VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - La razón necesaria y suficiente del viaje del Papa a Tierra Santa

jueves, 14 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - No pocos expertos y comentadores se preguntaban en los meses pasados como sería el viaje del Santo Padre a Tierra Santa. Había quien sugería simplemente que no fuera: demasiado complicada la situación con los palestinos tras el conflicto en Gaza y con los hebreos tras el asunto Williamson y el persistente caso sobre Pío XII. No obstante, el Papa Benedicto XVI, que tiene una alta visión del misterio de Dios que la Iglesia debe anunciar al mundo, se ha movido únicamente guiado por el Espíritu Santo y no por otras lógicas “políticas” por muy reales que sean. San Pablo recuerda que la “realidad es Cristo” (Col 2,17).
Esta óptica ha transformado el viaje en un triunfo sobre todas las previsiones, incluidas las de algunos periodistas que aún leen las cosas de la Iglesia según esquemas “progresistas”, esto es, buenos, para oponerse a los “conservadores”, es decir los malos. Debemos preguntarnos cuál es la lógica que debe guiar a cualquier pastor de la Iglesia en el mundo, comenzando por el Papa. Únicamente el anuncio del Evangelio de Jesucristo, que se ha encarnado para dar testimonio de la verdad, ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado para salvar y justificar a los hombres.
Parece sencillo, pero esto se pone entre paréntesis no solamente en el mundo –como es obvio- sino a veces también en la Iglesia. Existe, desde siempre, quien quisiera quitar a la vida de Cristo todo valor verídico, a la muerte todo valor expiatorio, y a la resurrección todo valor histórico. Y sin embargo Cristo ha muerto “propter”, es decir, a favor de los hombres y en su lugar, en cuanto que solo Él podía reparar y pagar la ofensa hecha a Dios con el pecado, como afirma la doctrina de la Iglesia. Ningún otro ser humano, finito y pecador, podía hacerlo. Él sí, porque es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre.
En la Encíclica “Spe salvi” el Santo Padre Benedicto XVI afirma: “la figura de Cristo como el verdadero filósofo, que tiene el Evangelio en una mano y en la otra el bastón de caminante propio del filósofo. Con este bastón Él vence a la muerte; el Evangelio lleva la verdad que los filósofos ambulantes habían buscado en vano. En esta imagen, que después perdurará en el arte de los sarcófagos durante mucho tiempo, se muestra claramente lo que tanto las personas cultas como las sencillas encontraban en Cristo: Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida. Lo mismo puede verse en la imagen del pastor[…]: « El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... » (Sal 23 [22],1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su « vara y su cayado me sosiega », de modo que « nada temo » (cf. Sal 23 [22],4), era la nueva « esperanza » que brotaba en la vida de los creyentes”. (cf. Spe Salvi n. 6).
Cristo apenas ha encontrado en su muerte expiatoria un solo motivo de esperanza, en cuanto Él mismo es la Esperanza: ‘Surrexit Christus spes mea’, canta la Secuencia pascual. Esta y no otra es la razón necesaria y suficiente del viaje del Papa a Tierra Santa, donde Jesucristo se ha hecho carne en Nazaret, nación en Belén, predicó en Galilea y Judea, murió y resucitó en Jerusalén. (Agencia Fides 14/5/2009; líneas 46, palabras 772)


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