ASIA/INDONESIA - Siguiendo a Jesús en el país de “Pancasila”. Entrevista al cardenal de Yakarta Ignazio Suharyo (I/II)

jueves, 22 agosto 2024 viaje apostólico   papa francisco   iglesias locales   evangelización   inculturación  

El cardenal Ignatius Suharyo con algunas familias de la comunidad católica de Yakarta

de Paolo Affatato

Yakarta (Agencia Fides) – Al entrar en el complejo de la catedral de Yakarta, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, un panel con la imagen del Papa Francisco recoge la cuenta atrás e informa a los fieles de cuántos días faltan para su llegada a la capital de Indonesia. Hay también un contador en la iglesia, donde los fieles se detienen para rezar ante la figura de la Piedad o ante la Virgen con rostro indonesio. Al otro lado de la carretera se vislumbra la gran mezquita Istiq'lal, y también allí se multiplican los preparativos pues el recogerá un gran encuentro interreligioso donde participará el Papa. En este clima de expectación por la visita del Papa Francisco, el cardenal Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, arzobispo de Yakarta desde 2010, expone en una entrevista con la Agencia Fides (que se publica en dos episodios) los motivos de la peregrinación papal y las esperanzas que suscita en el país de mayoría islámica más poblado del mundo.

Cardenal Suharyo, ¿puede hacernos una fotografía de la Iglesia católica en Indonesia?

Indonesia es un país muy grande y la situación varía mucho de isla en isla, a todos los niveles: geográfico, físico, social, cultural y religioso, nivel de desarrollo y educación. Esta gran diversidad es ciertamente una ventaja, pero objetivamente también representa un problema, es decir, un desafío a afrontar para la unidad de la nación. En general, los católicos en Indonesia viven en armonía con el resto de la nación, con los diferentes componentes de la sociedad, cuya gran mayoría profesa el Islam. Incluso en la extensión y presencia de la Iglesia católica en el archipiélago podemos notar grandes diferencia. Si vas a Flores, en la provincia de Nusa Tenngara Oriental, encontrarás una isla donde la mayoría de la población es católica; si vas a Sumatra Occidental, el porcentaje se acerca a cero. En una situación tan diversa el criterio común es vivir y dar testimonio de nuestra fe con sencillez y mansedumbre, y disfrutar de buenas relaciones con el resto del pueblo. Según datos de la Conferencia Episcopal de Indonesia, hay aproximadamente 10,5 millones de católicos en las 34 provincias de Indonesia, sobre una población de más de 275 millones de habitantes.

¿Puede darnos alguna información histórica sobre la presencia de la fe católica en Indonesia?

Después de los primeros contactos con algunos misioneros franciscanos en el siglo XIV, los primeros misioneros portugueses llegaron a la zona de las islas Molucas a principios del año 1500 y llevaron allí el Evangelio. Incluso el gran apóstol San Francisco Javier, santo patrón de las misiones, desembarcó a mediados del siglo XVI y estuvo activo en lo que hoy es territorio indonesio. Luego, con la presencia de los colonizadores holandeses (que permanecieron aquí durante 350 años), favorables al calvinismo, la difusión de la fe católica se vio obstaculizada y sufrió un retroceso. No fue hasta el siglo XIX cuando el gobierno de las Indias Orientales Holandesas concedió a los católicos la libertad de misión. Aquí en Java recordamos la presencia del misionero holandés Frans Van Lith, quien a principios del siglo XX evangelizó el centro de la isla y fundó el primer Seminario.

Es una historia muy larga, y su última etapa, el más cercano a nosotros, comienza con la proclamación de la independencia de Indonesia en 1947. Hay que recordar que entonces la Santa Sede fue de las primeras en reconocer a la nueva nación que había obtenido la independencia. Desde 1947 ya estaba oficialmente presente en Yakarta un representante del Vaticano. Este es un punto importante en la historia de la Iglesia Católica en el Archipiélago. Y, dando un paso atrás, antes de la independencia, los misioneros católicos presentes estaban cerca de la población local y compartían su deseo de convertirse en nación, que ya se había manifestado a principios del siglo XX.

¿Cómo se manifestó esta cercanía?

En el período colonial, primero holandés y luego japonés –durante la Segunda Guerra Mundial– los misioneros expresaron muy claramente la visión de apoyar la independencia de Indonesia. Más aún después de la Carta Apostólica Maxixmum Illud de Benedicto XV. Quiero recordar, por ejemplo, la figura de un jesuita que se convirtió en el primer obispo de Indonesia en 1940: Alberto Soejapranata, estudiante del seminario Van Lith, hoy uno de los héroes nacionales reconocidos por el Estado. Soejapranata promovió explícitamente la independencia de la nación, en un vasto movimiento que tuvo muchas almas, como la comunista, la islámica y la nacionalista.

Así, desde el principio, los católicos indonesios se sintieron plenamente integrados en la nación.

Se puede decir que han sido parte integral del mismo desde el principio. Aún hoy compartimos y recordamos el lema del obispo Alberto Soejapranata: ser cien por cien católicos y cien por cien indonesios. Podemos decir que, en todas partes, en toda Indonesia, los católicos viven este espíritu de pertenencia. Significa que, como católicos, somos conscientes de que estamos llamados a ser santos, a seguir las huellas de Cristo, a ser sus testigos en esta parte del mundo. Y como indonesios, amamos a nuestro país, lo miramos y vivimos en él con la inspiración de nuestra fe. En nuestra historia actual, este espíritu significa ser generoso, caritativo y compasivo con nuestro país, con toda la vasta población indonesia.

¿Cómo se expresa hoy este enfoque en el contexto específico de Indonesia, tan vasto y plural?

Esta actitud de amor a la patria hoy se expresa y aclara en la práctica en la vida cotidiana de los valores de la “Pancasila”, la “Carta de los cinco principios” que está en la base de la Constitución. Me gustaría dar un ejemplo práctico. En nuestra archidiócesis de Yakarta, en el quinquenio de 2016 a 2020, reflexionamos cada año como comunidad sobre uno de los principios de Pancasila, traduciéndolo en la vida diaria, considerándolo desde la perspectiva específica de nuestra fe, fortaleciendo así nuestra fe y nuestra pertenencia a Indonesia. Estudiamos el primer principio, la fe en el único Dios, a la luz del documento Deus Caritas Est y celebramos en ese año el Jubileo de la Misericordia: Dios es amoroso y misericordioso con nosotros. El segundo principio es la humanidad. La pregunta que nos hicimos fue la del Evangelio: ¿quién es mi prójimo? Pensemos que Indonesia está formada por más de siete mil grupos étnicos, con diferentes culturas, historia y tradiciones. Mi prójimo es cada uno de estos pueblos, del vasto mosaico indonesio.

Al actualizar el tercer principio, la unidad de Indonesia, hemos visto que hay una consecuencia directa: somos diferentes, pero todos unidos por la misma humanidad, y esto construye la unidad del país. El lema de Indonesia es “unidad en la diversidad”. Hemos querido expresarlo especialmente en el culto mariano, representando a la Virgen María, nuestra madre - de la que existen diversas figuras y rostros diferentes, según los estilos y culturas de Indonesia - con un rostro común para todos: ella nació así. “María madre de todas las etnias”, representada con los colores de la nación y con la garuda, el águila nacional, y esa estatua se encuentra en la catedral de Yakarta. También rezamos y repartimos miles de rosarios con los colores blanco y rojo, los colores nacionales.

¿Cómo se han actualizado los dos últimos principios de Pancasila?

Para el cuarto principio, la democracia guiada por la sabiduría, profundizamos nuestra comprensión de la sapientia cristiana, gracias al discernimiento comunitario, una experiencia de sinodalidad profunda que nos devolvió a los orígenes de la nación indonesia y nos llevó a pensar en nuestro futuro, no individualmente, sino juntos y como comunidad dentro de una nación más grande. También tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre la jerarquía en la Iglesia, que solo tiene sentido si se concibe como un servicio, y se vive con el método de la escucha, porque el Espíritu Santo habla en la comunidad: así entra el principio de la democracia, de algún modo, en la vida de la comunidad eclesial con una práctica de la sinodalidad.

Al abordar el quinto principio, la justicia social, llegó la pandemia y pudimos vivir aún más la atención a los pobres y enfermos, a quienes están en estado de necesidad y son los más vulnerables, sin distinción de creencias, etnias o cultura. Para manifestar esta opción preferencial hemos colocado una estatua que representa a “Jesús sin techo” en el complejo catedralicio, para recordarnos a cada uno de nosotros que Cristo se hace presente en los pobres, los marginados y los desheredados.
(Agencia Fides 22/8/2024)

El cardenal Suharyo visita una parroquia de la archidiócesis

La estatua de «María, madre de todas las etnias» en la catedral de Yakarta

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