VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - La castidad "forma de todas las virtudes"

jueves, 30 noviembre 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La castidad no es ante todo, como comúnmente se cree, prerrogativa de los sacerdotes y monjes; es una virtud que concierne a todos, también a los esposos. "Castidad" es una palabra latina de la raíz griega katharòs, íntegro, puro, inmaculado, incontaminado. Dicha integridad virtuosa, ¿no expresa quizás el deseo innato de todo ser humano? ¿Cómo hacer para poseerla o recuperarla cuándo se ha perdido? "Castidad" tiene la misma raíz que castigo, que es precisamente la acción del corregir, frenar, reprochar severamente, y por tanto mejorar, perfeccionar y reconducir al hombre a la integridad y pureza. Quien no ha querido dominar, sino que ha dejado sin frenos sus propios instintos, tendrá como castigo el que aquel que el mismo hombre se auto inflige, separándose de Dios.
Jesús tiene palabras muy firmes sobre los actos contra la pureza; Pedro y Pablo dicen que los impuros no heredarán el reino de los cielos y no verán a Dios. También en los procesos de la Congregación para las causas de los Santos, el examen de la virtud de la castidad y la pureza es condición imprescindible. ¿Por qué? "La caridad es la forma de todas las virtudes - dice el Catecismo de la Iglesia Católica -. Bajo su influjo, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios" (n. 2346). El Catecismo dedica a la castidad 35 números: la castidad y la pureza son virtudes donadas por el Espíritu Santo en el bautismo; deben ser conservadas e incrementadas, porque están en la base de la verdadera amistad, no la hacen posesiva, sino libre; la castidad concierne a los novios y esposos; aumenta la caridad y el amor recíproco; lleva al dominio de sí y ayuda a dominar, contener y, junto a otras ayudas, en primer lugar la gracia sacramental, a superar todas las fragilidades afectivas del hombre de todo tiempo. La castidad debe crecer continuamente, para que lleve a la adquisición del dominio de sí.
Nuestro mundo parece sordo al valor de la castidad, pero ¿cuál es la alternativa? La escritura afirma que el hombre o domina sus propias pasiones y consigue la paz, o bien se deja dominar por ellas y será infeliz (cfr. Siracide 1,22). "La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana”. (CIC, n. 2341).
Para los sacerdotes y laicos, los padres y educadores hay materia para reflexionar, para examinarse a sí mismos y para anunciar de nuevo la belleza de la castidad en toda ocasión: homilías, dirección espiritual, confesión, lecciones, catequesis y sobre todo desde los 'techos' televisivos y mediáticos. Compite sobre todo a los sacerdotes anunciar, con misericordia y verdad, el valor salvador de la castidad: fuente de orden interior y exterior, personal y social. Los que administran los sacramentos de curación, penitencia y unción, están llamados a recordar siempre la importancia de las ofensas a la castidad y el valor de la observancia en tal ámbito.
"Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48): este es el alto listón de la secuela de Cristo; el Señor pide a todo cristiano y a todo hombre que busque la vía de la verdad y de la vida, que no excluya el ámbito afectivo del camino alegre y cierto de la fe. Descubriremos así que la castidad no es mortificante para el hombre. La castidad es una posesión nueva de todas las cosas. (Agencia Fides 30/11/2006; Líneas: 43 Palabras: 638)


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