ASIA/INDIA - Cinco meses después del inicio de la violencia en Manipur, se busca un camino para las conversaciones de paz

jueves, 5 octubre 2023 paz   diálogo   minorías étnicas   conflictos armados  

El arzobispo Menamparampil con refugiados en Manipur

Imphal (Agencia Fides) – “El camino para buscar la paz es abrupto, difícil, escarpado”, dice a la Agencia Fides Thomas Menamparampil, arzobispo emérito de Guwahati, que dirige el "Foro interreligioso de Manipur para la paz y la armonía”. Él es una de las personas que están alzando la voz, moviendo los pies, levantando los brazos al cielo para buscar un camino hacia la paz y la reconciliación en Manipur, un estado del noroeste de la India asolado por la violencia interétnica. Cinco meses después del inicio del conflicto, que estalló el 3 de mayo entre grupos de las etnias kuki y meitei, 178 personas han perdido la vida (según cifras oficiales de las autoridades), mientras que los grupos de la sociedad civil estiman esta cifra en más de 200 víctimas. Aproximadamente 60.000 personas están desplazadas, mientras se registran momentos de gran tensión en el territorio porque, según se explica, no se han abordado y resuelto cuestiones fundamentales de justicia, que están en la base del estallido de violencia.
Junto con otros dirigentes del Foro Interconfesional, el arzobispo se ha reunido en los últimos días con los líderes de las comunidades cristianas de etnia kuki y con algunos dirigentes meitei para escuchar sus necesidades y buscar juntos un camino hacia la paz. Menamparampil, que reside normalmente en Guwahati, en el vecino estado de Assam, ha visitado Manipur en cuatro ocasiones desde la violencia del 3 de mayo, en un intento de iniciar una vía de diálogo que ha dado lugar al nacimiento del Foro Interreligioso, del que Menamparampil es coordinador. Menamparampil ha resaltado “la urgencia del respeto mutuo y la apertura al diálogo en estos momentos tan delicados”. Entre los participantes, Dominic Lumon, arzobispo católico de Imphal, uno de los fundadores del Foro Interreligioso, ha declarado: “Somos un humilde grupo de líderes religiosos de Manipur que desea poner fin al ciclo de la violencia en todas sus formas”, poniendo fin a las acciones agresivas, las amenazas o las declaraciones provocadoras. “Y, para detener la violencia - ha propuesto con persistencia -, hay que empezar por la narración, por las palabras, que no deben ser exageradas ni instrumentalizadas”.
A la reunión han asistido líderes y dirigentes de las comunidades kuki y meitei, que han compartido un llamamiento “a un esfuerzo sin descanso por la paz en Manipur”. El grupo de líderes ha hecho un llamamiento para “evitar cualquier forma de exageración o mistificación en la descripción de los acontecimientos, y también evitar dar una proyección negativa del futuro”.
Los participantes han coincidido en la necesidad de fomentar el apoyo de los medios de comunicación a la paz y de promover iniciativas como la campaña de recogida de firmas para un alto el fuego público y compartido que ponga fin a la violencia. De las palabras a los hechos: el Foro ha instado a “hacer todo lo posible para iniciar conversaciones de paz a nivel local, colaborando en todo lo posible”. Una de las peticiones más importantes ha sido que “no se pongan obstáculos a la circulación de material de socorro, incluida la asistencia médica y la ayuda humanitaria de diversa índole”.
Para apoyar este camino hacia las conversaciones de paz, se ha señalado, es necesario el apoyo de los distintos componentes de la sociedad civil: el Foro espera que grupos de mujeres, intelectuales y otras personas de buena voluntad de ambas partes realicen esfuerzos similares.
En el estado de Manipur, una zona de fértiles valles y exuberantes colinas fronteriza con Myanmar, viven unos tres millones de personas que han visto su vida trastornada: cinco meses después del inicio del conflicto étnico, el acceso a Internet sigue cerrado y la vida económica y social normal se ha visto alterada para la población.
“Aunque los enfrentamientos parecen haber remitido en los dos últimos meses, la militarización del territorio sigue vigente y, sobre todo, no hay voluntad política de resolver la situación y llegar a la raíz del conflicto, por lo que la violencia podría estallar de nuevo en cualquier momento”, ha explicado el arzobispo Menamparampil.
Muchos de los afectados por la violencia siguen esperando alguna forma de justicia. Por ejemplo, según informan los medios de comunicación locales, la madre de Hanglalmuan Vaiphei, estudiante universitario de 21 años de Churachandpur (zona predominantemente kuki), linchado por una turba el 3 de mayo, quiere justicia y no tiene noticias de si el caso de su hijo avanza o no, ni de cómo lo hace. En otro caso citado en la prensa, Kavita Singh, residente en Imphal, no sabe si su marido, empleado del gobierno, está vivo o muerto. Él y otro hombre meitei fueron vistos por última vez cerca del distrito de Kangpokpi el 6 de mayo, y desde entonces no se sabe nada de ellos.
Una de las graves preocupaciones en torno al conflicto es el saqueo de los arsenales estatales: en total, han desaparecido casi 4.500 armas y unos 650.000 cartuchos de munición. De ellas, sólo se han recuperado 1.500 armas y unos 15.000 cartuchos.
Dadas las profundas divisiones existentes, en Manipur se han creado “zonas barrera” entre las áreas dominadas por los meitei y los kuki. Entre Churachandpur e Imphal, por ejemplo, hay cuatro barricadas con puestos de control atendidos por las fuerzas del ejército para evitar nuevos enfrentamientos. Por otra parte, la fragmentación del territorio, al igual que el fenómeno de la migración interna generalizada, complica las operaciones de la policía de Manipur.
La cuestión subyacente, que el gobierno central de India no ha abordado hasta ahora, se refiere a la relación entre los dos grupos étnicos, los meitei (que son el grupo mayoritario en el estado, también se les conoce como “manipuri”, suman alrededor de 1,5 millones y son de religión hindú) y los kuki, una minoría étnica de religión cristiana. Los meitei viven principalmente en el próspero valle de Imphal, que constituye alrededor del 10% del territorio de Manipur. El resto del territorio, es decir, las zonas montañosas ocupadas por bosques y tierras de cultivo, es el hogar de grupos minoritarios indígenas, entre ellos los kuki, a los que se ha concedido el estatus de “comunidad tribal”. Este reconocimiento garantiza la protección constitucional de la tierra, la cultura, la lengua y la identidad de las comunidades más desfavorecidas históricamente de la India. Por eso no se permitía a los meitei comprar tierras en esas zonas montañosas.
El 3 de mayo, las tribus kuki celebraron manifestaciones y marchas para protestar contra la decisión de conceder el estatus tribal también a los meitei. De hecho, una orden del Tribunal Superior de Manipur pedía al gobierno de Manipur que enviara una recomendación al gobierno central para incluir a las comunidades meitei en la categoría de “Scheduled Tribe” (tribu reconocida), lo que les permitiría acceder a beneficios y especialmente a tierras reservadas a otros grupos indígenas.
En esas manifestaciones comenzó la violencia que pronto degeneró en enfrentamiento abierto. Los kuki acusan a los grupos extremistas meitei de llevar a cabo ataques selectivos contra las familias de su grupo que viven en Imphal y sus alrededores. Según los meitei, los participantes en la marcha kuki empezaron a cometer actos vandálicos y a agredir a la gente. Cinco meses después de aquellos enfrentamientos, meitei y kuki están completamente segregados y cada uno tiene prohibido entrar en las zonas habitadas por los otros.
(PA) (Agencia Fides 5/10/2023)


Compartir: