ASIA/JAPÓN - Mons. Joseph Fukahori: una vida entregada por el Evangelio en Japón

miércoles, 30 septiembre 2009

Takamatsu (Agencia Fides) - Don Antonello Iapicca, presbítero diocesano de Takamatsu, envió a Agencia Fides el siguiente recuerdo de Mons. Joseph Fukahori, Obispo emérito de la diócesis.
“Dejó este mundo en silencio, el humilde y sencillo silencio que caracterizó sus más de veinte años de ministerio de Pastor en Takamatsu, Japón. Mons. Joseph Fukahori, 84 años, desapareció el 24 de septiembre del 2009 acogido por la ternura de la Virgen de la Merced.
No hace más de dos días, como despertándose milagrosamente de un prolongado sueño, saludó a un grupo de treinta jóvenes de su diócesis, quienes se habían dirigido a su habitación convencidos de estar visitando a un santo. Fue como si hubiese querido pasar el testimonio de una vida gastada por el Evangelio y por la Iglesia a aquel grupo de jóvenes que había bautizado y formado en la fe. Como sucedió con Juan Pablo II, han sido los jóvenes, la esperanza de una iglesia que siempre se renueva, quienes han sido los testigos del nacimiento de un santo en los cielos. Para ellos fueron las últimas fuerzas de Mons. Fukahori, las mismas fuerzas que, llenas de celo apostólico, guiaron con espíritu profético la más pequeña diócesis del Japón.
Takamatsu en efecto, como Belén, pequeña y con un futuro sin presbíteros que la hagan vivir, vio nacer milagrosamente hace veinte años, por firme voluntad de su Obispo y del decidido aliento del Siervo de Dios Juan Pablo II, el Seminario Diocesano Internacional Redemptoris Mater para la evangelización del Japón y de Asia. En él han sido formados treinta presbíteros que actualmente trabajan en Japón, en Asia y en diversas partes del mundo. Hoy, a distancia de veinte años, se puede constatar cuan profética fue la decisión de Mons. Fukahori: en casi todas las diócesis del Japón se acoge a seminaristas provenientes de diversos países del Asia para hacer frente a la terrible escasez de vocaciones.
Con el Seminario Mons. Fukahori impulsó la Nueva Evangelización en su diócesis llamando a diversas “Familias en misión” del Camino Neocatecumenal que desde hace ya varios años dan su vida con la de sus numerosos hijos. Por ellos, muchos japoneses han tenido la gracia de conocer al Señor, en los colegios, en los puestos de trabajo y en los diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Un nuevo Pueblo Santo que fuese luz, sal y levadura en el Japón contemporáneo, esta fue la intuición de Mons. Fukahori, que en su experiencia personal vivió la guerra, la precariedad del post guerra y se dio cuenta de la enceguecedora y vana prosperidad a la que había llegado el Japón. Una economía capaz de saciar quizás la sangre, pero de dejar cada vez más vacío el espíritu; los suicidios y el alcohol con sus trágicos porcentajes de muerte como una guerra nuclear, testimonian la urgencia de una evangelización que alcance a cada japonés con la Buena Nueva del Evangelio. Para esta vivió Mons. Fukahori, y todo lo hizo por el Evangelio.
El Japón es una tierra difícil, casi impermeable, aparentemente interesado a toda novedad pero también profundamente apegado a las propias tradiciones e irremovible de ellas. No es tarea fácil sembrar el Evangelio. Se necesita credibilidad, un testimonio real, que la semilla muera para penetrar en profundidad y de un fruto que permanezca. Los sufrimientos, dificultades, que vivió Mons. Fukahori debidas a la carga profética de sus decisiones, frecuentemente incomprendido, lo hicieron justamente una pequeña semilla en la tierra; y más aún su total dedicación a la Iglesia y su amor sin límites que siempre lo mantuvo sonriente y lleno de paz incluso en los momentos difíciles, sus silencios llenos de misericordia, han irrigado con una especialísima sangre, la del martirio espiritual, a esta tierra tan áspera.
Las huellas marcadas por el amor genuino con el que Mons. Fukahori gobernó la diócesis y acogió la voluntad de Dios conduciéndolo por caminos de amarga soledad, son la herencia más grande que deja a la diócesis de Takamatsu y a la Iglesia del Japón. Solo este amor hasta el extremo podrá evangelizar al Japón; solo la presencia viva de Cristo y de su Misterio Pascual puede conducir al Cielo a esta generación. Es Jesús en efecto a quien cada japonés espera en su vida. Mons. Fukahori nos ha mostrado el camino abriéndonos en su vida el camino hacia la verdadera evangelización”. (Agencia Fides 30/9/2009; líneas 48, palabras 735)


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