VATICANO - La catequesis del Papa dedicada al Año Sacerdotal: “cuando no se toma en cuenta el ‘díptico’ consagración-misión, se hace realmente difícil comprender la identidad del presbítero y de su ministerio en la Iglesia”

jueves, 2 julio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Cual herencia preciosa del Año Paulino, podemos acoger la invitación del Apóstol a profundizar en el conocimiento del misterio de Cristo, para que sea Él el corazón y el centro de nuestra vida personal y comunitaria. Es ésta, en efecto, la condición indispensable para una verdadera renovación espiritual y eclesial”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI inició su catequesis durante la Audiencia General del miércoles 1 de julio, tenida en Plaza San Pedro, dedicada al Año Sacerdotal iniciado hace poco. El Papa expresó su deseo de que dicho año “constituya para todo sacerdote una oportunidad de renovación interior y, consiguientemente, de gran fortalecimiento en el compromiso por la propia misión”.
“Así como durante el Año Paulino nuestra referencia constante ha sido San Pablo –prosiguió Benedicto XVI–, en los próximos meses miraremos en primer lugar a San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, recordando el 150 aniversario de su muerte. En la carta que he dirigido a los sacerdotes en esta especial ocasión, he querido destacar aquello que más resplandece en la figura de este humilde ministro del altar: ‘su total identificación con su propio ministerio’.”
Pasando a considerar el binomio “identidad-misión” y el tema del Año Sacerdotal –Fidelidad de Cristo, Fidelidad del sacerdote– el Papa subrayó que “el don de la gracia divina precede a todo posible respuesta humana y realización pastoral, y así, en la vida del sacerdote, anuncio misionero y culto no se pueden jamás separar, como tampoco pueden separarse la identidad ontológico-sacramental de la misión evangelizadora”. El fin de la misión de todo presbítero es, pues, que todos los hombres “puedan ofrecerse a Dios como hostia viva, santa, agradable a Él, que en la creación misma, en los hombres, se vuelve culto, alabanza al Creador, recibiendo de Él aquella caridad que están llamados a transmitir los a los otros”. Luego de recordar que “el amor al prójimo y la atención a la justicia y a los pobres no son solamente temas de moral social, sino sobre todo expresión de una concepción sacramental de la moral cristiana”, el Santo Padre destacó lo que constituye “la principal dimensión, esencialmente misionera y dinámica, de la identidad y del ministerio sacerdotal: a través del anuncio del Evangelio los sacerdotes suscitan la fe en aquellos que todavía no creen, para que puedan unir al sacrificio de Cristo su propio sacrificio, que se traduce en amor a Dios y al prójimo.
Seguidamente el Papa relevó la urgencia de recuperar “un juicio claro e inequívoco sobre el primado absoluto de la gracia divina” frente a “tantas inseguridades y cansancios, también en el ejercicio del ministerio sacerdotal”. “La misión de todo presbítero dependerá, por lo tanto, también y sobre todo de la conciencia de la realidad sacramental de su ‘nuevo ser’. De la certeza acerca de su propia identidad, no construida artificialmente sino donada y acogida gratuita y divinamente, depende el siempre renovado entusiasmo del sacerdote por la misión… Habiendo recibido un don de la gracia tan extraordinario con su ‘consagración’, los presbíteros se hacen testigos permanentes de su encuentro con Cristo. Partiendo precisamente de esta conciencia interior, el sacerdote se hace capaz de desarrollar plenamente su ‘misión’, mediante el anuncio de la Palabra y la administración de los Sacramentos”. Frente a algunas interpretaciones de la misión de los sacerdotes propias de nuestro tiempo, ligada en primer lugar a “construir una sociedad distinta”, el Santo Padre mencionó los dos elementos esenciales del ministerio sacerdotal indicados en el Evangelio: “Jesús envía, en aquel tiempo y también hoy, a los apóstoles a anunciar el Evangelio y les da el poder para echar a los espíritus inmundos. ‘Anuncio’ y ‘poder’, es decir ‘palabra’ y ‘sacramento’, son entonces las dos columnas fundamentales del servicio sacerdotal, más allá de sus posibles variadas configuraciones”.
En la parte conclusiva de su catequesis, Benedicto XVI destacó que “cuando se no toma en cuenta el ‘díptico’ consagración-misión, se hace realmente difícil comprender la identidad del presbítero y de su ministerio en la Iglesia. ¿Quién es, en efecto, el presbítero si no un hombre convertido y renovado en el Espíritu, que vive de su relación personal con Cristo, haciendo propios constantemente los criterios evangélicos? ¿Quién es el presbítero si no un hombre de unidad y de verdad, consciente de sus propios límites y, al mismo tiempo, de la extraordinaria grandeza de su vocación, aquella de ayudar a extender el Reino de Dios hasta los extremos confines de la Tierra? ¡Sí! El sacerdote es un hombre que pertenece por entero al Señor, pues es Dios mismo quien lo llama y lo constituye para su servicio apostólico. Y precisamente siendo por entero del Señor, es también todo entero de los hombres, para los hombres”.
Finalmente el Papa invitó a todos, durante este Año Sacerdotal, a orar por la santificación del clero y por las vocaciones sacerdotales: “la oración es el primer compromiso, el camino verdadero de santificación de los sacerdotes, es el alma de la auténtica ‘pastoral vocacional’. La pobreza numérica de ordenaciones sacerdotales en algunos países no sólo no debe ser motivo de desaliento, sino que nos debe impulsar a multiplicar los espacios de silencio y de escucha de la Palabra, a cuidar mejor la dirección espiritual y el sacramento de la confesión, para que la voz de Dios, que nunca deja de llamar y de confirmar, pueda ser escuchada prontamente y seguida por muchos jóvenes. Quien reza no tiene miedo; quien reza nunca está solo; ¡quien reza se salva!”
Dirigiéndose a los peregrinos de lengua italiana, el Santo Padre saludó particularmente a los miembros del Instituto de Cristo Redentor –Misioneros Identes– que celebran el quincuagésimo aniversario de su fundación, con estas palabras: “oro para que continúen, con gran generosidad, anunciando a Jesucristo, Salvador del mundo”. Luego, agradeciendo a los representantes de la Consulta Nacional Anti Usura “por la importante y apreciada obra que realizan junto a las víctimas del flagelo social”, el Papa expresó su deseo de “un renovado compromiso por contrarrestar eficazmente el fenómeno devastador de la usura y la extorsión, que constituye una humillante esclavitud. No falte tampoco, de parte del Estado, una adecuada ayuda y apoyo para las familias en situación de dificultad, que tienen la valentía de denunciar a aquellos que se aprovechan de su condición no pocas veces trágica”. Saludando a los exponentes de la Asociación interparlamentaria “Cultores de la Ética”, el Santo Padre destacó “la importancia de los valores éticos y morales en la política”. (S.L.) (Agencia Fides 2/7/2009; líneas 76, palabras 1110)


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