VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvador Vitiello - El primado Petrino

jueves, 14 diciembre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia debería volver a la valentía y a la fuerza intelectual de los primeros siglos, e intentar un nuevo desafío racional en todos los campos. Lo que fascinaba a los paganos, y no sólo en la primera época de la evangelización apostólica, era ciertamente el anuncio de una “fe amiga de la inteligencia", afirmó el Santo Padre Benedicto XVI en Verona, acompañada por la práctica de la caridad que era algo realmente nuevo en el mundo pagano. Dicho método no está superado ni siquiera hoy, en las sociedades contemporáneas, porque "en un mundo que cambia, el Evangelio no cambia".
En dicho contexto eclesial y global, ocupa un puesto absolutamente singular la responsabilidad personal del sucesor de Pedro: una responsabilidad personal e universal que debe ser sustentada por todos los colaboradores, Obispos y laicos, comenzando por la Curia Romana, hasta los Obispos en las diócesis, los sacerdotes y los laicos en las parroquias. Con la condición de que cada uno renuncie a esa presunta autonomía que lleva a juzgarlo todo y todos de forma autoreferencial, y que con gran humildad obedezca a dicho servicio personal de amor y unidad que el Señor puso con Pedro en el centro de la Iglesia para la salvación del mundo.
Algún periodista, después del reciente viaje a Turquía, ha sustentado que el Papa Benedicto se ha retractado respecto al Cardinal Ratzinger: mientras que el primero entró en la mezquita, este no lo habría hecho. Es una valoración corta.
Si es verdad que ambos son la misma persona, se olvida que las funciones han cambiado y las tareas son diferentes: un teólogo expresa lo que cree haber encontrado y lo somete tanto a la disputa de los teólogos como al juicio de la Iglesia; el Papa, como cualquier otro Prelado que tenga responsabilidad, no debe exponer sus propias concepciones personales sino que poniéndolas en un segundo plano, debe hacer espacio a la palabra común de la Iglesia. Sería pues muy útil que esto lo tuvieran presente, tanto en la Curia Romana como en las diversas diócesis, quienes revisten una tarea pastoral. Se evitarían muchas contrariedades o escándalos que minan en la base el "sensus fidei" del pueblo de Dios, y que es tan esencial para ser un solo corazón y una sola alma, que es el "proprium" de la Iglesia. Pero la primacía del Papa debe en todo caso recordar y confesar cada día la certeza de que Cristo ha resucitado y que, a pesar de las debilidades de los hombres, "en primis" de los eclesiásticos "ninguna fuerza adversa podrá destruir nunca la Iglesia".
En las décadas después del Concilio todos hemos experimentados la bondad y la belleza de la comunión, o bien del "nosotros" de la Iglesia, hemos redescubierto la colegialidad episcopal. Al mismo tiempo hemos experimentado sus límites, en el sentido de que puede ser malentendida como sustitutiva de la responsabilidad personal de cada cristiano bautizado, o de cada Obispo, ante Dios que lo ha llamado.
Precisamente esta responsabilidad personal, nominativa (como aprendemos de la Escritura en la historia de los grandes Patriarcas y Profetas) llamados personalmente y por nombre por Dios, tiene en el servicio petrino, en el “¿Me amas más que estos?”, la expresión realizada de la llamada y la respuesta al Señor que exige la implicación en primera persona, cotidiana, ordinaria, cosa que ya es martirio. La primacía petrina, como comúnmente viene definido, tiene una estructura martiriológica, y al martirio se es siempre llamado de forma personal.
Análogamente, con todas las debidas diferencias, ocurre para un Obispo en la propia Iglesia particular: su responsabilidad no puede ser reemplazada o mediada por ninguna institución colegial, como por ejemplo una Conferencia Episcopal.
Ha llegado la hora de redescubrir y comprender nuevamente la función esencial del servicio petrino y romano en la Iglesia universal: servicio que pertenece a la esencia de la Iglesia como quiso su Fundador. Pero, como se afirma arriba, el cuerpo de la Iglesia es alimentado por el amor de Dios y por lo tanto la Cabeza visible de la Iglesia está llamado a presidir el ágape, es decir el cuerpo del amor, según el célebre dicho de Ignacio de Antioquía. Así la respuesta de Pedro al amor de Cristo: “Señor tú sabes que te amo" es el principio de dicho servicio petrino, personalmente asumido y ejercitado, que resuena siempre en el centro de la Iglesia como condición de su unidad. Así Pedro, amando, une continuamente a Cristo, aquellos a quienes son llamados cada día a la fe en Dios Padre.
Juan Pablo II dijo a los Obispos americanos que la primacía petrina es elemento interior a la comunión eclesial, es decir habla dentro y directamente al corazón de cada fiel, deja realmente entrever algo del gran misterio del amor de Dios que quiso a Pedro en Roma y que continuamente quiere que sus Sucesores presidan en la caridad. (Agencia Fides 14/12/2006; Líneas: 58 Palabras: 833)


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