VATICANO - El Santo Padre Benedicto XVI prosigue la catequesis sobre los apóstoles: “El apóstol Andrés nos enseña a seguir a Jesús con prontitud, a hablar con entusiasmo de Él a cuantos nos encontremos, y sobre todo a cultivar con Él una relación de verdadera familiaridad”

miércoles, 14 junio 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La catequesis semanal del Santo Padre durante la audiencia general del 14 de junio, ha estado dedicada al hermano de San Pedro, San Andrés. Así, después de reflexionar sobre la figura de San Pedro, el Santo Padre Benedicto XVI quiere invitar a “conocer un poco más de cerca también a los otros once apóstoles”. “La primera característica que impresiona de Andrés es su nombre: no es hebreo, como se hubiera esperado, sino griego, signo que no se puede pasar por alto, de una cierta apertura cultural de su familia… En todo caso, él gozaba seguramente de un gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.”
De los Evangelios se desprende claramente: “el vínculo de sangre entre Pedro y Andrés, como también la común llamada que Jesús les dirigió”. En un primer tiempo Andrés era discípulo de Juan el Bautista y esto indica que “era verdaderamente un hombre de fe y esperanza”, después sigue a Jesús y goza de “preciosos momentos de intimidad” con Él. “Andrés fue el primero de los apóstoles en ser llamado por Jesús - recordó el Papa -. Precisamente sobre esta base, la liturgia de la Iglesia Bizantina lo honra con el apelativo de Protóklitos, que significa “primer llamado”. Y es cierto que también por la relación fraterna entre Pedro y Andrés “la Iglesia de Roma y la de Constantinopla se sienten entre ellas, de un modo especial, Iglesias hermanas”.
Los Evangelios citan el nombre de Andrés en otras tres ocasiones: en la multiplicación de los panes y los peces, donde Andrés señala a Jesús la presencia de un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces; en Jerusalén, cuando un discípulo hace notar a Jesús el espectáculo de los poderosos muros del Templo, y el Maestro responde que de aquellos muros no quedaría piedra sobre piedra, entonces Andrés, junto con Pedro, Santiago y Juan, lo interrogaron sobre cuándo sucedería esto; finalmente poco antes de la Pasión, en Jerusalén, Andrés y Felipe sirven de interpretes y mediadores de un pequeño grupo de Griegos con Jesús. “La respuesta del Señor a su pregunta parece - como suele suceder en el Evangelio de Juan - enigmática pero, precisamente así, se revela rica de significado. Jesús dice a los dos discípulos y, a través suyo, al mundo griego: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto”. ¿Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir: Si, el encuentro entre Mi y los Griegos se realizará, pero no como un simple y breve coloquio entre Mi y algunas personas, empujadas simplemente por la curiosidad. Con mi muerte, parangonable a la caída en tierra del grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación… En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua”.
El Santo Padre recordó que algunas tradiciones muy antiguas consideran a Andrés como “apóstol de los Griegos en los años que siguieron a Pentecostés: nos hacen saber que el resto de su vida él fue anunciador e intérprete de Jesús para el mundo griego”. Una tradición posterior cuenta la muerte de Andrés en Patrás, donde también él sufrió el suplicio de la crucifixión. “En aquel momento supremo sin embargo, de manera análoga a su hermano Pedro, él pidió ser puesto en la cruz de un modo distinto al de Jesús”. Tras esto el Papa invitó a aprender de la muerte de Andrés una lección muy importante: “Nuestras cruces toman valor sólo si las consideramos y acogemos como parte de la Cruz de Cristo, obtenidas de la reverberación de su luz. Sólo desde aquella Cruz se ennoblecen nuestros sufrimientos y adquieren su verdadero significado. El apóstol Andrés nos enseña por tanto a seguir a Jesús con prontitud, a hablar con entusiasmo de Él a cuantos encontramos, y sobre todo a cultivar con Él una relación de verdadera familiaridad, conscientes de que sólo en Él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte”. (SL) (Agencia Fides 14/6/2006 Líneas: 49 Palabras: 748)


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