que la barca de la paz pueda naufragar en aguas turbulentas. Nuestro pueblo tiene necesidad de un liderazgo creíble para atravesar con éxito las aguas de los prejuicios y de los conflictos, de la pobreza y de la debilidad.

Mindanao está habitada por cristianos, musulmanes e indígenas. ¿Qué rol puede cumplir aquí el diálogo interreligioso?
Vivimos en una tierra que acoge diversas culturas, etnias y religiones. Esta diversidad nos invita a cambiar nuestros paradigmas y nuestro comportamiento relacional: urge pasar de la hostilidad a la fraternidad, de la indiferencia al compromiso con el otro. El primer paso es la aceptación del pluralismo, para descubrir, con los fieles de las otras comunidades religiosas, un terreno común de principios y valores: sobretodo el amor a Dios y el amor al prójimo. Cristianos y musulmanes en Mindanao están llamados a ser comunidades en diálogo respetuoso, nunca en conflicto. La violencia, como dijo claramente el Papa Juan Pablo II, destruye la imagen del Creador en sus criaturas. Nosotros, Oblatos de María Inmaculada, estamos comprometidos desde hace 70 años en el camino del diálogo interreligioso en Mindanao y en el archipiélago de Sulu y Tawi-Tawi. Entre nuestros misioneros se cuentan testigos que dieron la vida por esta misión: Mons. Benjamín de Jesús, los padres Nelson Javellana, Benajamin Innocencio y Reynaldo Roda, todos ellos se entregaron por amor y con la fuerza de su fe al servicio de la población local. Este es el verdadero camino hacia la paz. (PA) (Agencia Fides 6/5/2008; líneas 115, palabras 1601)


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