VATICANO - Benedicto XVI en la conclusión del mes de mayo: "Pidamos por todos los cristianos, para que puedan decir con San Pablo: “el amor de Cristo nos apremia”, y con la ayuda de María sepan difundir en el mundo el dinamismo de la caridad"

viernes, 1 junio 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la noche del jueves 31 de mayo ha tenido lugar en los Jardines Vaticanos, al final del mes mariano, la procesión con el rezo del Santo Rosario desde la iglesia de San Stefano degli Abissini a la Gruta de la Virgen de Lourdes. El encuentro de oración estuvo presidido por Su Exc. Mons. Angelo Comastri, Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano y Arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro. El Santo Padre Benedicto XVI, una vez en la Gruta de Lourdes, antes de impartir la Bendición Apostólica, se dirigió a los fieles presentes recordando la fiesta de la Visitación y la experiencia de Maria, que “se puso en viaje desde Nazaret de Galilea hacia la montaña" (Lc 1,39) para ir a la aldea de Judea dónde vivía Isabel.
"¿Qué impulsó a María, una muchacha joven, a afrontar aquel viaje? ¿Qué, sobre todo, le empujó a olvidarse de sí misma para pasar los primeros tres meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda?” ha preguntado el Santo Padre, quien ha continuado: "El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, dilató su corazón a las dimensiones del de Dios y le impulsó por la vía de la caridad… Aquel mismo Espíritu le impulsó a «levantarse» y a partir sin tardanza, para ser de ayuda a su anciana pariente. Jesús apenas ha comenzado a formarse en el seno de María, pero su Espíritu ya ha llenado su corazón, de forma que la Madre comienza ya a seguir al Hijo divino: en el camino que de Galilea conduce a Judá es el mismo Jesús el que ‘impulsa’ a María, infundiéndole el ímpetu generoso de salir al encuentro del prójimo que tiene necesidad, el valor de no poner por delante las propias y legítimas exigencias, dificultades, peligros para su propia vida. Es Jesús quien le ayuda a superar todo dejándose guiar por la fe que actúa por la caridad”.
A continuación Benedicto XVI ha recordado que este misterio nos ayuda a entender el hecho de que la caridad cristiana es una virtud "teologal": " Vemos que el corazón de María es visitado por la gracia del Padre, es penetrado por la fuerza del Espíritu e impulsado interiormente por el Hijo; esto es, vemos un corazón humano perfectamente introducido en el dinamismo de la Santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad, que en María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia, como manifestación del amor trinitario. Todo gesto de amor genuino, también el más pequeño, contiene en sí un destello del misterio infinito de Dios… todo, hasta en los más mínimos detalles, se hace «teologal» cuando está animado por el Espíritu de Cristo”. Por último, el Papa ha pedido la intercesión de Maria para que nos consiga "el don de saber amar como Ella supo amar", y ha confiado a la Virgen la "esta singular porción de la Iglesia que vive y trabaja en el Vaticano... la Curia Romana y las instituciones a ella ligadas, para que el Espíritu de Cristo anime todo deber y todo servicio". Antes de impartir la Bendición Apostólica ha concluido: "desde esta colina ampliamos la mirada a Roma y al mundo entero, y oramos por todos los cristianos, para que puedan decir con San Pablo: “el amor de Cristo nos apremia”, y con la ayuda de María sepan difundir en el mundo el dinamismo de la caridad". (S.L) (Agencia Fides 1/6/2007 - Líneas: Palabras:


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