VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - La incidencia de los católicos en la vida del mundo depende del ser Iglesia

viernes, 28 marzo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Desde América hasta Europa, pasando por China - como lo han recordado las meditaciones del Via Crucis en el Coliseo escritas por el Arzobispo de Hong Kong - la política mira desde este punto de vista a los católicos: si no tienen miedo de manifestar su pensamiento sobre el hombre y las grandes cuestiones o si más bien se limitan a declaraciones genéricas sobre los valores. El resultado es contrastante: en Oriente se es perseguidos, en Occidentes se es homologados hasta hacerse insignificantes. Dos resultados opuestos consecuencia del escuchar o no las enseñanzas vivas de la Iglesia.
Si los primeros cristianos se hubiesen emancipado de la enseñanza apostólica, nadie se hubiese dado cuenta de ellos en el imperio romano y en breve tiempo hubiesen desaparecido. ¿Qué impidió esto? Todos conocemos el célebre versículo de los Hechos de los Apóstoles que describe en síntesis extrema su vida: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (2,42).
A los católicos corresponde en todas las generaciones el deber de “acudir asiduamente” a escuchar la doctrina apostólica y “perseverar” en la vida: quiere decir encarnarla y anunciarla en todo tiempo y lugar, en los modos propios de la profesión de cada uno, siempre conservándola con fidelidad en la forma en que ha sido recibido.
La asiduidad de la comunidad cristiana dos los orígenes a escuchar “la enseñanza de los apóstoles”, recuerda como consecuencia el tema de la recepción del Magisterio en la Iglesia hodierna. Es necesario reconocer un gran crecimiento de la atención, incluso de muchos laicos cristianos y de no creyentes, a sus pronunciamientos sobre las diversas cuestiones de fe y razón; sin embargo uno se debe preguntar qué efecto tenga todo esto o, como se suele decir, qué grado de recepción, o cuánto la conciencia de los fieles se deje iluminar y formar por la enseñanza de los Sucesores de los Apóstoles, el Obispo de Roma y los demás Obispos en comunión con él. Hasta qué punto el Magisterio vivo es asumido como la Palabra de Dios actualizada a la que someterse con obsequio, en cuanto ofrece el criterio esencial de juicio con el que confrontar toda cosa, toda realidad personal y comunitaria; en una palabra, si la conciencia del fiel tiende a ser eclesial o a permanecer privada, o incluso dividida entre el pensamiento de Cristo y el pensamiento del mundo, entre la pertenencia eclesial y la conformación a la moda cultural de turno.
El texto de los Hechos habla de “enseñanza” al singular, justamente para subrayar la unidad doctrinal fundamental de la Iglesia, contra toda forma de relativismo que pretenda reducir esta enseñanza a opinión, de democratismo que lo quisiera someter al voto de la mayoría. No es un misterio que, en la nivelación general de la comunicación, directamente proporcional al aumento del número de las informaciones, se da el tentativo de emanciparse del Magisterio eclesial, en particular por parte de aquellos católicos que sostienen así de ser “adultos”, cuando deberían permanecer siempre como niños espirituales (cf. 1Pt 1,14; 2,2).
Dicho fenómeno se encuentra especialmente en la recepción del Magisterio Pontificio: la “enseñanza de los apóstoles”, como se sabe, es competente en la medida en que se realiza en plena comunión con el del apóstol Pedro y de sus sucesores. Salvando todas las conocidas distinciones canónicas sobre los grados del Magisterio y sobre el asentimiento que se le debe, permanece el hecho que, también según el común sensus fidei del pueblo de Dios, el magisterio del Papa no es calificable en ningún caso como una de las opiniones en la Iglesia, sino que constituye el criterio de verificación de la autenticidad de la enseñanza de un Obispo o de una Conferencia Episcopal. El Magisterio del Papa expresa en síntesis el auténtico pensamiento de la Iglesia y con él todos los católicos que trabajan en cualquier campo están llamados a confrontarse, para continuar a ser como los primeros cristianos asiduos en escuchar “la enseñanza de los apóstoles”.
De esto depende la incidencia o no en la vida social y política del mundo: ser como la sal para preservar el mundo de la corrupción o hacernos insípidos y ser arrastrados con él. (Agencia Fides 28/3/2008; líneas 46, palabras 715)


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