VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA a cargo de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Pastores según el corazón de Dio

jueves, 17 septiembre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Ha suscitado gran eco la homilía pronunciada por el Santo Padre Benedicto XVI, el sábado 12 de septiembre, en la Basílica papal de San Pedro, con ocasión de la Consagración episcopal de algunos prelados. Un eco por algunas razones injustificado, por otras plausible. Siempre es necesario tener presente que, cuando Pedro habla, se dirige a toda la Iglesia y su magisterio tiene constantemente un carácter universal, unido a la responsabilidad personal del Papa, y es por lo tanto impropio atribuir, a esta o aquella intervención, referencias específicas a situaciones o a personas, o peor, a realidades políticas mundanas. Desaforadamente la información pública tiende, por razones de crónica, a efectuar tales pasajes, atribuyendo, no raramente, intencionalidad directa a discursos generales.
Otro dato de cierto interés es la reacción mediática a algunas afirmaciones que el Santo Padre, en una homilía amplia y de grande espesor teológico, ha hecho, como si fueran “revelaciones extraordinarias”, nunca antes conocidas por alguno. Benedicto XVI ha afirmado: “La fidelidad es altruismo, y justo por eso es libertadora para el ministro mismo y para cuántos le son confiados. Sabemos cómo las cosas en la sociedad civil y, no raramente, también en la Iglesia sufren por el hecho que a muchos de los que ha sido otorgada una responsabilidad, trabajan para ellos mismos y no por la comunidad, por el bien común. El Señor traza con pocas líneas una imagen del siervo malvado, que golpea a los dependientes, traicionando así la esencia de su encargo. En griego, la palabra que indica 'fidelidad' coincide con la que indica fe”. La mayor parte de los periódicos se ha detenido sobre tal período, descuidando el hecho que se ha puesto la "sociedad civil" en primer lugar, entonces si ha habido un reclamo, este está dirigido a todos los que están investidos de responsabilidad en cada ámbito. Sucesivamente, dos indicaciones referidas a la Iglesia son de un coraje extraordinario y profético: “no raramente” y “muchos”; partiendo de que el adjetivo “muchos” se refiere sea a la sociedad civil sea a la Iglesia, el “no raramente” es, sin sombra de duda, un juicio claro e inequívoco, una llamada firme del Pastor de la Iglesia universal a la conversión, de todos los que han sido investidos de responsabilidad en la Iglesia, en particular los sucesores de los Apóstoles.
Es lo más natural y fisiológico que pueda ocurrir que un Padre réyame a los propios hijos, es señal del amor y la caridad misericordiosa hacia ellos. Podría asombrar una cierta admisión de “imperfección” dentro de la jerarquía católica, y en efecto ha creado noticia, pero para un Pontífice que, en momentos no sospechados, ha denunciado públicamente la “suciedad interior a la Iglesia” (“Vía Crucis” del Coliseo del 2005) no debería asombrar absolutamente.
El punto es que ejercer el ministerio, pero también cualquiera responsabilidad pública civil, sirviéndose de los demás en lugar de servir a los hermanos, hace infeliz ante todo a quién, de tal actitud, es responsable. Sea en términos psico-antropológicos sea en términos evangélicos, bien sabemos todos como el egoísmo y el mal ahogan progresivamente a los que viven así y además, quién todavía tiene necesidad de utilizar el poder para afirmarse a si mismo es porque no tiene clara la experiencia de “estar afirmado por Dios”, afirmado y aferrado por aquel Misterio Bueno que hace todas las cosas y que, sólo, constituye a los Pastores. La verdadera preocupación, al límite, podría ser la de tener personas constituidas en responsabilidad pero, todavía, inciertas del amor gratuito de Dios, tanto de tener que buscar gratificaciones y apoyos humanos, quizás demasiado humanos, creyendo ilusoriamente encontrar una respuesta a la propia necesidad existencial.
¡La verdadera libertad, en cambio, no tiene precio! La que nace de la alegre certeza de tener sólo en Dios la propia referencia y la verdadera garantía de la propia plena realización: en el cumplimiento humilde y fiel de Su voluntad, el hombre se encuentra a si mismo y descubre un inesperado equilibrio interior, que se vuelve capacidad de don realmente gratuito, superando, con la ayuda de la gracia, cada egoísmo humano.
Roguemos, siempre, al dueño de la mies, que nos done “pastores según Su corazón”, contemplativos de la Divina misericordia y, por tanto, de grande equilibrio interior y público. (Agencia Fides 17/9/2009)


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