VATICANO - Un “atajo” para la santidad de los sacerdotes del tercer milenio: “San Luis María Grignon de Montfort nos muestra como conocer, amar, y servir a Nuestro Señor teniendo a María como nuestra Madre, modelo y guía” - El testimonio del Card. Iván Dias.

sábado, 26 mayo 2007

Dublín (Agencia Fides) - El “Tratado sobre la verdadera devoción a María”, escrito por San Luis María Grignon de Montfort (1673-1716) en los inicios de 1700, si bien estaba dirigido a todos los cristianos en general, puede ser aplicado en modo particular a los sacerdotes, para que estos “sean santos” según el deseo expresado por el Papa Juan Pablo II, y sean sacerdotes “según el Sagrado Corazón de Jesús”. Un testimonio sobre la importancia del “Tratado” en su vida sacerdotal, ha sido presentado por el Card. Iván Dias, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el 24 de mayo en Dublín, en el Seminario bajo el tema “La Nueva Evangelización: sacerdotes y laicos. El gran desafió del nuevo milenio”.
El Card. Dias afirmó que en el pequeño volumen providencialmente adquirido en una librería de Bombay, conoció el secreto que San Luis María Grignon de Montfort revelaba, “un atajo para la santidad”: “el secreto es María, la obra maestra de la creación de Dios. Luis de Montfort nos muestra como conocer, amar y servir a nuestro Señor con María como nuestra Madre, Modelo y Guía. Este libro es un tesoro inestimable”. En el Tratado, cuya lectura fue aconsejada por muchos Pontífices, San Luis María Grignon de Montfort “presenta una vívida imagen de la Beata Virgen María que es muy relevante en su relación con los sacerdotes”.
El Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos se detuvo en las tres principales dimensiones de la vocación sacerdotal: un llamado a la santidad, un llamado al servicio, un llamado al combate espiritual. “San Luis María nos enseña como María puede realizar un rol esencial en cada una de estas dimensiones” dijo el Cardenal. La santidad consiste en el amar a Dios sobre todas las cosas con todo el corazón, el alma y la mente. Para alcanzar esta meta, Grignon de Montfort invita a consagrarse completamente a Jesús por María, en una “esclavitud de amor”. Una esclavitud que ciertamente no degrada a la persona humana, sino que ennoblece y eleva la dignidad humana.
La Virgen María constituye un ejemplo a seguir: “Ella se ha entregado totalmente a Dios como su criatura sin guardar nada para sí misma. Toda su existencia ha sido dirigida únicamente a Dios. En este modo, la Beata Virgen María enseña a nosotros, sacerdotes, a cuidar de no ponernos en un pedestal o a tomar para nosotros mismos la gloria que se debe solamente a Dios. Un sacerdote debe recordar constantemente a sí mismo que la vocación sacerdotal es un libre don de Dios, entregado no por méritos personales, talentos y metas alcanzadas, sino para su santificación y para construir el pueblo de Dios”.
Sobre el tema del servicio humilde del amor que caracteriza la vocación sacerdotal, el Card. Dias recordó que en la escuela de espiritualidad de Montfort, “un sacerdote que se consagra como esclavo del amor no puede considerar nunca como de su propiedad personal nada de lo que posee: su posición y sus talentos, sus bienes materiales, las personas que le son confiadas pastoralmente. Cada cosa le es dada solo para que la administre”. Cuando el Arcángel Gabriel dejó a María después de la Anunciación, Ella no se complació de la nueva dignidad con la que había sido investida, la de ser Madre de Dios, “sino que fue aprisa a ayudar a su prima Isabel que, en avanzada edad, esperaba un niño”. En las bodas de Caná, mientras todos festejaban durante el banquete, María se dio cuenta de que las tinajas de vino estaban vacías y convenció a Jesús a realizar su primer milagro. “Para María, ser creatura del Señor significa salir y encontrar las necesidades de los demás, y continúa haciendo esto también hoy, desde su trono en el cielo. María nos enseña… a poner nuestro tiempo y nuestros talentos al servicio de Dios y del prójimo”. El Cardenal citó también algunos pasajes evangélicos de la vida de Cristo, vinculados al servicio, que constituyen un válido ejemplo para el desarrollo del ministerio sacerdotal.
La tercera consideración del Card. Dias vinculada a la vocación sacerdotal, trató el tema del combate espiritual. La lucha contra el mal inició en el jardín del Edén, al comienzo de la historia humana. Ya entonces Dios quiso que María entrase en escena y que permaneciese hasta el fin de los tiempos. En los más de dos mil años de historia de la Iglesia, el combate entre las fuerzas del bien y las del mal se ha desarrollado con intensidad variable, en la Iglesia, en general, y en los individuos. Los Santos, en particular, han experimentado este choque más plenamente, con persecuciones, sufrimientos, dificultades de distinto tipo. “Muchas personas, incluidos los sacerdotes, prefieren vivir una vida mediocre para no ser agobiados por Lucifer y sus demonios - afirmó el Card. Dias -. De Montfort entendió bastante rápidamente esta batalla, y él mismo tuvo modo de sufrir por las astucias del Maligno”. El antídoto a todas las tentaciones del Maligno (riqueza, éxito, poder) es la pobreza de espíritu, que significa desapego de todo lo que nos aleja de Dios, y sobre todo la humildad, que enternece al corazón de Dios y lo hace mirar abajo a los pobres y los humildes. Es justamente esto lo que De Montfort propone en la consagración a Jesús a través de María. El Card. Dias recordó asimismo las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré y el significado de la Medalla Milagrosa, en el que la Virgen es representada en el acto de aplastar con el pie la cabeza de la serpiente, el diablo. “La más grande humillación de Lucifer - afirmó el Cardenal - es la de ser aplastado por la Beata Virgen María, un ser puramente humano perteneciente a una categoría inferior a la de los ángeles: Ella lo ha aplastado no sólo porque es la Madre de Dios, sino por motivo de su humildad, que es el golpe de martillo con el que aplastó el orgullo encallecido de Lucifer”.
El Card. Dias concluyó su intervención recordando que, en los tiempos en que vivimos, la sublime llamada al sacerdocio requiere ser “hombres de Dios y hombres para los demás”, y “en el Tratado sobre la verdadera devoción a María tenemos un secreto que puede ayudarnos a nosotros sacerdotes a llevar adelante en modo eficaz estos impulsos de nuestra vocación sacerdotal, de modo que sean agradables a los ojos de Dios. El secreto de María, a través del que San Luis María Grignon de Montfort nos llama a consagrarnos como esclavos del amor de Jesús”. (S.L.) (Agencia Fides 26/5/2007; líneas 71, palabras 1097)


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