VATICANO - El uso no alimenticio de productos agrícolas determina un aumento del precio de los alimentos sin precedentes y consecuencias negativas en los niveles de pobreza: intervención de la Santa Sede en la Conferencia regional de la FAO para América Latina y el Caribe

viernes, 25 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “La Santa Sede quiere mostrar con su presencia el aprecio que tiene por la obra que la FAO lleva a cabo en colaboración con otros Gobiernos en la lucha contra el hambre y la malnutrición, sosteniendo, con la perspectiva esencialmente ética que le pertenece, aquellas opciones de naturaleza política y social capaces de dar respuesta en modo concreto y coherente a las necesidades actuales”, afirmó Monseñor Renato Volante, Observador permanente de la Santa Sede ante la FAO en tu intervención durante la XXX Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe celebrada en Brasilia del 17 al 18 de abril. “Está claro que la falta de una nutrición adecuada —resaltó Mons. Volante— no sólo impide el desarrollo pleno de la personalidad de mujeres y hombres, sino que constituye una negación evidente de sus derechos, comenzando por el derecho fundamental a la vida, que en la alimentación tiene uno de sus componentes indispensables”.
“Esta Conferencia —prosiguió el Observador Permanente de la Santa Sede— indica una vez más que el esfuerzo principal es transferir en una dimensión humana aquellas fuerzas (...) que la tecnología y las nuevas investigaciones científicas permiten aplicar a la actividad agrícola y, por lo tanto, a la producción de alimentos. El compromiso es confrontarse con las más amplias estrategias elaboradas a nivel mundial para erradicar la pobreza”.
Refiriéndose a una de las cuestiones centrales de la reunión, la reflexión sobre los criterios para mejorar la seguridad alimentaria, monseñor Volante subrayó que esto implica “para muchos países de la región considerar no sólo las dificultades de la producción agrícola provocadas por factores ambientales y de territorio, sino también las derivadas de políticas comerciales particularmente desfavorables... para muchos países la realidad económica depende casi exclusivamente de la exportación de un restringido número de productos típicos y, al contrario, la seguridad alimentaria, de la importación de muchos alimentos”.
Los niveles de inseguridad alimentaria, particularmente preocupantes en la zona del Caribe, están determinados por una serie de factores que encuentran en la pobreza, en una base económica limitada y en márgenes de ocupación reducidos el origen o el punto de llegada. “En este cuadro —continuó mons. Volante— se sitúa también el aumento del uso no alimenticio de productos agrícolas que son destinados a otros usos, como la producción de biocarburantes. Una tendencia que si bien puede representar una oportunidad en la protección del ambiente y la biodiversidad ha sido señalada como una de las principales causas de un aumento del precio de los alimentos sin precedentes en relación a los decenios pasados, así también como del uso de terrenos agrícolas de manera intensiva, empobreciéndolos. Todo esto tiene un impacto mundial que si bien presenta algunas ventajas para los agricultores productores de hecho está causando consecuencias negativas en los niveles de pobreza en las áreas dependientes de la importación de alimentos y en la conservación de las tierras”.
El Observador Permanente de la Santa Sede recordó el deber de los Estados de obrar a fin de asegurar la tutela y la realización del derecho a la alimentación, “por lo que no es pensable disminuir la cantidad de productos agrícolas puestos en el mercado de alimentos o mantenerlos en reserva para emergencias que podrían verificarse a favor de otros y ser fines aceptables, pero que no realizan un derecho fundamental como es el de la alimentación”.
Aún permanece abierta la cuestión de la reforma agraria: “Toda reforma agraria —afirmó Mons. Volante— debe poder hacer referencia a la realidad de los pequeños agricultores y de las comunidades indígenas, con su tradición lejana frecuentemente de la dimensión institucional y de las ventajas de nuevos criterios de producción o de modelos de consumo realizados en áreas urbanas por un restringido grupo de la población. Se trata de un objetivo prioritario al que la Iglesia católica reserva gran atención”. (S.L.) (Agencia Fides 25/4/2008; líneas 51, palabras 685)


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