VATICANO - El Santo Padre inaugura el Congreso de la Diócesis de Roma: “Es necesario en primer lugar renovar el esfuerzo para una formación más atenta y puntual a la visión de Iglesia, por parte tanto de los sacerdotes cuanto de los religiosos y de los laicos”

jueves, 28 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La tarde del martes 26 de mayo, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió a la Basílica de San Juan de Letrán para inaugurar el anual Congreso de la Diócesis de Roma que este año tiene como tema: “Pertenencia eclesial y corresponsabilidad pastoral”. Reportamos a continuación amplios fragmentos del discurso del Papa.
“El Concilio Vaticano II, queriendo transmitir pura e íntegra la doctrina sobre la Iglesia madurada a lo largo de dos mil años, ha dado de ella «una definición más meditada», ilustrando ante todo su naturaleza mistérica, es decir, de «realidad llena de presencia divina, y por lo tanto siempre capaz de nuevas y más profundas exploraciones» (Paolo VI, Discurso de apertura de la segunda sesión, 29 de setiembre de 1963). Ahora bien, la Iglesia, que tiene su origen en el Dios trinitario, es un misterio de comunión. En cuanto comunión, la Iglesia no es una realidad solamente espiritual, sino que vive en la historia, por así decir, en carne y hueso... La Iglesia, hemos dicho, es una comunión, una comunión de personas que, por la acción del Espíritu Santo, forman el Pueblo de Dios, que es al mismo tiempo el Cuerpo de Cristo. Reflexionemos un poco sobre estas dos palabras-clave. El concepto ‘Pueblo de Dios’ nació y se desarrolló en el Antiguo Testamento: para entrar en la realidad de la historia humana, Dios eligió un determinado pueblo, el pueblo de Israel, para que se su pueblo. La intención de esta opción particular es la de llegar, a través de unos pocos a muchos, y de muchos a todos. La intención, con otras palabras, de la elección particular es la universalidad. Y esta apertura a la universalidad se ha realizado en la cruz y en la resurrección de Cristo. En la cruz, Cristo, dice San Pablo, ha derribado el muro de separación. Dándonos su Cuerpo, Él nos reúne en este Cuerpo suyo para hacer de nosotros una sola cosa... Así vemos que los dos conceptos – ‘Pueblo de Dios’ y ‘Cuerpo de Cristo’ – se completan y forman junto al concepto neotestamentario de Iglesia. Y mientras ‘Pueblo de Dios’ expresa la continuidad de la historia de la Iglesia, ‘Cuerpo de Cristo’ expresa la universalidad inaugurada en la cruz y en la resurrección del Señor”.
“Después del Concilio esta doctrina eclesiológica ha encontrado amplia acogida, y gracias a Dios han madurado muchos buenos frutos en la comunidad cristiana. Debemos sin embargo también recordar que la recepción de esta doctrina en la praxis y la consecuente asimilación en el tejido de la conciencia eclesial, no se ha realizado siempre y en todos los lugares sin dificultades y según una interpretación correcta... La noción de «Pueblo de Dios », en particular, fue interpretada por algunos según una visión puramente sociológica, con un corte casi exclusivamente horizontal, que excluía la referencia vertical a Dios... En segundo lugar, debe reconocerse que el despertar de energías espirituales y pastorales a lo largo de estos años no ha producido siempre el incremento y el desarrollo deseados... Por una parte existe todavía la tendencia a identificar unilateralmente la Iglesia con la jerarquía, olvidando la común responsabilidad, la común misión de Pueblo de Dios, que estamos todos en Cristo. Por otro lado, persiste asimismo la tendencia a concebir el Pueblo de Dios, como ya dije, según una idea puramente sociológica o política, olvidando la novedad y la especificidad de ese pueblo que llega a ser pueblo sólo en la comunión con Cristo”.
“Queridos hermanos y hermanas, nos preguntamos entonces: ¿en qué situación está nuestra Diócesis de Roma? ¿En qué medida es reconocida y favorecida la corresponsabilidad pastoral de todos, particularmente de los laicos? En los siglos pasados, gracias al generoso testimonio de tantos bautizados que han dado su vida para educar a la fe a las nuevas generaciones, para cuidar a los enfermos y auxiliar a los pobres, la comunidad cristiana ha anunciado el Evangelio a los habitantes de Roma. Esta misma misión se nos confía a nosotros hoy, en situaciones diversas, en una ciudad donde no pocos bautizados han perdido la vía de la Iglesia y aquellos que no son cristianos no conocen la belleza de nuestra fe”.
“Demasiados bautizados no se sienten parte de la comunidad eclesial y viven a los márgenes de ella, dirigiéndose a las parroquias sólo en algunas circunstancias para recibir servicios religiosos. Pocos son aún los laicos, en proporción al número de los habitantes de cada parroquia que, aunque profesándose católicos, están dispuestos a hacerse disponibles para trabajar en los diversos campos apostólicos... Es necesario en primer lugar renovar el esfuerzo por una formación más atenta y puntual a la visión de Iglesia de la que he hablado, y esto por parte tanto de los sacerdotes cuanto de los religiosos y de los laicos. Comprender cada vez mejor que es esta Iglesia, este Pueblo de Dios en el Cuerpo de Cristo. Es necesario, al mismo tiempo, mejorar el estilo pastoral, de modo que, en el respeto de las vocaciones y de los papeles de los consagrados y de los laicos, se promueva gradualmente la corresponsabilidad del conjunto de todos los miembros del Pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad especialmente respecto a los laicos, pasando de considerarlos «colaboradores» del clero a reconocerlos realmente «corresponsables» del ser y de la acción de la Iglesia, favoreciendo el consolidarse de un laicado maduro y comprometido... A estas comunidades nuestras no les debe faltar la conciencia de que son «Iglesia» porque Cristo, Palabra eterna del Padre, las convoca y las hace su Pueblo”.
“La Iglesia, por ello, no es el resultado de una suma de individuos, sino una unidad entre aquellos que se nutren de la única Palabra de Dios y del único Pan de vida. La comunión y la unidad de la Iglesia, que nacen de la Eucaristía, son una realidad de la que debemos tener siempre mayor consciencia… Debemos siempre nuevamente aprender a proteger y defender esa unidad de toda rivalidad, de competencias y de celos que pueden nacer entre las comunidades eclesiales. En particular, quisiera pedir a los movimientos y a las comunidades nacidas luego del Concilio Vaticano II… de poner siempre atención en que sus itinerarios formativos conduzcan a los miembros a madurar un verdadero sentido de pertenencia a la comunidad parroquial. Centro de la vida de la parroquia, como he dicho, es la Eucaristía, y particularmente la Celebración dominical. Si la unidad de la Iglesia nace del encuentro con el Señor, entonces no puede ser secundario dar una gran atención a la adoración y a la celebración de la Eucaristía, brindando a los que en participan en ella la oportunidad de experimentar la belleza del misterio de Cristo”.
“Empeñaos por tanto en dar nuevamente vida a la parroquia, como en los tiempos de la Misión ciudadana, a los pequeños grupos o centros de escucha de fieles que anuncia a Cristo y a su Palabra, lugares donde sea posible experimentar la fe, ejercitar la caridad, organizar la esperanza… Sería muy importante que este método pastoral encontrar una aplicación eficaz también en los lugares de trabajo, que hoy en día han de ser evangelizados con una pastoral contextual bien pensada, pues debido a la elevada movilidad social la población transcurre en ellos gran parte de su jornada”.
“Finalmente, no debemos olvidar el testimonio de la caridad, que une los corazones y abre a la pertenencia eclesial… Vivir la caridad es la forma primaria de la misionalidad. La Palabra anunciada y vivida se vuelve creíble si se encarna en comportamientos de solidaridad, de generosidad, en gestos que muestran el rostro de Cristo como verdadero amigo del hombre”.
“Pienso además en vosotros, jóvenes: os invito a poner al servicio de Cristo y del Evangelio vuestro entusiasmo y vuestra creatividad, haciéndoos apóstoles de vuestros coetáneos, dispuestos a responder generosamente al Señor, que os llama a seguirlo más de cerca, en el sacerdocio o en la vida consagrada”.
“Queridos hermanos y hermanas, el futuro del cristianismo y de la Iglesia en Roma depende también del compromiso y del testimonio de cada uno de vosotros”. (S.L.) (Agencia Fides 28/5/2009; líneas 89, palabras 1343)


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