VATICANO - Entre lo cinco beatos canonizados por Benedicto XVI está también el p. Damián: “Su actividad misionera, que le brindó tanta alegría, alcanza su culmen en la caridad”

lunes, 12 octubre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El domingo 11 de octubre el Santo Padre Benedicto XVI celebró la Eucaristía en la Basílica Vaticana y procedió a la canonización de cinco beatos. En la homilía, citando el diálogo de Jesús con el joven rico (cf. Mc 10,17-30), el Papa puso en evidencia la respuesta de Jesús: “¡Ven y sígueme!”, y explicó: “Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de su vida, sin cálculos ni intereses humanos, con una confianza sin reservas en Dios. Los santos acogen esta exigente invitación, y se disponen con humilde docilidad a seguir a Cristo, crucificado y resucitado. Su perfección, en la lógica de la fe a veces humanamente incomprensible, consiste en no ponerse a sí mismos al centro, sino a escoger ir contracorriente viviendo según el Evangelio”. Este es el camino recorrido por los cinco nuevos santos.
Entre los nuevos santos fue contado el p. Jozef Daamian de Veuster (1840-1889), de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, universalmente conocido como el Apóstol de los leprosos. “Su actividad misionera, que le brindó tanta alegría, alcanza su culmen en la caridad –recordó el Papa en la homilía–. No sin miedo y repugnancia, tomó la decisión de ir a la Isla de Molokai a servir a los leprosos, que se encontraban allí abandonados por todos; consecuentemente se expuso a la enfermedad que ellos padecían. Se sintió en casa en medio de ellos, y de esta manera el servidor de la Palabra se convirtió en un servidor sufriente, leproso con los leprosos, transcurriendo así los últimos cuatro años de su vida. Para seguir a Cristo, el p. Damián no sólo dejó su patria, sino que también puso en juego su salud: por ello él –como dice la Palabra de Jesús que nos ha sido anunciada en el Evangelio de hoy– ha recibido la vida eterna… San Damián nos invita a abrir los ojos a las lepras que desfiguran la humanidad de nuestros hermanos y reclaman hoy, más que nuestra generosidad, la caridad de nuestra presencia servicial”.
El Arzobispo de Varsovia Zygmunt Szczęsny Feliński (1822-1895), fundador de la congregación de las Franciscanas de la Familia de María, “ha sido un gran testigo de la fe y de la caridad pastoral en tiempos muy difíciles para la nación y para la Iglesia en Polonia. Se preocupó con celo por el crecimiento espiritual de los fieles, ayudaba a los pobres y a los huérfanos”. Por su valiente defensa de los oprimidos, pasó veinte años en el exilio sin poder regresar a su diócesis.
San Francisco Coll y Guitart (1812-1875), sacerdote de la Orden de los Hermanos Predicadores (Dominicos), fundador de la Congregación de las Hermanas Dominicanas de la Anunciación de la Beata Virgen María, realizó fielmente su vocación: “Su pasión era predicar, en gran parte de manera itinerante, siguiendo la forma de las misiones populares, con el fin de anunciar y reavivar en los pueblos y ciudades de Cataluña la Palabra de Dios… Su actividad evangelizadora incluía una gran dedicación al sacramento de la Reconciliación, un énfasis particular en la Eucaristía y una constante insistencia en la oración”.
Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), religioso de la Orden Cisterciense de Estricta Observancia, murió con sólo 27 años como oblato de la Trapa de San Isidro de Dueñas. Aún siendo de familia acomodada, “respondió sí a la propuesta de seguir al Señor, de manera inmediata y decidida, sin límites ni condiciones”. El hermano Rafael continúa ofreciendo, con su ejemplo y sus obras, “un camino atrayente, especialmente para los jóvenes que no se contentan con poco, sino que aspiran a la verdad plena, a una alegría indecible, que sólo se pueden encontrar en el amor de Dios”.
Por su admirable obra al servicio de las personas ancianas y más pobres, Marie de la Croix (Jeanne) Jugan (1792-1879), fundadora de la Congregación de las Pequeñas Hermanas de los Pobres, “es como un faro que ha de guiar nuestra sociedad a siempre redescubrir el lugar y el aporte único de este querido periodo de la vida… Su carisma es siempre actual, en un momento en el que tantas personas ancianas sufren por múltiples pobrezas y por la soledad, y están incluso abandonadas por sus familiares. El espíritu de hospitalidad y de amor fraterno, fundado sobre una fe ilimitada en la Providencia… iluminó toda su existencia”. (S.L.) (Agencia Fides 12/10/2009; líneas 50, palabras 751)


Compartir: