VATICANO - El Santo Padre al Vértice de la FAO: “El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones”

martes, 17 noviembre 2009

Roma (Agencia Fides) – “El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones”: lo ha señalado el Santo Padre Benedicto XVI en el discurso pronunciado el 16 de noviembre en la sede de la FAO en Roma, en ocasión de la apertura del Vértice Mundial sobre la seguridad alimenticia.
En si intervención el Papa ha recordado que mientras “Las estadísticas muestran un incremento dramático del número de personas que sufren el hambre”, se confirma el dato que la tierra “puede nutrir suficientemente a todos sus habitantes” y la ausencia de “una relación de causa-efecto entre el incremento de la población y el hambre”. Recordando lo afirmado en la Encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI ha señalado que “el problema de la inseguridad alimentaria debe ser planteado en una perspectiva de largo plazo, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres” contrastando también “el recurso a ciertas formas de subvenciones que perturban gravemente el sector agrícola, la persistencia de modelos alimentarios orientados al mero consumo y que se ven privados de una perspectiva más amplia, así como el egoísmo, que permite a la especulación entrar incluso en los mercados de los cereales, tratando a los alimentos con el mismo criterio que cualquier otra mercancía”.
El Pontífice ha señalado “la debilidad de los actuales mecanismos de la seguridad alimentaria y la necesidad de una revisión de los mismos”, subrayando que el concepto de cooperación tiene que ser coherente con el principio de subsidio. “De cara a Países que manifiestan la necesidad que tienen de aportaciones exteriores – ha dicho el Papa -, la Comunidad internacional tiene el deber de participar con los instrumentos de cooperación, sintiéndose corresponsable de su desarrollo… En dicha perspectiva, la cooperación debe llegar a ser un instrumento eficaz, libre de vínculos e intereses que pueden restar una parte nada despreciable de los recursos destinados al desarrollo”.
Benedicto XVI ha puesto en guardia sobre el riesgo de considerar el hambre “como algo estructural, parte integrante de la realidad socio-política de los Países más débiles, objeto de un sentido de resignada amargura, si no de indiferencia”. “¡No es así, ni debe ser así!” ha exclamado el Pontífice, invitando a “redefinir los conceptos y los principios aplicados hasta hoy en las relaciones internacionales”, en cuanto “sólo en nombre de la común pertenencia a la familia humana universal se puede pedir a cada Pueblo, y por lo tanto a cada País, ser solidario, es decir, dispuesto a hacerse cargo de responsabilidades concretas ante las necesidades de los otros, para favorecer un verdadero compartir fundado en el amor”. Para la eliminación del hambre, la acción internacional no se puede limitar “a favorecer el crecimiento económico equilibrado y sostenible y la estabilidad política, sino también a buscar nuevos parámetros - necesariamente éticos, jurídicos y económicos - que sean capaces de inspirar la actividad de cooperación para construir una relación paritaria entre Países que se encuentran en diferentes grados de desarrollo”.
En la segunda parte de su discurso, el Santo Padre ha indicado algunos pasos necesarios para combatir el hambre promoviendo un desarrollo humano integral: no considerar el mundo rural como una realidad secundaria; favorecer el acceso al mercado internacional de los productos provenientes de las áreas más pobres; rescatar las reglas del comercio internacional de la lógica del provecho como un fin en sí mismo. “No se han de olvidar los derechos fundamentales de la persona – ha continuado el Pontífice - entre los que destaca el derecho a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, y el derecho al agua; éstos revisten un papel importante en la consecución de otros derechos, empezando por el derecho primario a la vida”.
Los métodos de producción alimentaria imponen igualmente un análisis atento de la relación entre el desarrollo y la tutela ambiental, porque “el deseo de poseer y de usar en manera excesiva y desordenada los recursos del planeta es la primera causa de toda degradación ambiental”. En esta óptica se debe profundizar en las conexiones entre la seguridad ambiental y el fenómeno de los cambios climáticos, poniendo en el centro a la persona humana y, en particular, a las poblaciones más vulnerables ante ambos fenómenos. “No bastan, sin embargo, normativas, legislaciones, planes de desarrollo e inversiones – ha insistido el Papa -, hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios, en el consumo y en las necesidades concretas, pero sobre todo es necesario tener presente ese deber moral de distinguir en las acciones humanas el bien del mal para redescubrir así el vínculo de comunión que une la persona y lo creado”.
Concluyendo su discurso, Benedicto XVI ha señalado el compromiso de la Iglesia, sin interferir en las acciones políticas: “ella, respetuosa del saber y de los resultados de las ciencias, así como de las decisiones determinadas por la razón cuando son responsablemente iluminadas por valores auténticamente humanos, se une al esfuerzo por eliminar el hambre. Es este el signo más inmediato y concreto de la solidaridad animada por la caridad, signo que no deja margen a retrasos y compromisos”. (S.L.) (Agencia Fides 17/11/2009)
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