VATICANO - La Iglesia y los recorridos de la comunidad cristiana (1) “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”

martes, 1 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides)- “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.”(Hch 2, 42 - 48).
Esta era la primera comunidad cristiana y así vivía, siguiendo las enseñanzas de su Maestro, Jesucristo, enviado por el Padre para reconciliar consigo a la humanidad dispersa por el pecado. La escucha de las enseñanzas, la oración, la comunión fraterna, la celebración eucarística, la caridad, la misionariedad, estos son los fundamentos de la primera Iglesia y la estructura esencial que nosotros conocemos, reunida por Cristo para anunciar el misterio de su Pasión, muerte y Resurrección y para testimoniar el amor de Dios por todos los hombres.
Valiéndonos de algunas fuentes como la Sagrada Escritura, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católica, Documentos del Concilio Vaticano II, el Código de Derecho Canónico y algunas intervenciones oficiales, nos proponemos destacar las definiciones, los contenidos, las líneas principales definen a la Iglesia y al sentido de pertenencia a esta, en su aspecto teológico-institucional y en su aspecto dinámico y carismático, siempre en camino con la humanidad, atenta a los signos de los tiempos.
Vivimos en un momento de la historia marcado por fuertes dudas y nuevos miedos, en los cuales, usando las palabras de Nietzsche: “Falta el fin, falta la respuesta al porque, los valores supremos pierden valor”. Nos encontramos en un sistema de “pensamiento débil”, en que la vida activa ejercita una fascinación superior frente a la contemplativa, en la cual hay una falta de Dio sin percibir la falta, en la que se asiste a la pérdida de orientación y a la pérdida de la dimensión de la trascendencia. Estamos en un momento histórico en el que ciencia y técnica están a la búsqueda de una solución al problema del mal y de la muerte, se ha perdido el sentido último de la vida humana pues se ha olvidado y aflojado la unión con Dios y han aumentado las inseguridades existenciales. Sin embargo pareciera existir, bajo forma de deseo, de nostalgia, de redescubrimiento, de necesaria reevaluación del sentimiento religioso, un redescubrimiento que tal vez conducirá a las personas a vivir en plenitud alegrías y dolores de la vida, abriéndose a la esperanza última de un designio divino que confortará nuestra incapacidad de comprender los grandes misterios de la vida.
Por estas consideraciones, es importante conocer a la Iglesia, entender como obra, confirmar aquello que ella representa y como realiza su tarea, guiada y sostenida por la acción vivificante del Espíritu Santo, para ofrecer a los hombres de nuestro tiempo una referencia, una esperanza. La Iglesia, abriendo los brazos al hombre de hoy en la situación concreta actual, compartiendo los malestar de la humanidad, anuncia el Evangelio fiel a la Sagrada Tradición y Escritura, y a su mismo Magisterio, y “y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree”. (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 8). (E.M.) (Agencia Fides 1/4/2008; líneas 40, palabras 596)


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