VATICANO - Benedicto XVI a los Obispos de Vietnam en su visita Ad Limina: “las religiones no representan un peligro para la unidad de la Nación; más bien ayudan a las personas a santificarse y, a través de sus instituciones, a desear ponerse generosamente y de forma desinteresada al servicio del prójimo”

martes, 30 junio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Hace unos días comenzó el Año Sacerdotal. El cual nos permite poner de relieve la grandeza y la belleza del ministerio de los sacerdotes. Os agradecería que dierais las gracias a los sacerdotes diocesanos y a los religiosos de vuestro querido país por sus vidas consagradas al Señor y por sus esfuerzos pastorales dedicados a la santificación del pueblo de Dios. Preocupaos por ellos, tened mucha comprensión hacia ellos y ayudadles a completar su formación permanente”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió a los Obispos de Vietnam recibidos en Audiencia el 27 de junio con ocasión de su visita Ad Limina Apostolorum.
El Santo Padre subrayó como “para ser un verdadero guía, conforme al corazón de Dios y la enseñanza de la Iglesia”, el sacerdote debe profundizar en su vida interior y esforzarse por ser santo. El florecimiento de numerosas vocaciones en Vietnam, sacerdotales y religiosas, sobre todo en la vida consagrada femenina, “es un don del Señor”.
Citando la carta pastoral mandada por los obispos el año pasado, dedicada a la vocación de los laicos en el ámbito familiar, el Pontífice expreso su deseo de que “cada familia católica, enseñando a los niños a vivir según una conciencia recta, en la lealtad y en la verdad, se convierta en una fuente de valores y virtudes humanas, una escuela de fe y amor a Dios”. Además, les recomendó a los Obispos prestar mucha atención a la buena formación de los laicos, “promoviendo su vida de fe y su nivel cultural, a fin de que puedan servir eficazmente a la Iglesia y la sociedad”. De manera particular Benedicto XVI exhortó a los Obispos a desarrollar una adecuada pastoral para los “jóvenes migrantes internos” que de las zonas rurales viajan a las ciudades para estudiar o para buscar trabajo.
La celebración del quincuagésimo aniversario de la erección de la jerarquía episcopal vietnamita, que se celebrará en el 2010, le permitirá a la Iglesia “compartir con entusiasmo la alegría de la fe con todos los vietnamitas renovando su compromiso misionero”. De manera particular el Santo Padre recordó que el don de la fe, “fue acogido generosamente, vivido y testimoniado por muchos mártires, que quisieron proclamar la verdad y la universalidad de la fe en Dios. En ese sentido, el testimonio de Cristo es un servicio supremo que la Iglesia puede ofrecer a Vietnam y a todos los pueblos de Asia, ya que responde profundamente a la verdad y a los valores que garantizan el desarrollo humano integral”. Para enfrentar los numerosos desafíos que este testimonio encuentra actualmente, Benedicto XVI subrayó la necesidad de una “una colaboración más estrecha entre las distintas diócesis y entre diócesis y congregaciones religiosas, así como dentro de las mismas congregaciones religiosas”.
Refiriéndose al compromiso especifico de la Iglesia – la proclamación de la Buena Noticia de Cristo – el Papa puso en evidencia que de esta manera la Iglesia “contribuye al desarrollo humano y espiritual de las personas, pero también al desarrollo de vuestro país. Su participación en este proceso es un deber y un aporte importante, sobre todo en este momento en el que Vietnam está viviendo una apertura cada vez mayor a la comunidad internacional”. El Santo Padre subrayó que “una sana colaboración entre la Iglesia y la comunidad política es posible”, por lo tanto, “la Iglesia invita a todos sus miembros a comprometerse fielmente en la edificación de una sociedad justa, solidaria y equitativa. Ella no pretende suplantar a los responsables del gobierno; sólo busca poder tener una participación adecuada, en un espíritu de diálogo y cooperación respetuosos, en la vida de la nación, al servicio de todo el pueblo”. En ese contexto “la Iglesia nunca puede ser dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes. Por otra parte, nunca habrá una situación en la que no sea necesaria la caridad de cada cristiano, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y siempre tendrá necesidad de amor. Además, me parece importante subrayar que las religiones no representan un peligro para la unidad de la Nación; más bien ayudan a las personas a santificarse y, a través de sus instituciones, a desear ponerse generosamente y de forma desinteresada al servicio del prójimo”.
Al final de su discurso el Santo Padre les pidió a los Obispos trasmitir el caluroso saludo del Papa a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los seminaristas, a los catequistas y a todos los fieles, sobre todo a los más pobres y a cuantos pasan por necesidades físicas y espirituales. “Os animo vivamente a permanecer fieles a la fe recibida de los apóstoles, de los que sois testigos generosos en condiciones muchas veces difíciles” concluyó el Papa confiando a todos a la protección materna de Nuestra Señora de La-Vang y a la intercesión de los santos Mártires de Vietnam. (S.L.) (Agencia Fides 30/6/2009; líneas 59, palabras 864)


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