ASIA/FILIPINAS - El obispo Bagaforo: “La protesta no tiene color político, sino que toca la cuestión moral; la Iglesia está al lado del pueblo defraudado”

martes, 23 septiembre 2025 sociedad civil   manifestaciones   corrupción   jóvenes  

CBCP news

Entre los manifestantes, a la derecha, el obispo Bagaforo.

Manila (Agencia Fides) – «La campaña llevada a cabo por un movimiento que estigmatiza la corrupción no tiene color político. Por el contrario, afecta a la cuestión moral, por lo que los representantes y las realidades católicas están en primera línea: por el valor moral y espiritual de la protesta, que parte de la indignación, pide una conversión del corazón y promueve un auténtico bien común», afirma a la Agencia Fides Mons. Colin Bagaforo, obispo de Kidapawan, presente en la multitudinaria manifestación que el 21 de septiembre llevó a las calles de Manila a más de 100.000 personas, mientras que en otras ciudades filipinas también se registraron concentraciones y protestas populares contra la corrupción.
El obispo es uno de los líderes del foro Church Leaders Council for National Transformation (Consejo de líderes eclesiásticos para la transformación nacional), que ha reunido a más de 200 movimientos, asociaciones, sindicatos, formaciones políticas, organizaciones de la sociedad civil y universidades, que han difundido en la sociedad filipina la invitación a participar.
La protesta surgió a raíz de la malversación de fondos destinados a proyectos de infraestructura para prevenir y mitigar desastres climáticos y fenómenos extremos como los tifones que actualmente azotan la nación y que ya han causado más de 100.000 desplazados internos. Hay dos símbolos de la revuelta popular: el cocodrilo y una cinta blanca.
«El cocodrilo -explica el obispo Bagaforo a Fides- es el que devora todo, que incluso se come a sus propios hijos; en este caso, los cocodrilos son los políticos y los empresarios que devoran el futuro de los jóvenes filipinos, robando el dinero destinado al desarrollo y la protección. El segundo símbolo es una cinta blanca, que los presentes han llevado con una escarapela en el pecho, para recordar la urgencia de la transparencia, la pureza y también la esperanza en un mañana mejor».
Monseñor Bagaforo añade: «La presencia de la Iglesia en este momento de protesta popular también viene dictada por la necesidad de sinodalidad: nos hemos sentido llamados a estar al lado de las personas vulnerables, defraudadas y privadas de sus derechos fundamentales. Queremos compartir alegrías y penas, y alzar la voz por quienes no tienen voz o tienen miedo, para pedir que se determinen las responsabilidades, que haya transparencia y justicia».
Entre las reivindicaciones del movimiento popular, recuerda el obispo, «está la de conferir plenos poderes a una comisión de investigación que pueda perseguir a los responsables de los robos; la de imponer a los parlamentarios la obligación de declarar y hacer públicos sus ingresos y sus fuentes de financiación; la de eliminar el “pork barrel”, es decir, la contribución estatal destinada a los miembros del Congreso y del Senado, que es una fuente primaria y una tentación para la corrupción».
Al día siguiente de la protesta, el obispo subraya: «La sociedad ha enviado una señal a la política; los gobernantes deben recordar que son servidores del pueblo y del bien común. Es una batalla de ética de la responsabilidad y de la conciencia que seguiremos llevando adelante a partir de los valores cristianos, con el objetivo de proteger el futuro de nuestros jóvenes».
Entre las voces eclesiásticas que se han pronunciado, el cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, presente estos días en Manila, ha recordado a los funcionarios públicos en la homilía de la misa celebrada el 21 de septiembre en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en el distrito de Malate, que «no son propietarios de la riqueza de la nación, sino administradores que deben actuar con honestidad y responsabilidad en el uso de los recursos públicos», y ha exhortado a los filipinos a «rezar por los líderes y para que todos los ciudadanos vivan como fieles administradores de las bendiciones de Dios».
El cardenal José Advincula, arzobispo de Manila, ha calificado la corrupción como «una forma concreta del mal» y ha acusado a «individuos insensatos, tanto del Gobierno como del sector privado, de ahogar a los filipinos en aguas torrenciales». Monseñor Sócrates Villegas, arzobispo de Lingayen-Dagupan, ha advertido que «la indignación por sí sola no basta para erradicar la corrupción»: «Necesitamos una revuelta no solo contra un sistema corrupto, sino una revuelta contra los corazones y las almas corruptas dentro de nosotros que permiten que los corruptos prosperen», deseando «un verdadero cambio en el corazón de cada uno».
En una carta pastoral, el obispo de San Carlos, Gerardo Aliminaza, ha advertido que la lucha contra la corrupción no termina con las protestas de un día, sino que requiere un «compromiso profundo y duradero para luchar por la justicia y la responsabilidad».
(PA) (Agencia Fides 23/9/2025)


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