EUROPA/ITALIA - "Quién ama la vida nunca la elimina sino que la da. Amar la vida significa también no negarla a nadie, tampoco al más pequeño e indefenso concebido, mucho menos cuando presenta graves deficiencias": Mensaje de los Obispos italianos para la 29 Jornada por la vida

miércoles, 22 noviembre 2006

Roma (Agencia Fides) - "Amar y desear la vida" es el tema del Mensaje publicado por el Consejo Episcopal Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana para el 29° Jornada por la vida, que se celebrará en Italia el primer domingo del mes de febrero, el 4 de febrero del 2007.
"No se puede no amar la vida: es el primero y más valioso bien para todo ser humano - afirman los Obispos al inicio del Mensaje -. Del amor mana la vida y la vida desea y pide amor. Por ello la vida humana puede y debe ser donada… nunca puede ser despreciada y mucho menos destruida". El trabajo, la enfermedad, la soledad o la vejez pueden hacer sentir la vida como un peso, "pero la vida no puede ser valorada sólo según las condiciones o a las sensaciones que la caracterizan en sus diversas fases; ella es siempre un bien valioso para uno mismo y para los otros y en cuanto tal es un bien no disponible. La vida, cualquiera vida, no podrá nunca decirse “nuestra".
El Mensaje continúa evidenciando que "la vida es el bien supremo sobre el que nadie puede poner la mano". Para quien tiene el don de la fe, la vida "tiene su origen n un acto de amor de Aquel que llama a los padres a ser "cooperadores del amor de Dios creador" (FC n. 28). Toda vida humana lleva Su impronta y está destinada a la eternidad. La vida debe ser amada con valentía. No sólo respetada, aprobada, celebrada, cuidada, criada. Debe ser también deseada. Su auténtico bien debe ser deseado, porque se nos ha confiado la vida y no somos los dueños absolutos de la misma sino los fieles, apasionados custodios de la misma”.
El derecho a la vida no comporta "el derecho a decidir cuando y como poner fin a la misma", pues quienes aman verdaderamente la vida se prodigan por combatir el dolor, el sufrimiento y el deterioro, pero no piensan ciertamente "poder disponer de la vida hasta el punto de que se pueda legitimar su interrupción con la eutanasia, quizá disfrazándola con un velo de humana piedad… Quien ama la vida, en efecto, no la elimina sino que la dona, no se apropia de ella sino que la pone al servicio de los otros. Amar la vida significa también no negarla a nadie, tampoco al más pequeño e indefenso concebido, tanto menos cuando presenta graves deficiencias”.
Los Obispos italianos afirman que "nada es más inhumano que la selección eugenesia que de forma directa o indirecta es cada vez más evocada y, a veces, practicada" y recuerdan que "ninguna vida humana, ni siquiera desde su primer momento, puede ser considerada de menor valor o disponible para la investigación científica". "El deseo de un hijo no da el derecho a tenerlo a toda costa. Un niño puede ser concebido por una mujer en el propio regazo, pero puede ser también adoptado o acogido en confianza: y será otro nacimiento, igualmente prodigioso."
Frente a las actuales amenazas contra la vida - el aborto, la tentativa de legitimar la eutanasia, la disminución demográfica, la explotación de tantos hombres y mujeres, sobre todo inmigrantes - los Obispos recuerdan que "es necesaria un decidido cambio para emprender la senda virtuosa del amor a la vida. No bastan el "no" si no se pronuncian los "síes", fuertes en apoyo de la familia basada en el matrimonio”.
Por último, los Obispos miran "con particular atención y esperanza a los jóvenes", que son "capaces de amar la vida sin condiciones" pero que también pueden a veces sufrir crisis dramáticas "hasta el punto de poner en peligro su vida, o considerarla como un peso insoportable". Agradecen y animan por ello, a quienes cuidan de los jóvenes, los padres, sacerdotes, educadores, profesores, responsables de la vida civil. El Mensaje concluye recordando que "la vida humana es una aventura para personas que aman sin reservas y sin cálculos, sin condiciones y sin intereses; pero es sobre todo un don, en el que reconocemos el amor del Padre y sentimos la dulce y alegre responsabilidad de su cuidado, sobre todo cuando es más débil e indefensa". (S.L) (Agencia Fides 22/11/2006; Líneas: 48 Palabras: 741)


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