VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Austria - “El centro de la misión de Jesucristo y de todos los cristianos es el anuncio del Reino de Dios. Este anuncio en el nombre de Cristo significa para la Iglesia, para los sacerdotes y las religiosas, así como para todos los bautizados, el compromiso de estar presentes en el mundo como sus testigos.”

lunes, 10 septiembre 2007

Viena (Agencia Fides) - En la tarde del sábado 8 de septiembre, el Santo Padre presidió la celebración de las segundas vísperas de la Solemnidad de la Natividad de la Beata Virgen María en el santuario de Mariazell. En ella participaron sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos, seminaristas y personas de vida consagrada. “Vosotros sois siervos y siervas de la misión de Jesucristo -afirmó el Papa durante su homilía-. Así como hace dos mil años Jesús llamó a muchos a seguirlo, también hoy en día muchos jóvenes, hombres y mujeres, se ponen en camino al escuchar su llamado, fascinados por Él y movidos por el deseo de poner su propia vida al servicio de la Iglesia, entregándola por el bien de los hombres… La vida en el seguimiento de Cristo es, de hecho, una empresa riesgosa, pues estamos siempre amenazados por el pecado, por la falta de libertad y por el peligro de la defección. Es por ello que todos necesitamos de su gracia, tal como María la recibiera en plenitud.” El Papa Benedicto XVI recordó que “el Señor llama a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos a entrar en el mundo, en sus realidades complejas, para cooperar en la edificación del Reino de Dios”, y lo hacen en una multiplicidad de maneras, haciéndose “peregrinos con Él” en la historia. La participación en su camino significa dos cosas: “la dimensión de la Cruz -con sus fracasos, sufrimientos, incomprensiones, incluso desprecio y persecución-, pero también con la experiencia de una profunda alegría en su servicio y la experiencia del gran consuelo que produce el encuentro con Él… El centro de la misión de Cristo Jesús y de todos los cristianos es el anuncio del Reino de Dios. Este anuncio en el nombre de Cristo significa para la Iglesia, para los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como para todos los bautizados, el compromiso por estar presentes en el mundo como sus testigos. El Reino de Dios, por ello, es Dios mismo que se hace presente en medio de nosotros y reina por medio de nosotros. La edificación del Reino de Dios, por ello, se realiza cuando Dios vive en nosotros y nosotros llevamos a Dios al mundo”.
Seguir a Cristo “significa crecer en la participación en los sentimientos y en la asimilación del estilo de vida de Jesús”, afirmó el Santo Padre invitando a reflexionar sobre “los consejos evangélicos”, que constituyen “elementos determinantes de una vida comprometida en el seguimiento radical de Cristo: pobreza, castidad y obediencia”. Seguidamente, algunos extractos de la homilía del Santo Padre.
“Jesucristo, que era rico de toda la riqueza de Dios, se hizo pobre por nosotros… Quien quiera seguir a Cristo de manera radical, debe renunciar a los bienes materiales. Pero debe vivir esta pobreza a partir de Cristo, como haciéndose libre interiormente a favor del prójimo. Para todos los cristianos, pero especialmente para nosotros, sacerdotes, para los religiosos y religiosas, tanto para cada uno individualmente como para la comunidad, la cuestión de la pobreza y de los pobres debe ser siempre objeto de un severo examen de consciencia. Precisamente en nuestra situación, en la que hay cierto bienestar y no somos pobres en el sentido real, pienso que debemos reflexionar particularmente sobre cómo vivir este llamado de manera sincera.”
“Con los votos de castidad y celibato no nos consagramos a una suerte de individualismo o a una vida aislada, sino que prometemos solemnemente poner totalmente y sin reservas al servicio del Reino de Dios -y de este modo al servicio de los hombres- las relaciones intensas de las que somos capaces y que recibimos como don. De este modo los sacerdotes, las religiosas y los religiosos mismos se convierten en hombres y mujeres de la esperanza: contando totalmente con la ayuda de Dios y demostrando de este modo que Dios para ellos es una realidad, crean el espacio para recibir su presencia -la presencia del Reino de Dios- en el mundo… El mundo necesita de nuestro testimonio hoy mismo.”
“Jesús vivió toda su vida, desde sus años de infancia en Nazareth hasta el momento de su muerte en cruz, en la escucha al Padre, en la obediencia al Padre… Los cristianos han experimentado siempre que, abandonándose a la voluntad del Padre, no se pierden, sino que encuentran de esta manera el camino hacia una profunda identidad y libertad interior… Escuchar a Dios y obedecerle no tiene nada que ver con una especie de constricción externa o pérdida de uno mismo. Sólo entrando en la voluntad de Dios alcanzamos nuestra verdadera identidad”. (S.L.) (Agencia Fides 10/9/2007; líneas 55, palabras 819).


Compartir: