Photo Teresa Tseng Kuang Yi
De la Dra. Erica Siu-Mui Lee*
Roma (Agencia Fides) – Publicamos la intervención pronunciada por la Dra. Erica Siu-Mui Lee con motivo del Acto Académico titulado “Cien años después del Concilio de China: entre historia y presente”, que en la tarde del viernes 10 de octubre concluyó en el Aula Magna del Ateneo la jornada de apertura del Año Académico de la Pontificia Universidad Urbaniana.
Durante el Acto Académico se presentó el volumen “100 años del Concilium Sinense: entre historia y presente 1924-2024”, publicado por la Urbaniana University Press, bajo el cuidado del Dicasterio Misionero.
El volumen recoge las Actas del Congreso Internacional sobre el Concilium Sinense celebrado en la misma Universidad Urbaniana el 21 de mayo de 2024, exactamente cien años después del Concilio de Shanghái.
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Eminencias, Excelencias,
Honorable Rector,
estimados ponentes, queridos profesores y estudiantes,
señoras y señores,
Es para mí un profundo honor compartir con ustedes el punto de vista de una mujer china sobre los cien años del camino de la Iglesia en China después del Sínodo de Shanghái.
Hace 101 años se celebró en Shanghái el Primer Concilio de China. El Sínodo tenía una serie de objetivos.
Quisiera centrarme en la contribución de las mujeres católicas chinas en la difusión del mensaje del Evangelio y en la inculturación de la fe cristiana.
La Carta Apostólica Maximum Illud, publicada por el papa Benedicto XV en 1919, aunque no contenía ninguna referencia explícita a China, sirvió de brújula para el Sínodo de Shanghái. Exhortaba a favorecer la formación del clero local como “la mejor esperanza para las nuevas cristiandades”.
El párrafo 14 de Maximum Illud afirma: “En efecto, el sacerdote indígena, teniendo en común con sus compatriotas el origen, el carácter, la mentalidad y las aspiraciones, está maravillosamente dotado para infundir la fe en sus corazones, porque más que nadie conoce los caminos de la persuasión. Por eso sucede a menudo que él llega con toda facilidad donde no puede llegar el misionero extranjero”.
He observado que esta intuición también es aplicable a las mujeres católicas chinas. Veamos algunas de sus historias reales.
Para comprender mejor el camino recorrido durante los cien años posteriores al Sínodo de Shanghái, me gustaría iniciar nuestra exploración partiendo de un período anterior al Sínodo.
Algunas mujeres excepcionales.
A lo largo de la historia de la presencia del cristianismo en China, ha habido algunas mujeres católicas chinas excepcionales. Una de ellas fue Candida Xu (1607–1680), que vivió durante la dinastía Qing, en la China imperial tardía.
Era nieta de Xu Guangqi, un funcionario y erudito chino que colaboró estrechamente con Matteo Ricci en la traducción de clásicos occidentales al chino. Nacida y criada en una familia católica de la alta burguesía, Candida Xu pudo ofrecer contribuciones que otras mujeres católicas comunes no podían, entre ellas la fundación de un orfanato para niñas abandonadas en su propia casa, la ayuda en la construcción de 19 iglesias y el apoyo financiero a los misioneros.
Acompañó también a su hijo a las provincias de Jiangxi y Hubei para visitar a los católicos y financiar la construcción de iglesias. En aquel tiempo, viajar era algo inusual para las mujeres, especialmente para las adineradas, que practicaban la tradición de vendarse los pies, limitando su movilidad. Es digno de mención que Candida Xu viajaba con su hijo usando bastones.
Además de Candida Xu, otras mujeres de las que existen testimonios históricos escritos por sus notables aportes fueron Agatha Tong, quien financió la construcción de una catedral, y Agnes Yang, que ayudó a los pobres y a las vírgenes consagradas. Como ha señalado la investigadora Yu Zhang, “aunque eran pocas, estas mujeres de la alta sociedad participaron activamente en la misión y crearon una identidad católica dentro de la rígida sociedad confuciana de la China imperial tardía”.
La vida de las mujeres católicas chinas comunes y su contribución.
¿Qué decir de la mayoría de las mujeres católicas chinas comunes? Al intentar comprender su contribución, existen muy pocos testimonios históricos sobre la vida y obra de mujeres individuales. Sin embargo, sí hay algunos escritos de misioneros, comunidades religiosas y documentos regionales. En conjunto, estos textos ofrecen un retrato de su identidad colectiva y completan la imagen de cómo vivían su fe.
Podemos observar cómo esta identidad colectiva fue evolucionando a lo largo del tiempo debido a factores como los cambios sociales y culturales en China.
En épocas pasadas, incluso durante el período imperial, existía una estricta segregación de género. Las mujeres solo podían visitar pequeñas iglesias femeninas llamadas “iglesias de la Santa Madre”. No fue sino hasta 1850 cuando los misioneros comenzaron a construir templos mixtos donde hombres y mujeres podían orar juntos, aunque a menudo separados por tabiques de hasta dos metros de altura.
Con el paso del tiempo, esta práctica comenzó a relajarse, especialmente durante la Era Republicana (1911–1949), no tanto por influencia directa del Concilio de Shanghái, sino por los cambios culturales y sociales de la época.
Tradicionalmente, las mujeres chinas eran vistas como obedientes y pasivas. Sin embargo, esta imagen no reflejaba toda la realidad, pues las mujeres católicas chinas acogían la fe activamente y la ponían en práctica.
Las vírgenes consagradas que vivían con sus familias predicaban el Evangelio a sus parientes. Las mujeres laicas, esposas y madres, transmitían su fe a sus hijos e incluso, en algunos casos, lograban que sus maridos abrazaran el catolicismo. Así, las mujeres desempeñaron un papel fundamental en la evangelización dentro de sus hogares.
Además, tenían un acceso más natural a otras mujeres para compartir su experiencia de fe, algo que no siempre era posible para los sacerdotes, por las costumbres tradicionales chinas.
El historiador alemán R. G. Tiedemann observó que la predicación “requería sabiduría, elocuencia, oración y paciencia”. Y dado que las mujeres solían ser pacientes y dedicadas, podían responder bien a esta tarea.
Con la llegada de más comunidades religiosas femeninas extranjeras en la segunda mitad del siglo XIX, las religiosas occidentales organizaron servicios sociales, educativos y sanitarios. Su liderazgo y conocimientos atrajeron a muchas chinas hacia el cristianismo.
Las vírgenes consagradas pudieron ingresar en estas congregaciones, recibían formación en escuelas de noviciado y colaboraban con misioneros en la enseñanza, la visita a los pobres y la predicación. Hacia 1900, había entre 3.000 y 4.000 mujeres laicas que trabajaban en la evangelización rural, la mayoría de ellas vírgenes consagradas.
Esto representaba un cambio profundo respecto a la imagen tradicional de la mujer confinada al ámbito doméstico.
Con el tiempo, la educación se hizo más accesible. A mediados de la década de 1930, gracias a la creación de más escuelas para niñas, ya no era un privilegio exclusivo de las familias ricas. Sin embargo, la identidad de la mujer católica china no rompía totalmente con los valores confucianos, pues la educación cristiana seguía formando a las mujeres como buenas esposas y madres, un ideal muy valorado también por el confucianismo.
Quizás por ello la devoción mariana ha sido siempre popular: en el catolicismo chino, María es modelo de virtud femenina y madre compasiva de su Hijo, Jesucristo.
En los años 50.
En la década de 1950, con los cambios políticos en China, los misioneros extranjeros tuvieron que abandonar el país. Las mujeres católicas chinas perseveraron en la oración y transmitieron su fe a sus hijos y compatriotas.
Un ejemplo notable fue la hermana Wu Yongbo (1916–2002). Ingresó en la comunidad de Nuestra Señora de Kalocsa en 1949. Tras formarse como enfermera, trabajó en un hospital. Durante la Revolución Cultural fue enviada a trabajar al campo, sufrió persecución y prisión. Tras su liberación en los años 80, se convirtió en superiora de su congregación en 1991 y en 1994 fundó un orfanato y un hogar para ancianos.
En nuestros días.
Hoy, las mujeres chinas tienen más oportunidades de servir en la esfera pública. Sin embargo, como en otras partes del mundo, el consumismo y el individualismo han reducido el número de vocaciones religiosas femeninas.
Aun así, su contribución sigue siendo amplia. Además de su implicación en obras caritativas, predican el Evangelio por medios propios.
Por ejemplo, la investigadora hermana Guo Xiaoping entrevistó entre 2022 y 2023 a 24 religiosas, sacerdotes y laicos en China continental. Su estudio muestra que, gracias a internet, muchas mujeres laicas, junto con sacerdotes y religiosas, han organizado grupos en línea para compartir la fe, adaptados a su realidad cultural, laboral y educativa.
Otro ejemplo es el trabajo de las mujeres católicas con las esposas migrantes que llegan a sus aldeas tras matrimonios interregionales. La investigadora Zhijie Kang documentó (1980–2023) cómo estas voluntarias ayudan a las recién llegadas a adaptarse. Tocadas por ese amor concreto, muchas de ellas se han convertido al catolicismo, no por discursos, sino por el testimonio vivo de las mujeres que las acogieron.
Implicaciones para el presente.
¿Qué enseñanzas podemos extraer de estas historias para los cien años de camino de la Iglesia en China tras el Sínodo de Shanghái? Mencionaría dos: Su respuesta a la llamada a la santidad y su contribución a la inculturación de la fe cristiana.
a. Llamada universal a la santidad
Ha habido mujeres católicas chinas excepcionales, y muchas más cuyos nombres se han perdido por falta de registros. También ellas difundieron el Evangelio viviendo su fe con amor a Dios y al prójimo.
En términos teológicos actuales, respondieron al llamado universal a la santidad, cada una según su condición y circunstancias, incluso en momentos en que la mujer ocupaba el escalón más bajo de la jerarquía social y cuando el cristianismo era considerado una religión extranjera.
b. Inculturación
Este segundo punto refleja la intuición del papa Benedicto XV en Maximum Illud. Nacidas y formadas dentro de la cultura china, las mujeres son encarnación viva de ella. Como muestran sus historias, las circunstancias sociales y culturales de China han cambiado profundamente a lo largo del tiempo.
Al custodiar y transmitir su fe, las mujeres católicas no solo evangelizan, sino que hacen más eficaz la inculturación del Evangelio. Viven su fe de manera auténtica y la comparten con naturalidad dentro de su propio contexto. Con sus testimonios, muestran que el cristianismo no es una religión extranjera, sino una semilla capaz de dar fruto en tierra china.
En conclusión, la experiencia de las mujeres católicas chinas nos habla no solo del pasado de la Iglesia en China, sino también de su presente.
No olvidemos la historia, a menudo ignorada, del magnífico aporte de las mujeres católicas chinas al llevar la fe y los valores del Evangelio a todos los aspectos de su vida y de su cultura, tanto en el pasado como en la actualidad.
¡Gracias!
(Agencia Fides 11/10/2025)
*Holy Spirit Seminary College of Theology and Philosophy, Hong Kong SAR