VATICANO - En la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Paolo el Papa impuso el palio a 34 Arzobispos Metropolitanos: “Hacer siempre nuevamente presente la Palabra de Dios y así alimentar a los hombres es la tarea del verdadero Pastor”

martes, 30 junio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El lunes 29 de junio, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo el Santo Padre Benedicto XVI presidió en la Basílica Vaticana la Concelebración Eucarística con 34 Arzobispos Metropolitanos a quienes impuso el palio en el Altar de la Confesión de Pedro. Como es costumbre para esta circunstancia, estuvo presente en el rito una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. En la homilía el Santo Padre tomó como punto de partida la oración colecta de la Misa para plantear la pregunta de si seguimos las enseñanzas de los grandes Apóstoles. “En el Año Paulino que concluyó el día de ayer – afirmó el Pontífice – hemos buscado escuchar al ‘maestro de las gentes’ con una actitud renovada, y hemos aprendido nuevamente el alfabeto de la fe. Hemos tratado de reconocer con Pablo y mediante Pablo a Cristo, y de encontrar así el camino para la verdadera vida cristiana”.
Deteniéndose en la Primera Lectura de San Pedro, el Santo Padre puso de relieve que “su centro es la figura de Cristo, quien aparece como Aquel que sufre y que ama, como Crucificado y Resucitado… la Carta constituye además una introducción a los sacramentos cristianos fundamentales del Bautismo y la Eucaristía, y es también un discurso dirigido a los sacerdotes, en el que Pedro se califica como co-presbítero con ellos”. El apóstol Pedro “entiende el ministerio sacerdotal completamente a partir de Cristo” y llama a Cristo con el término que en griego indica al Obispo, palabra que contiene en su raíz el verbo “ver”. “Cristo es el ‘obispo de las almas’, nos dice San Pedro. Ello significa que el Señor nos ve desde la perspectiva de Dios – explicó Benedicto XVI –. Mirando desde la perspectiva de Dios se tiene una visión de conjunto, se ven los peligros, así como las esperanzas y las posibilidades. En la perspectiva de Dios se ve la esencia, se ve al hombre interior. Si Cristo es el obispo de las almas, el objetivo es evitar que el alma del hombre se empobrezca, y no permitir que pierda su esencia, su capacidad para la verdad y el amor… Ser obispo, ser sacerdote, significa desde esta perspectiva: asumir la posición de Cristo. Pensar, ver y actuar a partir de su posición elevada. A partir de Él estar a disposición de los hombre, para encuentren la vida”.
La palabra “obispo” – continuó el Santo Padre – se acerca mucho al término “pastor”, tanto que los dos conceptos resultan intercambiables. “La tarea del pastor es apacentar y custodiar la grey y conducirla a los pastos verdaderos. Apacentar la grey quiere decir buscar que las ovejas encuentran el verdadero alimento y sacien su hambre y su sed. Pero más allá de la metáfora, ello significa: la palabra de Dios es el alimento que todos los hombres necesitamos. Hacer siempre nuevamente presente la Palabra de Dios y así alimentar a los hombres es la tarea del verdadero Pastor”. Seguidamente, siguiendo con su referencia al discurso de Pedro a los presbíteros, el Santo Padre puso en evidencia que “no basta hablar. Los Pastores deben ser ‘modelos de su grey’.”
Siguiendo con su comentario a la Primera Carta de san Pedro, el Pontífice citó la exhortación Adorad al Signore, Cristo en vuestros corazones, siempre listos a responder a cualquiera que os pida razón de la esperanza que está en vosotros” (3,35), y explicó: “La fe cristiana es esperanza. Abre el camino hacia el futuro. Y es una esperanza razonable; una esperanza cuya razón podemos y debemos exponer. La fe proviene de la Razón eterna, que entró en nuestro mundo y nos mostró al verdadero Dios… Es parte de nuestro deber como Pastores penetrar la fe con el pensamiento y estar en grado de mostrar la razón de nuestra esperanza en nuestro tiempo. Sin embargo, no basta pensar solo… más allá del pensar y el hablar, tenemos necesidad de la experiencia de la fe, de la relación vital con el Señor Jesús. La fe no puede quedarse en simple teoría: debe ser vida”.
Finalmente el Santo Padre hizo hincapié en la afirmación inicial de la Carta de Pedro, en la que afirma que la meta de nuestra fe es la salvación de las almas (cf. 1,9), ilustrándolo con estas palabras: “Sin la salud de las almas, sin la salud del hombre desde dentro, no puede haber una salvación para la humanidad. San Pedro afirma que la verdadera enfermedad de las almas es la ignorancia, es decir, el no-conocimiento de Dios. Quien no conoce a Dios, quien no lo busca sinceramente al menos, queda apartado de la verdadera vida… Es la obediencia a la verdad lo que hace pura a un alma, así como el convivir con la mentira la ensucia. La obediencia a la verdad comienza con las pequeñas verdades de lo cotidiano, que con frecuencia pueden ser fatigosas y dolorosas. Esta obediencia, luego, se extiende a obediencia sin reservas frente a la Verdad misma que es Jesucristo”.
Al término de su homilía, Benedicto XVI se dirigió a los Arzobispos metropolitanos, recordando que el palio “recuerda a los corderos y a las ovejas de Cristo, que el Señor resucitado confió a Pedro con la tarea de apacentarlos. Cristo mismo nos recuerda que, como Buen Pastor, lleva sobre sus espaldas a la oveja perdida, la humanidad, para llevarla de regreso a su hogar. Nos recuerda el hecho de que Él, el Pastor Supremo, ha querido hacerse cordero para cargar consigo el destino de todos; para sanarnos desde nuestro interior”. (S.L.) (Agencia Fides 30/6/2009; líneas 62, palabras 955)


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