VATICANO - El Papa en la Vigilia de oración con los jóvenes en la explanada de Montorso: “ Cada uno de vosotros, si permanece unido a Cristo, puede realizar grandes cosas. No debéis tener miedo de soñar despiertos grandes proyectos de bien, y no debéis dejaros desalentar por las dificultades” - Un agradecimiento a “todos aquellos que gastan su existencia por Cristo en las fronteras de la evangelización”

lunes, 3 septiembre 2007

Loreto (Agencia Fides) - La tarde del sábado 1 de septiembre, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió a Loreto con ocasión del Encuentro nacional que cierra el primer año del Ágora de los jóvenes italianos (ver Dossier Fides 30/8/2007). En la explanada de Montorso, adyacente al Santuario de la Santa Casa, el Papa presidió una Vigilia de oración. Durante el encuentro algunos jóvenes presentes en el Ágora llevaron su testimonio y dialogaron con el Santo Padre, haciéndole preguntas, a las que el Papa respondió una por una. Benedicto XVI se dirigió a todos los presentas con estas palabras: “¡Queridos jóvenes, que constituís la esperanza de la Iglesia en Italia! Estoy feliz de encontraros en este lugar tan particular, en esta tarde especial, rica de oraciones, de cantos, de silencios, colma de esperanzas y de profundas emociones”.
“Sea cual sea el motivo que os ha conducido aquí - continuó el Papa -, puedo deciros que quien nos ha reunido es el Espíritu Santo. Y es valiente decirlo. Sí, es así: aquí os ha guiado el Espíritu; aquí habéis venido con vuestras dudas y vuestras certezas, con vuestras alegrías y vuestras preocupaciones. Ahora nos toca a todos nosotros, a todos vosotros abrir el corazón y ofrecerle todo a Jesús. Decidle: … Señor Jesús, esta tarde quisiera hablarte, haciendo mía la actitud interior y el abandono confiado de aquella joven mujer, que hace más de dos mil años dijo su ‘sí’ al Padre que la escogía para ser tu Madre”.
Benedicto XVI definió a Loreto, en esta circunstancia, como “la capital espiritual de los jóvenes, el centro hacia el que convergen idealmente las multitudes de jóvenes que pueblan los cinco Continentes”. “Nos sentimos como rodeados de las expectativas y de las esperanzas de millones de jóvenes del mundo entero… A todos quisiera que llegase mi palabra: el Papa está cerca a vosotros, comparte vuestras alegrías y penas, sobre todo comparte las esperanzas más íntimas que están en vuestra alma y para cada uno pide al Señor el don de una vida plena y feliz, una vida rica de sentido, una vida verdadera”.
Frente a las preocupaciones y a las aprehensiones con que los jóvenes miran al futuro, el Papa repitió: “¡No tengáis miedo, Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón!… Cada uno de vosotros, si permanece unido a Cristo, puede realizar grandes cosas. Por esto, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar despiertos grandes proyectos de bien y no debéis dejaros desalentar por las dificultades. Cristo confía en vosotros y desea que podáis realizar cada uno de vuestros más nobles y altos sueños de auténtica felicidad. Nada es imposible para quien confía en Dios y se entrega a Él”.
Asimismo el Santo Padre invitó a mirar a María, que conoce “las aspiraciones más nobles y profundas” de los jóvenes, su gran deseo de amor, la necesidad de amar y de ser amados: “Mirándola, siguiéndola dócilmente descubriréis la belleza del amor, no de un amor ‘descartable’, pasajero y engañoso, prisionero de una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo… Para muchos esto se realiza en la opción del matrimonio y en la formación de una familia donde el amor entre un hombre y una mujer se viva como don recíproco y fiel, como don definitivo, sellado por el “sí” pronunciado ante Dios en el día del matrimonio, un “sí” para toda la existencia”.
Benedicto XVI subrayó en qué modo hoy este sueño es “siempre menos fácil de realizar” y son numerosas las familias que “se despedazan”. A todos los que se encuentran en estas situaciones tan delicadas y complejas el Santa Padre dijo: “la Madre de Dios, la Comunidad de los creyentes y el Papa, están junto a vosotros y rezan para que la crisis que marca a las familias de nuestro tiempo no se convierta en un fracaso sin vuelta atrás. Puedan las familias cristianas, con la ayuda de la Gracia divina, mantenerse fieles a aquél solemne compromiso de amor asumido con alegría ante el sacerdote y la comunidad cristiana, el día solemne del matrimonio”.
El temor al fracaso puede ser contagioso, pero el Papa destacó que “para quien confía en Dios nada es imposible. Esto vale para quien está llamado a la vida matrimonial, y aún más para aquellos a los que Dios propone una vida de total desapego de los bienes de la tierra para dedicarse a tiempo completo a su Reino”. En particular el Santo Padre citó a los misioneros: “Entre vosotros hay algunos que se encaminan hacia el sacerdocio, hacia la vida consagrada; algunos aspiran a ser misioneros, sabiendo cuántos y cuáles riesgos esto supone. Pienso en los sacerdotes, en las religiosas y en los laicos misioneros caídos en la trinchera del amor al servicio del Evangelio. Nos podría decir tanto sobre esto el padre Giancarlo Bossi, por quien hemos rezado durante su secuestro en Filipinas, y por quien hoy nos alegramos de tenerlo entre nosotros. En él quisiera saludar y agradecer a todos aquellos que gastan su existencia por Cristo en las fronteras de la evangelización. Queridos jóvenes, si el Señor os llama a vivir más íntimamente su servicio, responded con generosidad. Estad seguros: la vida dedicada a Dios no es gastada nunca en vano”.
Al final de la Vigilia, el Santo Padre se dirigió al Palacio Apostólico de Loreto. Después de la cena bajó al Santuario Lauretano, donde bendijo a los Hermanos Capuchinos de la Comunidad del Santuario y a las Monjas de Clausura de Loreto. Luego, en la Santa Casa, después de un momento de oración en privado, se dirigió por vía televisiva a los jóvenes de la Explanada de Montorso, quienes siguieron la oración preparada por el Santo Padre para el Ágora de los jóvenes italianos, que dio inicio a la Vigilia nocturna. (S.L.) (Agencia Fides 3/9/2007; líneas 64, palabras 973)


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